—Así que todo este tiempo… todo fue una mentira.
Los ojos de Stella estaban llorosos, pero, ¿por qué? Yo era el que estaba sufriendo ahora mismo frente a ella. Me había elevado y dejado caer.
—Sé que esto se ve mal, pero déjame explicarte…
Intentó tomarme de la mano, pero ante el primer roce yo la esquive.
—Siempre fui tu segunda opción.
Stella se quedó callada y me miró horrorizada. Lo había dicho, así es como me sentía ahora mismo. Yo siempre era el segundo hijo, el segundo en ser considerado, la segunda opción. Creía que para Stella era el primero, pero esto…
—Tú no… ¡Dorian, no! No pienses eso de mí, ¡tú jamás…!
Pero yo ya no quería escuchar, me daba dolor de cabeza todo esto y no estábamos llegando a ningún lado. Lo mejor era que me marchará y le dejará pensar un poco.
—Do…
—Su alteza —interrumpí colérico—. De ahora en adelante me llamarás como “su alteza”.
Entonces me di la vuelta y salí de su casa.
Para este punto mis manos temblaban y sentía un nudo en la garganta. Esta horrible sensación arrasaba mi cuerpo y yo me sentía tan impotente como culpable. Si tan solo… si tan solo hubiera negado mis sentimientos desde un principio.
Al salir, solo pude sentir la fuerte sensación de ser observado, quizá por las casas cercanas, pero no eran esas acciones las que me molestaban, era en especial la de Stella.
Una parte de mí pedía huir y otra que por favor ella estuviera detrás de mí para decirme que todo era un error. Que era mentira. Que esto no estaba pasando, pero al mirar de reojo… ni siquiera estaba ahí.
Un nuevo vuelco en el corazón me hizo temblar. Por instinto corrí directo a la limusina que me esperaba afuera de la casa. Subí sin decir palabra alguna y el chofer comprendió que no quería hablar, así que solo le pedí que entráramos por la puerta trasera, no estaba de humor para ver a nadie.
No solo tenía un coctel de emociones en este momento, sino también quería evitar a toda costa a mi padre y a mi estúpido hermano… ese imbécil había ganado.
Stella era lo que más quería y también tenía que ser para él.
No solo me sentía imbécil, también engañado y devastado.
En cuanto llegue al castillo, usé el único camino que conocía donde no pudiera ver a nadie. Iba tan molesto que ni siquiera podía saludar a los pocos sirvientes que me encontraba en mi camino, pero la sensación no termino ahí. Apenas entre cerrando de un portazo me desplome. Me apoye de ambos brazos en la mesa de a lado y solo observe como las lágrimas caían sobre la madera, el pecho me dolía, bastante, mucho más de lo que creía.
El enojo había cesado para abrir paso a la tristeza. Todo era mentira, una vil mentira. Todo este tiempo, todos estos años. Yo, yo y yo había estado para Stella desde niños.
Yo la había visto molesta, yo la había visto contenta, yo estuve ahí cuando perdió a su padre… yo la amaba con o sin título… yo había luchado contra mis sentimientos por creer que podía protegerla, yo que me regocijaba como el más feliz por saber que era correspondido y hasta en eso me equivoqué, porque yo no era el objetivo y nunca lo fui… una vez más solo era el segundo en todo, aquel que no podía aspirar a más, ni siquiera con la persona que creí que me amaba...
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Editado: 12.08.2025