La Rosa

Conociendo la ciudad de Mirza

"Mi príncipe, sus hombres ya están listos", dijo el líder de mí guardia privada.

"¿Nadie en el cuartel sabe que voy, verdad?", pregunté.

"Nadie mi señor, hemos manejado todo esto entre nosotros", respondió el líder.

Habían pasado un par de días desde aquella mágica noche que pasé con Elena. Hoy le ordené a mi guardia que se preparara para visitar el cuartel, los torreones y el puerto. Después de salir, los guardias trajeron a Triana, una yegua blanca con manchas café la cual conseguí durante la última campaña militar en la que participé. Monté rápidamente a Triana y nos dirigimos hacia el cuartel. En el camino, nos desviamos por la calle del mercado. La gente de distintos estatus sociales recorría cada rincón comprando frutas, cereales, harina y especias. Los guardias recorrían las calles controlando que nadie robara nada. Los juglares se encontraban alrededor de la fuente central divirtiendo a sus espectadores. Con esta imagen, ¿quién pensaría que los pueblos cercanos, los cuales se encuentran bajo protección de Mirza, estarían solicitando comida?

"Mi príncipe, hay mucha gente por aquí. Sería conveniente ir por otro camino", comentó el líder de mí guardia.

"No es necesario. Bajen todos. Caminaremos. Ustedes lleven a los caballos al otro lado del mercado y esperen", le ordené a algunos de mis guardias.

Tras bajar de los caballos, comencé a caminar alrededor del mercado. "Fruta fresca, proveniente de Daria", dijo un vendedor. Cuando me acerqué, pude ver que las frutas que vendía realmente provenían de la capital.

"¿A cuánto lo está vendiendo?", pregunté mientras recogía dos frutillas color blanco, llamadas pineberry. Aparte de su color, también destaca por su sabor a piña.

"Mi buen señor, cada una vale dos sils de cobre".

"Deme veinte", le dije al vendedor mientras sacaba un sil de plata.

"Muchas gracias, mi buen señor. Vuelva pronto", dijo el vendedor mientras me alejaba con mis guardias. Mientras comía una pineberry, me dirigí al área donde vendían joyería. Tras ingresar a un pequeño local, lo primero que vi fue una diadema decorada con pequeños diamantes y esmeraldas.

"¿Qué hace un niño en un lugar tan elegante como este? ¡Largo de aquí!", dijo una persona. Los guardias intentaron atraparlo, pero los detuve antes de que se movieran y seguí revisando los anillos, collares y pulseras. El hombre, al ver que lo ignoraba, se apresuró a donde estaba e intentó sujetarme del hombro. Pero para su sorpresa, mis guardias lo sujetaron antes.

"¡Suéltenme! ¡No saben quién soy! Si no me sueltan, hablaré con el príncipe. Él y yo somos cercanos", dijo el hombre, captando mi atención.

"Así que conoces a Su Alteza Imperial", dije fingiendo asombro.

"Sí, mi prima está comprometida con él. Si el príncipe se entera de esto, hará que lo expulsen", dijo el hombre pensando que está a salvo.

"Entréguenlo a los guardias, que lo encierren", ordené y me di la vuelta.

"No pueden hacer esto, no he cometido ningún crimen", gritó el hombre mientras lo sacaban del local, captando la atención de la gente que caminaba por fuera.

"¿Qué sucede aquí? Sueltenlo", dijeron un par de guardias que escucharon los gritos.

"Ese hombre será encarcelado hasta que aprenda de su error", dije, haciendo que los guardias me miraran.

"¿Quién cree que es para dar esa orden?" La arrogancia del guardia no me sorprendió después de todo lo que he visto los últimos días.

Mientras sacaba me colocaba el emblema imperial, le hice una señal al líder de mí guardia, el dio unos pasos y habló: "Atención, Su Majestad Imperial el Príncipe Arthur Nabókov, decimotercer candidato al trono del Imperio de Bizandria". Tras observar el emblema y escuchar lo que dijo el líder, todos los presentes se giraron a mí y me reverenciaron.

"Pueden levantarse y continuar con lo que estaban haciendo. Los demás, es hora de ir al cuartel".

"Mi príncipe, perdóneme, yo no sabía quién era usted", dijo el hombre, pero lo ignoré y continué hasta llegar a donde estaba Triana. No tardamos más de quince minutos cuando llegamos al cuartel.

"Abran la puerta y díganle a su comandante que se dirija al patio", ordené, y los guardias, tras ver el emblema imperial, abrieron la puerta y buscaron al comandante. En el interior se encontraban los soldados y reclutas entrenando. En ese momento, el comandante salió y todos los soldados se formaron.

"Mi príncipe, bienvenido al cuartel de Mirza".

"¿Cómo están nuestros hombres?"

"Me complace informarle de que este año hemos recibido a muchos buenos reclutas y el Marquesado de Nara nos ha enviado a un recluta bastante prometedor".

"Me gustaría ver un combate entre sus mejores reclutas".

"Como guste. Todos los reclutas despejen el patio. Murat y Dozon al patio, ustedes dos traigan dos espadas de verdad". Tras la orden, los reclutas abandonaron el patio, dejando únicamente a dos reclutas a quienes se les entregó una espada. "Quiero un enfrentamiento limpio. Comiencen". Tras la señal de inicio, el primero en moverse fue Dozon, quien atacó con fuerza a Murat. Debido a una abertura, Murat lo esquivó y obtuvo suficiente distancia. Sin quedarse atrás, Dozon se giró y atacó nuevamente. En esta ocasión, ambas espadas chocaron con fuerza. Durante los próximos minutos, pude contemplar el nivel de batalla que poseían estos dos reclutas. Durante la demostración, consideré que ganaría Dozon, pero para mi sorpresa y la de todos, Murat utilizó una serie de fintas las cuales consiguieron engañarlo y dejándolo desprotegido. Cuando el combate terminó, comencé a aplaudir lentamente al mismo tiempo que me levantaba y me acercaba al patio.

"Felicidades, Murat. Veo que lo que me dijo la otra noche no era una mentira. Comandante, me impresionan las habilidades que han adquirido estos reclutas, quiero que cada semana me envíe un documento informando del avance de ellos dos."

"Como ordené, mi príncipe ¿Le gustaría ver otro combate?", preguntó el comandante.




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