La reina del cementerio

Capitulo 38

 

Brash estaba dudando. No sabía qué hacer. Él tenía claro que después de resucitar a la doctora lo van a matar. Y probablemente a ella también. Apenas Herbert saca la información necesaria, los días de Elizabeth Trenton se acabarán. En su discurso Herbert dio entender que es cazador de los "Crimson". Entonces todos ellos van a morir. Su propia vida no le importaba a Brash, si no la vida de su hijo resucitado. Sin la doctora los "Crimson" no pueden sobrevivir. Pero James Brash tenía una leve esperanza que por lo menos algunos de ellos van a poder seguir con su existencia. Y eso sucederá gracias a la señorita Dickens, la futura reina de los "Crimson".

- Estoy listo - dijo Brash a Herbert.

- Despejen el lugar al cirujano - dijo Herbert con tono burlón.

Brash no reaccionó a la burla. Él sacó de su bolsa un suero y una botella grande con elixir. El líquido era color negro-petróleo. También parecía muy espeso.

Ricchi sintió escalofrió. Ahora delante de él van a resucitar a una persona muerta.

Brash se arremangó y colocó la aguja en el brazo de la doctora.

Después de todos los preparativos, abrió el suero y el elixir empezó a fluir por el cuerpo de la mujer. Brash se alejó como por precaución y se puso al lado de Jerome.

- Es interesante - dijo Herbert – nunca vi cómo funciona elixir.  Algunos policías asintieron con las cabezas. Seguro que ellos tampoco lo vieron.

Todos dejaron de respirar. Era algo de no creer. Estaban viendo algo místico, macabro.

El cuerpo de la doctora estaba inquieto. Todos estaban esperando.

Pasó un minuto. Dos.

En un momento a Ricchi le entró una duda. ¿Será verdad que elixir funciona?

De repente un fuerte sacudón movió todos los músculos de la doctora. Su cabeza se golpeó fuerte contra la mesa.

Después otro sacudón, y otro, y otro. Los temblores desde interior del cuerpo de la mujer estaban retorciendo los músculos, hacían volar los brazos como buscando apoyo en el aire. Los pies y la cabeza golpeaban la superficie del acero con un ruido grave como tratando de liberarse de un dolor insoportable. La mesa estaba tambaleando. El cuerpo podía caer en cualquier momento.

Todos los que observaban la resurrección se quedaron quietos. Los ojos de la doctora empezaron parpadear. Un fuerte rugido de animal reventó el ambiente revotando los ecos entre las paredes.

Ricchi ya no aguantaba más. Cerró los ojos y tapó los oídos con las manos lo más fuerte que pudo. Aun así se escuchaban los rugidos de la doctora y los golpes del cuerpo sobre la mesa.

Los rugidos se cambiaron por los gritos del dolor. Parecía que a la mujer la están cortando a pedazos siendo viva y ella padece un sufrimiento inhumano.

Entre los gritos también se escuchaba que algo se chorreaba al piso algún líquido espeso como la sangre.

De a poco el efecto de elixir empezó a calmar a la doctora. Los golpes se hacían cada vez más débiles. El rugido de animal se cambió al llanto. Como una angustia profunda que salía del alma. El rechazo a volverse a este mundo tan ajeno al paraíso.

Finalmente la mujer se quedó quieta.

Ricchi destapó los oídos, sin abrir los ojos. Tenía miedo de ver en que se convirtió la mujer. Su imaginación le dibujaba al chico un monstruo de las peores pesadillas.

De todos los sonidos se quedaron unos sollozos de la mujer los cuales fueron interrumpidos por la voz fría de Herbert.

- Bienvenida de vuelta al mundo, doctora Clemens! La estábamos esperando.

Ricchi abrió los ojos.

La mujer estaba sentada en la mesa tapándose con la misma sabana de la morgue. Pero ahora la tela estaba manchada de sangre. También habían los charcos de sangre en el piso alrededor de la mesa.

Después de resurrección la doctora otra vez se veía como una hermosa mujer. Con su piel pálida y mirada fuerte, era una diosa.

Los ojos de la doctora estaban abiertos en grande. Con una mirada de susto y sorpresa ella estaba observando todo alrededor.

De a poco la mujer tomó la posta de la situación. Era una señora de mucho carácter.

"Y nos es de menos," – pensó Ricchi – "teniendo en cuenta todo lo que pasó ella en toda su vida. Solo la ejecución en el fuego te transforma como persona y un ser humano."

La doctora miró a Herbert. Una mirada de odio lo penetró al hombre.

- Me alegro que me hicieron una cálida bienvenida – dijo la doctora Clemens – no merezco tanta atención a mi persona.

- ¡No! El placer es mío – dijo Herbert – yo la estaba buscando todos estos años, señora Elizabeth Trenton.

La doctora entendió que la han descubierto. Y ahora empieza una verdadera batalla.

 




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