La rueda del cielo

8 - Las voces de Samhain

La tercera noche de luna llena, mientras la comunidad celebraba el Samhain, la tercera cosecha y el comienzo de los días oscuros, tres figuras se adentraron en el bosque, vestían pieles y llevaban sus rostros pintados, pues así podían comunicarse con los espíritus. Cada cual llevaba también una ofrenda en forma de comida y una vela para guiar su camino por las sombras.

Los tres compartían una profunda tristeza, pues cada uno había perdido a un ser querido: Eileen, quien era una doncella hermosa de largos cabellos rizados, había perdido un año antes al hombre que amaba. Algunos decían que se internó en el bosque y que fue llevado por las hadas. Killian, por su parte, que aspiraba a convertirse en un gran guerrero, había perdido a la mujer con quien se iba a casar, al ser atacada por unos lobos cuando fue por agua a un río cercano. Alanis, por otro lado, era una mujer hábil con las hierbas, pero no había podido salvar a su hijo de una extraña enfermedad.

Los tres marchaban por el bosque intentando no alejarse, pues era bien sabido que aquella noche, los espíritus del otro mundo podían vagar libres por el nuestro, y esa misma era la esperanza de aquellas tres valientes y tristes almas que esperaban reencontrarse, al menos por una noche, con aquel ser a quien perdieron.

Una niebla espesa los fue envolviendo a medida que se adentraban más y más. El grupo se guiaba con la luz de sus velas, pero aquella bruma grisácea los cubrió con una asombrosa rapidez. Alanis intentó pedirles que se tomaran de las manos para no separarse, pero para cuando lo hizo, no podía ver nada a su alrededor y las luces de sus dos acompañantes se habían perdido.

Eileen se encontró completamente sumergida en la espesa niebla, pero una voz la llamó por su nombre y al voltear, en la distancia distinguió una luz y fue siguiéndola esperando encontrarse a alguno de sus compañeros. La luz la guio lejos de la niebla y al salir, pudo ver el resplandor brillante de la luna más allá de las copas de los árboles. Se dio cuenta que la luz que había seguido no era de sus compañeros, venía de más allá, entre los árboles, en un claro del bosque. Caminó hacia allí entre el sonido de rítmicos cantos y creyó escuchar de nuevo que alguien pronunciaba su nombre, pero esta vez pudo distinguir mejor aquella voz, era Mael, el hombre al que había amado y que había desaparecido.

Killian también había perdido el rastro de sus dos compañeras, por lo que las llamaba con insistencia mientras trataba de salir de la niebla. Intentó encontrar alguna señal de ellas, pero lo que escuchó a sus espaldas le produjo un escalofrío. Aún no podía ver nada, pero una suave y dulce voz lo fue guiando hasta lograr salir de la niebla, Allí, en medio de los árboles, distinguió una silueta que se asomaba entre las sombras de la vegetación y tuvo la completa certeza de que se trataba de Maeve, su amada, aún antes de que la luz pálida de la luna iluminara su rostro.

Alanis se había quedado muy quieta en aquel mismo lugar y esperó mientras la niebla se fue disipando, pero cuando la bruma se fue, ni Eileen ni Killian estaban con ella. Comenzó a sentir una sensación de frío que fue subiendo por su espalda y de pronto, un susurro tímido la llamó de entre los árboles. Se paralizó por un instante y aquella voz volvió a llamarla, pero no por su nombre. La llamaba “mamá”.

Eileen, mientras tanto, llegó al claro del bosque de donde provenía la música y los cantos, encontrando un numeroso grupo de doncellas que danzaban y cantaban alrededor de una chispeante hoguera. Eran hadas y todas sus miradas se dirigieron de inmediato hacia Eileen, que por un momento se llenó de temor, pero aquellos hermosos rostros le sonrieron con dulzura y fueron acercándose sin dejar de bailar.

Una de las hadas le tendió la mano, pero Eileen retrocedió. Las hadas se miraron unas a otras y con rápidos movimientos comenzaron a rodear a Eileen. Ella comenzó a preguntar dónde estaba Mael y si era cierto que ellas se lo habían llevado, pero las doncellas continuaban danzando, cantando y sonando sus instrumentos, con incesantes risas que parecían irse tornando burlonas y estridentes.

—¡Devuélvanme a Mael! —les pidió Eileen, pero las hadas solo reían y reían, formando un círculo a su alrededor y cuando ella intentó escapar, la sujetaron fuertemente de las manos y la obligaron a danzar con ellas, mientras la música y los cantos se iban tornando en sonidos demenciales y las risas se transformaban en carcajadas desquiciadas.

—¡Suéltenme, auxilio! —se esforzaba Eileen en gritar, pero sus esfuerzos fueron inútiles y lentamente, las hadas la fueron arrastrando hacia lo más profundo del bosque, mientras canturreaban delirantes cánticos y dejando atrás una hoguera que comenzaba a extinguirse.

Lejos de allí, Killian se había encontrado con su amada, corrió a abrazarla y acarició su rostro con sus manos, pero la silueta pálida de Maeve mantenía una sonrisa apagada y tenue, con su mirada dubitativa, casi triste. Cuando Killian le preguntó el motivo de aquella tristeza, Maeve le comentó que aquello que más esperaba con ilusión era el día de su boda, pero el destino y la muerte le había arrebatado tal alegría. Ahora todo era sombras para ella y solo la consolaba aquel breve reencuentro.

—No, por favor, no quiero que estés triste —le dijo Killian— dime si acaso existe algo que pueda hacer, para aliviar tu sufrimiento.

Maeve tomó a Killian de la mano y echó a caminar junto con él. Comenzó a relatarle sus fantasías y las ilusiones que tuvo en vida, las alegrías que vivió por su amor y lo mucho que anhelaba que estuvieran juntos. La melodiosa voz de su amada, fue sumiendo a Killian en un sueño fantástico, y perdido en los recuerdos de los días felices que pasaron, dejó que ella lo llevara de la mano hasta que los árboles fueron quedando atrás y el terreno se fue volviendo irregular, pero no había nada más para él, solo la hermosa mirada de la que una vez fue su prometida y la alegre sonrisa que por fin vio en su rostro, justo en el instante en que los pies de Killian no encontraron más suelo firme y el joven se precipitó hacia el fondo de un acantilado.



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En el texto hay: magia druida magos y brujas, wiccan, rituales

Editado: 05.11.2020

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