Un pingüino muy valiente (2 parte)

Entonces, sujetando la soga con firmeza, pasó frente a las tortugas que esperaban escondidas detrás de la puerta abierta de la bodega. La tortuga mayor tomó la soga que llevaba el pingüino, y el resto de las tortugas, de la más grande a la más pequeña, se tomaron de las manos, o mejor dicho de las patas, y con el impulso del pingüino todas las tortugas salieron disparadas hacia adelante, arrastradas por el pingüino que iba de acá para allá resbalando por el suelo. Hasta que todas ellas enfilaron hacia unos de los cajones de madera que usaron a modo de rampa…. el pingüino se hizo a un lado justo a tiempo… y con el impulso que traían todas las tortugas, tomaron aquella rampa a gran velocidad y volaron por el aire… más allá de cubierta… ¡y cayeron al agua! ¡Eran libres, otra vez, las tortugas!

El pingüino se preparó para saltar al agua él también, de un salto se paró sobre la caja de madera que habían utilizado las tortugas, pero el cazador de mameluco amarillo lanzó unas redes y logró atraparlo justo cuando el pingüino estaba en el aire. El pingüino alcanzó a ver, en la superficie ondulante de las olas, como las tortugas se alejaban del barco. El plan había sido un éxito, las tortugas habían sido liberadas, pero nuestro pingüino había quedado atrapado en aquellas redes, a pocos metros del agua. ¡Que cerca había estado nuestro pingüino de lograrlo…! El cazador de mameluco amarillo se asomó por cubierta, y al ver al pingüino colgando en sus redes emitió un grito de satisfacción.

-¡Vas a pagar por lo que has hecho, pingüino…! Dijo el cazador.

Sin embargo, nuestro pingüino, atrapado en las redes como estaba, se sintió feliz por las tortugas que habían logrado escapar.

-Naden tortugas… murmuró el pingüino. Vuelvan a sus playas con sus

amigos. Y el rastreador en su aleta le respondió con el parpadeo de su luz roja.

Las tortugas nadaron todas juntas por un momento, pero luego se separaron

y cada una tomó un rumbo distinto, hacia la playa donde pertenecían.