La Rosa Blanca

Ellos se van, el pasado regresa

Rosa mira reflexiva un viejo libro, sentada en su sillón frente a la ventana. Hay tantas preguntas que le gustaría resolver...

Sus recuerdos viajan lejos, a un tiempo que ya no ha de volver. ¿Por qué la vida es tan injusta? ¿Por qué le tocó a ella sufrir tanto? ¿Por qué el destino parece odiarla? Perdió a su amado y a su marido en menos de un año. Se quedó sola con un niño pequeño y un negocio que sacar adelante. Poco a poco se fue consumiendo en su tristeza encerrándose en un luto eterno. Y ahora llega ese extraño a remover el pasado.

Sus manos acarician el lomo del libro, la cubierta y, después la primera página. Ese fue el último regalo de Eric le hizo antes de su desaparición. Una recopilación de los mejores poemas de amor escritos hasta aquel momento, dedicado por él personalmente. En su opinión, el mejor poema de todo el libro.

¿Por qué alguien se interesaría por él después de tantos años? ¿Por qué iría a molestar a una vieja cansada y remover sus recuerdos? Debería dejarla sumirse en su nostalgia y no volver a perturbarla.

Sus dedos se pasean por las amarillentas páginas. ¿Cuántas veces ha acariciado la suavidad de aquel papel desgastado y áspero?

La mujer suspira y una lágrima solitaria se resbala por su mejilla hasta caer sobre el libro. ¿Qué derecho tiene ese tal Cristian para remover su pasado?

Rosa toma una decisión.

Pase lo que pase, ese hombre no logrará alterarla.

           

Cristian da vueltas por su despacho pensativo.

Ha vuelo a entrevistarse con Rosa esa misma mañana, pero ella no estaba dispuesta a hablar.

-Lo siento, Cristian. Es cierto que tuve una relación sentimental con un pirata. Sin embargo, no he vuelto a tener relación con ellos desde que Eric desapareció. Supongo que lo que busca es un tesoro pirata. ¿Puedo preguntarle por qué cree que yo puedo saber dónde lo escondió? Además, de saberlo, jamás se lo diría a un cazatesoros al que no conozco de nada. Si le he concedido esta entrevista es solo por educación. Pero no quiero volver a saber nada de usted. No le concederé una tercera entrevista.

Necesita un plan. Está seguro de que esa mujer sabe más de lo que quiere hacerle entender. Le parece imposible que Eric no le contase sus secretos a su amante. Es cierto que ella tiene razón, los piratas no comparten cierta información con cualquiera. Sin embargo, es sabido que él estaba ahorrando para fugarse juntos, o eso dicen las habladurías. Por tanto, debe tener una fortuna escondida en algún lugar. No se cree que ella no sepa de su existencia.

Por otro lado, tampoco ha podido extraer más información de sus indagaciones en la ciudad. Visto que, de momento, está atascado, tal vez sería bueno desaparecer. Mientras piensa un plan se alejará de la costa. El barco pirata permanece escondido fuera del alcance de las autoridades que lo creen rondando por alta mar, pero cerca de la ciudad. Sin embargo, él es un personaje público, puede ser reconocido en cualquier momento y ya se ha expuesto demasiado. Es mejor que crean que se han ido en busca de otros puertos donde atracar antes de que alguien pueda asociarle con el barco. Es bueno con los disfraces, pero uno no puede ocultarse eternamente. Quedarse demasiado tiempo es correr riesgos. Se marcharán con el amanecer y volverán cuando haya tramado un plan para hacer hablar a Rosa. Porque eso lo tiene claro. La siguiente vez que la vea ella debe confesarle todo lo que sabe, quiera, o no quiera hacerlo.

                           

Un ruido en la ventana la despierta a media noche.

-Nicolás –le llama intentando no levantar la voz- ¿Qué haces aquí?

-Venía a despedirme, mañana nos vamos. Mi familia no suele quedarse mucho tiempo en el mismo lugar –anuncia él con un tono de tristeza en la voz.

- ¿Volverás? -pregunta ella desde la ventana. Apenas se han visto un par de veces desde que se conocieron, pero tiene la sensación de que sería una pena no obtener su amistad.

-Eso no depende de mí -le revela él-, pero espero que nuestros caminos vuelvan a cruzarse. La próxima vez que nos veamos me gustaría poder encontrarte de mejor humor. Prométeme una cosa.

- ¿El qué? -pregunta ella curiosa.

-Que no dejarás que el asunto ese del estúpido conde te afecte. No te conozco apenas, pero sé que vales más de lo que crees. Me lo dice mi intuición. Veo en ti una chica fuete, pero dulce y sensible a la vez. Si ese tal Guillermo no lo sabe valorar, él se lo pierde.

-Muchas gracias Nicolás. Te prometo que no dejaré que me afecte.

Ana le sonríe en la oscuridad. Por suerte, él no puede apreciar el sonrojo de sus mejillas. Apenas le conoce, sin embargo, él ya ha aprendido como hacerle sonreír. Tras un corto silencio, la joven parece querer añadir algo más. Duda un instante y, finalmente, cambia de idea. Se despiden con pocas palabras y Ana vuelve a cerrar la ventana.

La muchacha se tumba de nuevo en la cama y por primera vez en mucho tiempo siente que echa de menos tener alguna amiga a su lado. Es cierto que tiene a Daniel, pero no es lo mismo. Ojalá las chicas de la alta sociedad del pueblo no fuesen tan..., repipis, tontas y presumidas. Además, nunca les ha caído bien. Tampoco ha tenido la posibilidad de hacer amigas en la ciudad. No tuvo la oportunidad. Daniel es su amigo solo porque su padre era informante y, ahora lo es el muchacho. Por otro lado, ¿qué daño podía hacerle un amigo? Mientras cumpliese con su deber y no olvidase su lugar, su amistad con Daniel no corría peligro.

¿Y qué opinarían de Nicolás? ¿Aceptarían que fuesen amigos? ¿Volvería a verle? ¿Había hecho bien en confiarle sus miedos y preocupaciones? ¿Sería de fiar? Demasiadas preguntas a las que buscar respuesta, demasiado en lo que pensar.

El cansancio se va apoderando de ella y, finalmente, no puede evitar quedarse dormida.
                              

-Al parecer los piratas se han marchado. Aseguran haber visto el barco a varias millas de aquí. Esta vez no hemos tenido que lamentar casi perdidas –asegura Peter a su familia mientras almuerzan todos juntos en el comedor.



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En el texto hay: romance, amor, piratas y tesoros

Editado: 04.10.2020

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