La mañana siguiente fue especialmente silenciosa y tranquila, algo que Amy agradecía ya que Judy los años pasados se había esforzado por despertarla saltando sobre su cama y cantando "Feliz cumpleaños" a todo volumen. Aunque ahora Amy estaba tranquila y relajada notablemente feliz, decidida a iniciar bien la mañana de su cumpleaños.
Estiró todo su cuerpo y bostezó dando vueltas sobre la cama, suspiró fuertemente para luego incorporarse poco a poco. Se permitió observar a su al rededor como si quisiera encontrar algo fuera de lugar aunque sabía que no lo encontraría; así que se puso de pie y cruzó la puerta de la habitación para poder salir.
El pasillo estaba desierto, había dos habitaciones a sus dos lados que eran las de Rebecca y Brooke, ambas puertas estaban abiertas y no había señales de que estuvieran allí.
Algo confundida por el raro silencio en la casa, siguió su camino hasta las escaleras. Notó que las luces estaban encendidas y entonces se dio cuenta que la luz del día no era suficiente para iluminar el lugar... Porque los rayos del sol no estaban.
Se detuvo en seco y miró a todos lados. Las persianas de ambos lados del pasillo estaban cerradas y oscuras sin ninguna señal de luz diurna, volvió la vista hacia atrás y entendió que lo raro o extraño que estaba buscando en su habitación lo había encontrado en el resto de la casa.
Aún no amanecía.
—¿Tiana?— Llamó alzando un poco la voz, comenzando a bajar de a poco en poco el primer escalón intentando con cierto temor, mirar a través de los barrotes del barandal de la escalera — ¿Rebecca?
No obtuvo ni un sólo ruido como respuesta. Dudosa, siguió su camino notando el frío del alfombrado con cada paso que bajaba; llegó a la mitad de éstas, la sala ya era totalmente visible y todo parecía normal, tal y como lo habían dejado hace tan sólo unas horas. La laptop de Brooke estaba aún sobre la mesa de centro, las ventanas cerradas... Pero seguía sin notar la presencia de alguien allí, algo que ya comenzaba a preocuparle.
Terminó de bajar los escalones. Al analizar mejor la puerta de entrada que estaba a tan sólo unos pasos de ella, notó que estaba cerrada, pero el seguro donde se pasaba la llave estaba abierto.
Un leve sonido de algo siendo arrastrado se oyó por unos segundos, algo que la hizo estremecer. Giró su cabeza hacia donde creía haber escuchado aquello: la cocina estaba oscura y desierta, se podía ver claramente la silueta del comedor y los muebles que se encontraban en las esquinas. Amy se mantuvo inmóvil, poniendo atención por si el ruido volvía a escucharse.
Y si, otro sonido se dejó oír pero ésta vez era como si algo raspara el suelo varias veces, como si fueran pasos arrastrados acercándose más y más.
Dio dos pasos hacia donde ella seguía mirando con temor, sus pies descalzos a ésta altura ya estaban totalmente fríos. Decidió acercarse lentamente esperando -por alguna razón que ella misma desconocía- encontrarse con lo peor.
No dijo ni una sola palabra aunque pensaba hacerlo, y menos lo hizo al ver una gran figura oscura y ancha detrás de la mesa de madera. No tenía forma para ella pero aún así en cierta forma lograba aterrarla.
Comenzó a temblar al escuchar ése sonido conocido...
El sonido de un gruñido profundo.
La oscuridad de ése lugar se iluminó apenas un poco dejando que la imponente figura mostrara un par de centelleantes ojos amarillos mirando a Amy fijamente. Ella pudo notar, a pesar de la distancia que las pupilas de esos brillantes y grandes globos oculares estaban amplias profundamente negras.
Otro gruñido sonoro se escuchó más fuerte que el anterior, por reflejo Amy retrocedió apenas un medio paso gracias a sus piernas flaqueantes. Pasaron unos eternos segundos hasta que un estruendo junto en el grito de ella se oyeron por toda la casa: la "figura negra" había dado un salto sobre la mesa quedándose ahí aún sin dejar de mirar a la chica rubia, lo que provocó que algunas sillas salieran disparadas a otros lados. Amy había caído al suelo queriendo gritar de nuevo pero cada parte de su ser estaba congelada y detenida por el pánico de no saber qué podía hacer.
El enorme lobo asomó más su peluda y negra cabeza dejando que un poco de la luz del a sala lo iluminara. Mostraba los filosos y anchos dientes mientras seguía produciendo gruñidos más leves y al exhalar se notaba un espeso humo que causó que los nervios de Amy fueran mayores. Intentaba poder calmarse, ponerse de pie y salir de la casa corriendo pero el lobo la miraba tan fijamente que suponía que hasta vigilaba si ella moviese un dedo: lo que le complicó aún más la situación.
Parecía eterno el tiempo que pasaba tirada frente a aquella bestia sin que ésta dejara de mirarla gruñiendo y bufando, Amy dejó de mirar hacia todos lados por un momento y observó fijamente los amarillos ojos del lobo sosteniéndole la mirada con temor; aunque el imponente animal no se inmutó por esto, salvo que se limitó a soltar otro ronco y profundo gruñido.