La Rosa

La ciudad de Sarabia

"Mi príncipe, un marinero ha venido a informar que su barco ya está preparado".

"Está bien, vamos a la sala del trono". luego de ingresar a la sala del trono, me encontré con mi padre, mi madre y mi prima esperándome. "Padre, Madre, vengo a despedirme, el barco ya está preparado".

"Cuídate mucho, hijo mío. Con la escrófula bloqueando nuestros puertos y con nuestros vecinos moviendo tropas tan cerca de nuestra frontera, debo regresar a la capital".

"No se preocupe, padre. Informaré de cualquier avance relacionado con la enfermedad. Padre, si no es problema, me gustaría llevar a un recluta conmigo".

"Si lo consideras conveniente, puedes hablar con el comandante".

"Se lo agradezco".

"Cuídate mucho, mi niño. No quiero volver a perderte". comentó mi madre, la cual se había puesto de pie y se acerco a mi.

"Madre", le dije antes de abrazarla. "No te preocupes, regresaré al imperio a salvo. Los señores están de mi lado".

"Arthur", dijo Nadia mientras me tironeaba.

"Volveré lo más pronto posible. Cuídate mucho y recuerda, no te acerques al puerto".

"Quiero ir contigo".

"No es posible. Me dolería mucho que te enfermaras por mi culpa".

"Pero..." la silencié antes de que intentara convencerme.

"Quiero que cuides la ciudad en mi ausencia, eres la única en quien confío", le dije antes de abandonar la sala del trono. Después de llamar a mi guardia, fuimos directamente al cuartel.

"Atención, su majestad el príncipe Arthur", dijo el nuevo líder de mi guardia en cuanto ingresé al cuartel. Para mi sorpresa, el primero en aparecer fue el comandante.

"Mi príncipe, bienvenido".

"Llame a Dozon y a Murat", le dije mientras caminaba a la oficina del comandante.

"Aquí están, mi príncipe".

"Dozon, estoy por salir de Mirza y me gustaría que tú me acompañaras. Murat, el comandante me ha informado sobre tu entrenamiento y que ya nadie puede darte lucha. Por esa razón, me gustaría que te encargues del cuidado y protección de mi prima, ya le informe a la guardia dorada que te enviaría. Por último, comandante, he recibido información de una serie de incidentes ocurridos en los albergues de la ciudad. ¿Podría explicar lo que sucede?".

"Perdone, mi príncipe. Debido al tamaño de la ciudad y con la enfermedad en el puerto, el gobernador redujo los salarios y ordenó que los guardias dejaran de custodiar las áreas más pobres y que se centraran en las áreas de mayor importancia. Por esa razón, los albergues quedaron sin protección".

"Escuche, el dinero destinado a la protección de la ciudad es más que suficiente, si necesita hombres utilice a los del cuartel o solicite soldados de la capital", le ordene.

"Como ordené" dijo casi de inmediato

"¿Sabe algo de lo ocurrido con los barcos desaparecidos?"

"Si mi príncipe, los soldados quemaron uno de los barcos el cual encalló en la playa, el otro barco fue hundido por un grupo de Liopleurodones

"Con eso la enfermedad sigue controlada, esta es la última orden que le daré antes de abandonar la ciudad. Usted, junto a sus hombres de mayor confianza, deberán proteger a Elena Capell, a las hermanas Claw, a las hermanas Conti y a las hermanas Fiore".

Después de abandonar el cuartel, fui hasta el puerto militar. En el puerto me informaron que cuatro galeones custodiarían mi navío de línea. "Icen las velas, leven el ancla, oficial de cubierta al timón", comenzó a ordenar el capitán. Poco tiempo después, el navío abandonó el puerto y comenzó el gran viaje hacia el califato. Luego de cuatro largas semanas de viaje, ingresamos a territorio Macenio.

"Mi príncipe, el capitán me informó que dentro de dos días podremos ver la ciudad de Sarabia", comentó Dozon.

"Es extraño, hace poco ingresamos a aguas Macenias y aún no ha aparecido ningún barco para detenernos"

"Los marineros piensan igual, creen que algo ha sucedido".

"Dile a los médicos que preparen todo lo necesario, es posible que toda la ciudad sucumbiera a la enfermedad"

Después de dos días, el vigía nos informó que ya podíamos ver la ciudad de Sarabia. Nos encontrábamos a menos de tres horas de la ciudad cuando todos comenzaron a preocuparse.

"Todos, estén atentos, informen de cualquier actividad", ordenó el capitán después de observar que una parte de la ciudad parecía haber sido consumida por el fuego.

Los galeones se adelantaron y comenzaron a apartar los restos de barcos hundidos, permitiendo que mi navío pudiera ingresar al puerto sin ninguna dificultad. En cuanto llegamos al puerto, los primeros en desembarcar fueron los marineros, los cuales registraron la zona. Al final del puerto se encontraron con no más de cinco Dunarios, los cuales intentaron detenerlos sin ningún éxito.

"Médicos, revísenlos. Los demás, busquen a cualquier superviviente. Dozon, tú y mi guardia me acompañarán a la mansión del bey. Debemos saber si alguien sigue con vida", después de dar las órdenes, comenzamos a marchar hasta la mansión. Mientras más nos adentrabamos en la ciudad, nos encontrábamos con más cruces pintadas sobre las puertas, marcando que se encontraban infectados.

"Mi príncipe, debemos ir con cuidado, nos observan", indicó Dozon mientras señalaba las ventanas de las casas.

"Mi príncipe, según el mapa que obtuvimos en la oficina portuaria, el mercado se encuentra en esa dirección", comentó un marinero.

"Regresa al puerto, dile a los marineros que comiencen a inspeccionar las casas y que los médicos atiendan a los enfermos y necesitados. Después de dar vueltas durante horas debido a que la ciudad fue construida en forma de laberinto, conseguimos llegar a la mansión del bey. La puerta a la mansión se encontraba custodiada por muchos Dunarios, los cuales no parecían enfermos".

"Alto, si se acercan dispararemos", dijo un Dunario el cual nos apuntaba con una ballesta.

"Soy el Príncipe Arthur Nabókov, heredero al trono de Bizandria. El bey regente solicitó ayuda al imperio para combatir la infección". Tras decir la razón por la que estábamos en la ciudad, los Dunarios bajaron sus ballestas y abrieron la puerta.




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