Cap 48
Vieron un túnel con paredes de tierra que se hundía en la profundidad. Escalones de madera vieja y oscura los invitaban a bajarse.
Ela empezó a bajarse sosteniéndose de la pared. Pisaba con cuidado por los escalones crujientes. Tom y Richi la siguieron.
Mas abajo ya no llegaba la luz de día pero aparecieron unos destellos de luz amarilla. Eran antorchas clavadas en las paredes. Las sombras de la gente empezaron a bailar alrededor.
Escalera terminó unos diez metros más abajo. El túnel seguía como un pasillo con piso de empedrada.
De repente apareció un chico como de diez años. Tenia una remera y jeans. Estaba agitado. Los miró a los tres y detuvo mirada en Ela. Parecía asustado.
- Señorita Dickens. ¡La estamos esperando! ¡Sígueme por favor!
Todos lo siguieron al chico. A Ricchi los rasgos del niño le parecían familiares.
- ¿Quién es? – preguntó Ricchi a Tom mientras estaban caminando.
- Es el hijo del enfermero Brash, que era ayudante de la doctora.
"Probablemente Brash tampoco pudo salvarse de las manos de Herbert" – pensó Ricchi.
Seguían caminando a paso rápido haciendo los ecos que rebotaban por las paredes.
En poco tiempo llegaron al fin del túnel y se detuvieron delante de otra puerta de madera vieja y negra.
El niño dio unos golpes con el anillo oxidado colgado en la puerta.
La puerta se abrió de inmediato.
Todos entraron. Pasaron por un pasillo corto y llegaron a una sala en una cueva dentro de una roca. El lugar era del tamaño de media cancha de futbol y unos cinco metros de altura.
La sala estaba llena de gente. Unas cien personas de todas las edades sentados pegados a las paredes. Desde los niños chicos hasta personas mayores. Estaban vestidos diferente. Desde la ropa moderna hasta unos simples baldaquines grises. Alrededor también habían como vente vigilantes, vestidos con ropa medieval. Estaban parados con espadas en las manos.
"¿Y este lugar lo llaman palacio?" - pensó Ricchi - "Tanta decoración. Es para hacer una película. Realmente son unos locos".
Cuando Ela entró, todos los ojos se pusieron en ella. Por aire pasaron los susurros.
"¡Miren!"
"¡Es ella!"
"¡Es la futura reina!"
"¡Ojala que nos salva!"
Ela hizo un paso adelante y se detuvo.
Ricchi siguió observando el lugar.
En el techo estaba colgada una araña llena de antorchas. Las paredes estaban cubiertos con unos tapices enromes con dibujos antiguos mostrando distintos animales salvajes.
En el fondo de la sala en un lugar despejado estaba el trono. Se veía muy antiguo de madera roja con un respaldo muy alto, casi hasta el techo. En frente del trono había una mesita angosta cubierta de paño rojo. Sobre la mesa Ricchi vio una corona. Por lo que entendió era de oro, decorada con piedras preciosas.
En la sala se hizo silencio absoluto. Todos estaban mirando a Ela.
"¿Y quién ahora va a dirigir el desfile?" – pensó Ricchi. – "Estamos perdiendo tiempo".
De repente uno de los tapices se levantó y entraron tres hombres viejos vestidos con capas negras. Las capuchas tapaban las caras.
Los tres hombres salieron al medio de la sala y se pararon mirando a Ela.
Uno por uno quitaron las capuchas.
Tom se ubicó atrás de Ricchi.
- Son jueces – dijo ex policía en voz baja.
Los dos de ellos eran desconocidos para Ricchi. Pero el tercero lo conocía demasiado bien.
Era Edson. El viejo cuidador de la morgue que le dio a Ela un elixir falso.
Ricchi miró directo a los ojos de este traidor.
El viejo estiró su cuello de tortuga y sonrió al chico con falsedad.
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Editado: 27.09.2019