El pingüino y la gaviota caminaban por un sendero muy estrecho, ya dentro del bosque, donde la luz del sol apenas lograba atravesar la fronda de los árboles, veteando de luces y de sombras las hojas de las plantas alrededor, como lo haría el reflejo brillante de una esas bolas de espejos que suele haber en los salones de fiestas. A pesar de que llevaban un rato caminando, todavía no se habían cruzado con ningún otro habitante del bosque, cuando de repente el pingüino se detuvo.
-¡Alto! dijo el pingüino, y levantó su aleta para que la gaviota no diera un solo paso más. Escuché unas pisadas, alguien anda por ahí…
Los dos se quedaron inmóviles, ahora apenas respiraban. Miraban la maleza crecida hacia ambos lados del sendero. El silencio era total. El pingüino y la gaviota tenían la sensación de que alguien los estaba observando. Estaban en peligro, lo sabían bien. Y de pronto el rastreador que el pingüino llevaba en su aleta emitió un pitido… ¡Piiiiiiiip! Y su luz roja encendió el aire en el que estaban sumergidos. Entonces, casi sin que se dieran cuenta, un tigre saltó desde lo alto de un árbol y se paró desafiante delante de ellos.
-¡Hola! ¡Ey! dijo nerviosa la gaviota al ver al tigre caer a tan solo unos centímetros de ella ¿Te has caído de ese árbol…? Quiero decir… Yo soy una gaviota, y él es mi amigo… obviamente no es otra gaviota… es un pingüino, aunque técnicamente también es un ave… pero no tiene alas… y los dos estamos buscando….
-¡¡Silencio!! rugió el tigre.
-Creo no es momento de presentaciones, le dijo por lo bajo el pingüino a la gaviota.
-¿Qué están haciendo aquí? Preguntó el tigre con vos de tigre enojado. Ustedes no pertenecen a este bosque.
Al ver al tigre así, con su peligrosa boca abierta, donde unos enormes colmillos brillaban de forma amenazante, la gaviota pretendió alejarse del sendero donde estaban, pero el tigre dio otro salto y le impidió el paso.
-Pollito… ¿A dónde crees que vas…? dijo el tigre.
-¿Pollito? ¡Ey! Yo no soy ningún pollito ¡Soy una gaviota!, dijo la gaviota enojada.
-¿Así? Pues a mí me da igual... dijo el tigre rodeando a la gaviota. Creo que primero voy a comerme a este pollito… y luego seguiré con este otro… ¿Qué cosa dijiste que era?
-…tú puedes llamarme como quieras, dijo el pingüino temblando. Sólo estamos buscando a una amiga tortuga…
-Mmmmm…, el tigre pensó un momento. ¿Qué clase de tortuga están buscando…?
-Una muy inteligente, dijo el pingüino. Necesito que me ayude a quitarme este rastreador de encima…
El pingüino levantó su aleta y le mostró al tigre el aparato que servía de rastreador con el que los cazadores furtivos podían localizarlo en cualquier momento. Pero al escuchar estas palabras, la actitud del tigre cambió por completo, porque recordó a su amiga la tortuga, la vez que lo había salvado de ahogarse en el mar. Y al mismo tiempo recordó también la promesa que le había hecho aquella noche.
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Editado: 15.06.2024