¿Vale la pena vivir?

Ashley despertó en una cómoda cama, estaba tapada por muchas mantas, de modo que le costó salir por el peso que estas ejercían sobre su cuerpo. Se abrazó a sí misma cuando se vio fuera del tibio calor.
Hasta que recordó lo que pasó en la noche.
Ashley sintió algo de vergüenza, pero se dio cuenta que le había gustado. El calor de Alexei, su cercanía, los latidos de su corazón, todo eso le había fascinado, tanto, que ella sentía la tonta necesidad de hacerlo de nuevo. Quería más.
Era algo absurdo, ella no podía, Alexei era un gentil caballero, un hombre como él merecía una dulce princesa, no una débil mujer a punto de morir.
La razón, enfrió todo pensamiento sobre él.
Después de arreglarse, se dirigió hasta la sala de estar, la cual estaba vacía, fue hasta la pequeña cocina y estaba de la misma forma, volvió y esta vez, vio un pedazo de papel escrito:
"Ashley: debo ir a hablar con el Alfa Dark Fire para ponernos de acuerdo en cómo proceder, descuida, estoy bien sabiendo que tú estás segura. Hay centinelas y guardianes alrededor, y no estarás sola por mucho tiempo.
La tigresa Alfa irá a visitarte"
Ashley guardó el papel en un bolsillo.
Tomó una taza de café y cuando estaba a punto de ir a lavar, escuchó unos golpes en la puerta.
Cuando fue a abrir, todo lo que pudo ver fue a un pequeño cachorro de tigre.
—Hola Ashley ¿Cómo estás? —le preguntó Sally.
—Em... Bien, adelante, pasa.
—Oh, disculpa la intromisión de mi pequeño, Sebastián es demasiado enérgico.
Ashley miró al cachorro que estaba jugando con la alfombra de lana verde. Su pelaje era blanco con débiles rayas negras y grises a lo largo del cuerpo, sus ojos eran azules y rebosaban de alegría. No pudo evitar sonreír.
—Quería hablar contigo —Sally tomó asiento en el sillón.
— ¿Sobre qué?
—Tenemos todos los expedientes —le respondió con tono serio—. De todos los cambiantes que esos dos infelices atraparon.
Su tono la hizo encogerse.
—Lo siento —Ashley sentía que era una molestia, no debía estar ahí.
La mirada de la tigresa se suavizó.
—Oh no deberías Ashley, sé sobre tu estado de salud, la razón por la que ustedes están aquí. Cualquier cosa que necesites estaremos encantados en ayudar.
El repentino cambio de humor la sorprendió, pero las palabras de Sally eran honesta. La bondad, era lo último que esperaba de una desconocida.
—No debería estar aquí. Yo no quería venir, Alexei me arrastró, está desesperado por encontrar la forma de mantenerme con vida. No entiendo por qué, yo... Yo acepté mi destino.
Sally la miro en silencio, con una suave sonrisa en su rostro, con una calidez que le hacía sentir segura. Le recordaba mucho a Riley.
—La decisión de vivir o morir —le dijo, su voz era dulce—. No es nuestra, al menos no del todo, quieras o no, atravesamos la vida de muchas personas, sin darnos cuenta ellos se aferran a nosotros, y no nos dejarán ir con tanta facilidad si creen que hay forma de solucionarlo.
—Pero Alexei debería entender que no hay cura para lo que tengo.
— ¿Cómo lo sabes? Nunca, nunca dejes de luchar. A veces te encuentras sola, en un mundo demasiado amplio, pero tarde o temprano encuentras personas que estarían dispuestos a dar todo por ti, son ellos quienes te mantienen en la tierra, ellos son tu ancla, la razón para vivir.
Sally vio al pequeño cachorro tumbado de espaldas con la alfombra en su hocico, lo miraba con amor y ternura. De una forma que ella ya había visto antes.
—Pase lo que pase, no pierdas las esperanzas, el chico te quiere, puedo verlo en sus ojos.
Ashley volteó la mirada, sólo para confirmar que lo que había escuchado era real. El semblante de la mujer seguía siendo el mismo, una tranquilidad y calma envidiable. Recordó sus palabras, y un sentimiento extraño se albergó en su corazón, esperanza.
La había abandonado mucho antes de que Alexei la rescatara, y ahora resurgió con fuerza.
—No puedo decirte que sé lo que sientes —continuó la tigresa—. Porque yo no viví lo que tú has vivido, pero sé lo que es el dolor y la desesperación de los miembros de mi clan que desaparecieron. Sus miedos, sus pesadillas... Los que volvieron, se están recuperando gracias a la atención y afecto de sus familiares, de sus parejas.
Ashley oyó cómo la tristeza teñía la voz de Sally.
— ¿Hay algunos que no regresaron?
—Sí, diez para ser exactos. La hermana de Gabriel, Rosalie, estaba entre ellos.
Sintió unas garras sobre su pierna, el cachorro intentaba subir al sillón, Ashley lo tomó con delicadeza y lo puso sobre su regazo. Su calor, su suave pelaje y el pulso acelerado le provocaron mucha ternura. El cachorro lamió su mano y saltó hacia el regazo de su madre, quien lo abrazó y lo arrullo hasta que se quedó dormido.
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Editado: 31.10.2020