La saga del Heraldo

Capítulo 8

Esa misma noche, Taub se dirigía hacia el sacerdote, que se encontraba junto a la cama de su amigo Monroe, que seguía recuperándose.

Había hecho que uno de sus hombres siguiera al calvo para saber quién era y qué hacía en la ciudad, pero no había recibido novedades de él hasta más de un día después. Aunque lo que le había contado era sin duda muy interesante.

Después de una escena confusa en las afueras, su hombre prefirió seguir a uno de los integrantes de vuelta a la ciudad, ya que se le veía tan excitado como asustado. Y el tiempo demostró que había sido la decisión correcta, ya que una vez que se encontró entre los muros de la ciudad, aquel hombre, un maestro de la universidad, más tranquilo, se había reunido con distintas personas con las que compartió los acontecimientos de los días anteriores.

Había un mago.

Taub llegó a la cama de su amigo y se colocó al lado del sacerdote, mientras le susurraba lo que había descubierto.

El meridional ya se encontraba mejor pero seguía necesitando descanso. No muy lejos de allí, Hosco dormitaba en otra cama con todo el tronco cubierto de vendajes. Ambos dormían bajo los efectos de las medicinas del padre Vasily.

El sacerdote ya estaba rumiando la información mientras le preguntaba:

- ¿Se han reforzado y puesto bajo vigilancia nuestros agentes, negocios protegidos y demás?

- De nuestra gente ya se ha ocupado Melissa, padre -contestó Taub asintiendo-, así como de los negocios que ella conoce. Yo me he encargado de lo demás.

El padre Vasily asintió con el ceño fruncido. Su mente seguía trabajando a toda velocidad.

- ¿Sabemos de algún tugurio sin reclamar por algún señor del crimen que podamos usar?

Taub lo pensó durante un momento y contestó- Si, creo que hay dos o tres locales así en la ciudad. El sacerdote asintió mientras murmuraba "uhum".

- ¿Y algún informador o soplón conocido de Luca Brisa?

El gorila chasqueó la lengua y negó con la cabeza. Era de todos bien sabidos que Luca Brisa se mantenía oculto a la vista con mucha habilidad.

El padre Vasily dejó de mirar al vacío y resopló contestando- Debemos jugar varias barajas a la vez... la de la criatura, la de Luca Brisa, nuestros recursos y aquellos de los que podamos disponer. Debemos movernos con sumo cuidado e intentar obtener alguna ventaja, como pueda ser la elección del terreno. Y para eso necesitamos un informador.

Taub intentaba asimilar la parrafada mientras volvía a preguntar- Pero, ¿lo quiere para esta noche?

El Padre Vasily negó con la cabeza y le contestó- No... aunque me duela decirlo, necesitamos que esa criatura vuelva a atacar para confirmar mis sospechas y que podamos seguir moviéndonos con libertad. De momento nadie debe correr ningún peligro. Dad alguna ronda esta noche pero no interfiráis, aunque ello suponga que otros mueran.

Taub asintió turbado y se estaba dando la vuelta cuando el padre le hizo una seña. El enorme bruto se detuvo y preguntó:

- ¿Qué se le olvida, padre?

- Decidle a Melissa que siga a nuestros amigos de cerca, allá donde vayan quiero que vaya ella.

- Entendido -contestó Taub asintiendo.

 

 

 Había pasado poco tiempo desde la medianoche, pero en el barrio de los artesanos no se escuchaba un alma, roto el silencio sólo por el ruido de sus tacones contra el asfalto. Notaba la presencia de la criatura siguiéndole los pasos, por las callejuelas y por los tejados.

Luca Brisa le había dicho que debía mermar las filas de todos aquellos que no pertenecieran a su banda y amedrentar algún que otro negocio que acababa de abandonar la "protección" del señor del hampa, pero ella esperaba darle otro fin a la criatura antes de enviarla a hacer sus "recados".

Llevaba un mes en la ciudad siguiéndole la pista a su presa, pero ésta había sabido ocultarse hasta el momento. No pensaba que estuviera escondiéndose de ella en concreto, pero dado el don que poseía todo era posible.

Nadie lo sabía mejor que ella.

Fue la vanidad de su presa la que lo había delatado, o eso esperaba ella. Había conseguido un leve asomo de indicio y lo siguió hasta una sastrería llamada "La aguja de Andersen" que, por su escaparate, confeccionaba ropa para la nobleza de la zona. Y aunque la puerta estuviera cerrada, se veía luz en el interior y se escuchaban voces de varias personas.

Se pasó las manos por el pelo y se estiró levemente el traje, quitándole las arrugas. La criatura saltó de un tejado cercano y aterrizó a su lado sin hacer ruido. Ella la acarició distraídamente mientras alzaba una mano y llamaba a la puerta.

- No los mates demasiado rápido... tengo preguntas que hacer -le dijo a la criatura mientras sonreía.

A la mañana siguiente la ciudad se hizo eco de los acontecimientos de la noche. Tres locales habían sido atacados mientras al menos cinco trifulcas de considerable gravedad habían acontecido entre las bandas de la ciudad.

Era de dominio publico que la lucha de poder entre los señores del crimen estaba acercándose a otro nivel, pero la población intentaba darle un aire de normalidad, como si la cosa no fuera con ellos. Trataban el tema como quien comenta los abusos de la tesorería, la creación de algún impuesto ridículo o alguna guerra en ciernes.

Mientras, la llamada "masacre del cobertizo" seguía en boca de todos. Una docena de personas, guardias incluidos, había muerto mientras los supervivientes y vecinos aseguraban que la responsable de aquella tragedia era una criatura monstruosa, de la cual cada uno daba una descripción distinta.

El comandante de la guardia de la ciudad había decidido no darle más crédito ni peso al rumor, ya que temía lo que pudiera ocurrir cuando se supieran los incidentes de aquella noche en los cuales la criatura había sido avistada de nuevo.

Habían aparecido despedazados varios vagabundos, así como miembros de otras bandas, sobretodo por la zona este de la ciudad. Sin embargo, el crimen que más escándalo provocaría sería el de la muerte de varios miembros del gremio de los sastres que se habían reunido para organizar algunos detalles para la fiesta de la cosecha.




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