Las doncellas ajustan los hilos del corsé, otra se encarga de mi cabello y rostro y otra más me ayuda y atavía mi cuerpo en el vestido rojo que de seguro Elodi ha escogido para la ocasión.
Cuando por fin terminan, les agradezco y dos de ellas salen apresuradas entre medio de reverencias. Vrina y Loren se quedan conmigo y solo en ese momento que siento un poco de privacidad, me acerco al espejo y observo el trabajo realizado sobre mi cuerpo y rostro a través del reflejo.
Aunque no es una mala imagen, aunque diga que si parezco una dama de sociedad. No me siento como tal. Soy demasiado ajena y e impropia de mis ideales como para hacer los pases con lo que ahora me reflejo.
Esta no soy yo —me recuerdo.
—Luce hermosa, miladi. Muy impecable —Loren aparece detrás de mí.
Ajusta el recogido de ondas que ha hecho en mi cabello negro, reacomoda los mechones ondulados que ha dejado sueltos y caen a los lados de mi rostro.
Llevo encima un vestido de seda en color naranja claro y cuello alto donde incrustados se encuentra la pedrería verde oscura, formando una clase de collar. El lado izquierdo de mi hombro y brazo queda al descubierto a través de la manga corta donde otra línea de piedras verdes se hace alrededor y suplanta la sencillez de los adornos. El vestido se ajusta a mi cintura donde más piedras verdes y blancas salen y dibujan una pequeña hilera de ramas.
Mi hombro derecho lo cubre la manga holgada en capa y crea una perfecta onda hasta el final de mi codo, de ahí otra onda de tela cae por detrás del antebrazo hasta mi muñeca. El corse resalta mi figura y la falda que cae ancha y ligera en la parte inferior, ocultando mis zapatillas de tacón.
Aplico un poco de perfume y evito observar mi reflejo. En su lugar, centro la atención en mis dos amigas.
—Bueno, debo esforzarme un poco —me encojo de hombros. Ambas asienten y siento sus miradas, sin embargo, no dicen nada. Saben la manera en que funcionan las líneas Altas y el desacuerdo que manifiesto, pero el cual debo cumplir aun cuando no pretenda formar parte. Se ahorran el comentario y yo la incomodidad—. Por cierto… ¿Han visto al joven Jhuriel? —pregunto y ambas niegan al mismo tiempo.
—Ha salido muy de mañana, nadie lo ha visto desde entonces —responde Loren. Compruebo la expresión de ambas chicas.
—Lo suponía —murmuro para mí misma y chasqueo la lengua cuando me doy vuelta hacia el ventanal, un gesto impropio.
—Seguro estará en el evento de su Majestad, la Reina —contesta Vrina. Loren la codea y en un acto reflejo la chica lleva las manos a sus labios—. Quiero decir… no, Sir Jhuriel no se encuentra en el palacio, pero…
En lugar de molestarme o reprenderla, dejo escapar una pequeña risa a la que le sigue ella misma y por último Loren, quien parece ser la más seria y recta de las cuatro.
—No pasa nada Vrina, no te equivocas al respecto. Sir Jhuriel tiene mucha más responsabilidad con el Rey que conmigo —les hago una señal y las tres nos sentamos en el diván de descanso sin importar si en el vestido se crean arrugas.
—¿Qué hará lady Sharon? —miro a Vrina sentada a mi izquierda. Loren se encuentra a su lado—. Es decir… no asiste a ese evento desde el año anterior.
Afirmo y apoyo mi mejilla sobre mi palma cuando apoyo el codo sobre el brazo del diván. Pequeños aguijones de dolor surcan mi palma cuando incruste la punta de las espinas en mi carne.
—Necesito hablar con su Majestad, el Rey —ambas abren los ojos.
—Pero ese no es un evento al que asista el Rey —objeta Loren y afirmo de nuevo. Ella niega.
—No, pero es la única oportunidad que tengo. Mis padres no estuvieron de acuerdo en que se llevara a cabo el encuentro en el palacio Real. El evento en Ormant es la opción más sensata, también desean que asista este año al evento y su petición ha sido concedida. —
—¿Qué pretende hacer, lady Sharon? Me da escalofríos su tranquilidad —Vrina suena preocupada mientras que Loren no aparta sus ojos de mi rostro.
—¿Esto tiene que ver con Sir Jhuriel? ¿Con la conversación y los roces que tuvieron esa noche en la que él vino? —asiento hacia Loren con una sonrisa de lado.
—También lo hago por mí. Necesito obtener mis propias respuestas. Milickan no es un hombre sensato en cuanto a decisiones, sus intenciones difieren mucho de las cuales evidencia. Un año en aparente tranquilidad no es un excelente pronostico, Loren —aparto la vista de las doncellas. Vrina por acto reflejo toma mi mano donde ahora una pequeña gasa cubre los puntos de sutura que aun sana.
Las zonas astilladas de mi otra mano a causa de mi arrebato en la conversación con Jhuriel de la noche anterior no son tan evidentes y tampoco duelen lo suficiente como para llevar un segundo parche que las cubra.
—¿A qué se refiere? —inquiere Vrina. Loren la mira de reojo, curiosa.
—Llámenme paranoica, pero tengo un leve presentimiento. Milickan planea algo, no tengo pruebas, sin embargo, tampoco puedo equivocarme. ¿Mandar a un caballero de la guardia real teniendo mi padre a más de veinte caballeros al servicio? ¿Su visita inesperada? ¿su asistencia a Ormant? —
Es seguro que Jhuriel sabe algo al respecto, sin embargo, su lealtad es con Milickan y dudo que hable conmigo siquiera una sola frase y tampoco estoy en posición para exigir una respuesta que no le corresponde.
—¿Iniciar un cortejo? —Loren codea a Vrina.
—¡Vrina! —replicamos Loren y yo al mismo tiempo. La chica se encoge sobre el diván.
—Los ancestros no quieran que eso sea posible —agrega con las manos en alto y los ojos muy abiertos. La miro, horrorizada.
Mi pasado también tiene mucha relación con los cortejos.
—Los ancestros no, pero mis padres si lo quisieran —murmuro y sacudo mi cabeza.
—Ya, lo siento, perdón, tengo una lengua demasiado larga —Vrina juega con sus dedos, apenada.