La Reina Roja

Capitulo II

Capitulo II

Habían pasado unos escasos treinta minutos de viaje en los cuales solo me dediqué a mirar por la ventana y conversar con Sam sobre la estadía. Samuel me contaba lo que ignoraba sobre ese sitio ya que él había investigado sobre el lugar. Él no es tan despreocupado como yo sobre estos temas.

Luego de un tiempo el auto se queda en silencio, me recuesto en el asiento y cierro los ojos intentando descansar un poco.

Sin duda alguna amo mi carrera, pero es agotador siempre mostrar tu mejor faceta con una sonrisa y un estilo impecable, siempre amable y tener que soportar las críticas y cuando te señalan. Es como si olvidaran que soy humana, es como si ya no me perteneciera a mi misma. A veces quisiera solo irme, mandar todo a la mierda y solo desaparecer; pero no puedo hacer eso.

‘‘Aún no es momento’’ me digo a mi misma, ‘‘Ya casi, solo un poco más Alessandra’’.

—Ya casi llegamos señorita Alessandra, solo un po-

Los siguientes segundos pasan en cámara lenta, un lobo saliendo de la nada, Samuel girando el volante para evitarlo, el auto resbalando por el pavimento y saliendo del camino. Solo escucho el chirrido de los neumáticos, mis gritos y la voz de Samuel gritando mi nombre y luego nada.

Despierto sintiendo un dolor punzante en todo mi cuerpo, mis ojos no se abren por completo y más allá de mis pestañas solo puedo ver el auto volcado y en llamas. Mi vista se pone cada vez más borrosa, lucho por mantenerme despierta pero mis ojos se cierran siendo el crepitar del fuego lo último que escucho.

 

 

 

 

(…)

 

 

 

Abro los ojos despacio escuchando voces y me recibe un dolor agudo en todo mi cuerpo, miro a mi alrededor y dirijo mi mirada a la puerta cerrada; reconozco la voz histérica de Clara del otro lado de la puerta y con un suspiro cierro los ojos, al hacerlo me llegan flashbacks de lo que pasó y abro los ojos sobresaltada, intento levantarme pero noto algo en mi cuello, con mi mano derecha toco esa área y noto un cuello ortopédico. Giro mis ojos observando lo que alcanzo a ver ya que no puedo mover mi cuello.

La puerta se abre de repente y una Clara hecha un desastre entra por ella.

—Alessandra! ¿Cómo te sientes? ¿Duele mucho? ¿Debería llamar al doctor? Claro que debería, ¡Doctor! ¡Venga rápido! —La miro en silencio mientras ella llama a gritos al doctor.

Veo entrar por la puerta al doctor con lo que pienso son dos enfermeras detrás de él, me dirige una sonrisa y se presenta.

—Hola señorita Alessandra, soy Maximiliano, y soy el doctor que la trató y la tratará durante su recuperación. Ahora pasaré a revisarla.

Se acerca a mi y me hace las típicas preguntas y pruebas.

—Clara, ¿Dónde está Sam? —La miro mientras me revisan. Mi voz se escucha rasposa y duele hablar.

—Él está descansando en la habitación continua, despertó primero y se le realizaron todas las pruebas correspondientes. No está en mejor estado que tú, pero nada que atente contra su vida.

—Bien, ¿Cómo nos encontraron y hace cuánto? —No puedo ver hacia la ventana por esta cosa en mi cuello, pero por la iluminación parece que está anocheciendo.

—Al parecer alguien vio el accidente y vino a buscar ayuda —¿Vino a buscar ayuda? ¿No podía llamar a una ambulancia? Frunzo el ceño y espero que Clara continúe —Cuando llegaron los encontraron inconscientes y por como estaban parece que tu saliste por la ventana rompiendo el vidrio… Samuel estaba dentro del auto que por suerte no explotó. Los trajeron aquí de urgencia ya que el hospital está demasiado lejos y ellos tenían el equipo adecuado a demás del personal. Apenas llegaron los trataron, llamé a Alexandre y-

Interrumpo la narración de Clara.

—Espera, ¿Llamaste a Alexandre? —La miro como si estuviera loca. —Por como estaba no me extrañaría que venga a intentar llevarme devuelta a casa, Clara.

—Entiendo Alessandra, pero entiéndeme tú cuando te digo que debía hacerlo, es tu hermano. —Clara me mira seria, y sé que tiene razón por lo que solo aprieto los labios.

—¿Dónde estamos? —Le pregunto.

—Estamos en casa del alcalde. —Por el rabillo del ojo veo a las enfermeras fruncir el ceño con confusión.

Suspiro y cierro los ojos.

—Doctor, me gustaría que me aplique un sedante, siento que me trituraron.

—De acuerdo señorita.

—¿Cuánto tiempo llevaré esto en mi cuello?

—No mucho tiempo, unos días si todo va bien, es solo para que los músculos de su cuello reposen.

—¿Cuántos días?

—Unos 4 o 5 días, señorita.

Bien, dudo estar aquí más de dos días, Alexandre vendrá por mí y me llevará a casa.




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