Impotencia

No hay forma de detener los efectos...
Los cambiantes a los que le inyectaste la droga por un período mayor a dos años, van a morir...
Aquellas palabras, cayeron como piedras en sus oídos, la esperanza se había despedazado en su interior.
Al final, Ashley tenía razón, iba a morir, lentamente. La repentina frustración amenazó con romper el débil control que ejercía sobre sus emociones, lo que le impedía quebrarse por dentro, estaba a punto de desaparecer.
Alexei seguía a su lado, su mano sobre la suya, el cálido contacto la sorprendía, la aspereza de su piel le provocó un ligero temblor en su vientre. Pudo sentir la tensión envolver su cuerpo cuando el humano dijo aquellas palabras ¿Qué podría estar pensando? Se preguntó mientras desviaba la mirada hacia el cuerpo inconsciente de Paul, pequeñas gotas de sangre escapaban por su nariz.
Ya no era el carcelero, era un simple ser humano, tan frágil y débil, ella misma podría matarlo, si encontraba la fuerza para hacerlo. Por ahora ella era incapaz de mostrar la agresividad que sabía que tenía, al menos no de la manera en que lo había hecho Michael.
El puma en su interior era una presencia silenciosa, precavida.
Michael apareció por la pequeña puerta, sus ojos grises estaban cargados de... Decepción. El desprecio que había sentido por él había dejado de ser tan fuerte, pero seguía presente, la desconfianza era natural, después de todo Michael era un hombre que la había drogado tantas veces que ahora estaba condenada.
—Temo que lo que Paul ha dicho es cierto —dijo Michael—. Las muestras y los registros fueron destruidos.
Alexei permaneció en silencio, mirando a los ojos del hombre, dos estatuas rígidas, como si midieran sus fuerzas, hasta que Michael depositó esos sombríos ojos en ella.
—Creo... Que no hay nada más que hacer aquí, deben irse. Pensaremos en otra opción.
Ashley sabía la verdad detrás de sus palabras, no había más opciones.
— ¿Tú no vendrás? —la voz de Alexei sonó tan... Fría.
—No. Me entregué a los tigres, ellos decidirán mi destino a partir de ahora.
Alexei soltó su mano, de pronto se sintió extrañamente sola. Él enfrentó a Michael, por detrás de ella podía sentir la fuerte mirada de Gabriel, inmóvil ante la escena, indiferente al cuerpo maltrecho de su prisionero, Sally, en algún momento que no recordaba, se había ido.
—Eres un Ice Dagger —afirmó Alexei—. Perteneces al clan, no puedes quedarte aquí, nadie más que Aria puede juzgar lo que hiciste.
Michael afirmó sus manos en dos duros puños a sus costados, su mandíbula se tornó rígida, Ashley temía, por Alexei.
—Ella está de acuerdo con mis decisiones, ya he hecho todo lo que pude por ustedes.
— ¿Y qué hay de tu hijo? ¿Lo vas a abandonar de nuevo?
—Hunter no me necesita, ni me quiere a su lado.
Alexei emitió un grave y peligroso gruñido, señal de que estaba a punto de iniciar una pelea. Ashley no podía permitirlo, la verdad era que no soportaba la idea de verlo lastimado.
Con los nervios a flor de piel, puso una mano sobre su hombro, duro por la tensión, el músculo cálido y firme se movía con su áspera respiración.
—Adiós —dijo entre dientes.
Michael se fue.
Alexei se giró para ver a Gabriel, ella se estremeció cuando lo miró sin reparos a los ojos, el tigre Alfa era aún más peligroso que Michael, pero a él no parecía importarle. Estaba tenso.
—Gracias por la ayuda —le dijo, recuperando algo de su habitual tono amable—. De verdad, gracias.
El tigre relajó su postura.
—De nada, lamento que no haya funcionado, ese maldito ya no es de gran utilidad.
Ashley volteó a ver a Paul, y el miedo abandonó su ser cuando se movió, largando un quejido con aquel movimiento, la sangre ya se había secado, sólo era un hombre miserable.
Un condenado.
—Debemos irnos antes de que empeore el clima, saluda a Sally por nosotros.
—Lo haré, Spencer ya tiene preparado un vehículo que los llevará al aeropuerto.
Alexei inclinó su cabeza en un saludo.
—Gracias —dijo ella con voz temblorosa.
El tigre sonrió, calmando sus nervios.
—De nada linda, espero que encuentres una solución a tu problema.
"Yo también" se dijo mientras subía las escaleras por detrás de Alexei.
Afuera el viento helado arrancaba escalofríos casi dolorosos, las nubes grises se habían apoderado del cielo, dolía respirar aquel aire tan puro y tan frío.
Alexei la atrajo para mantenerla caliente, estaba tan silencioso. Nunca lo había visto tan serio, desde el día en que lo conoció, había sonreído, con esa calidez que podía derretir el glaciar más duro.
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Editado: 31.10.2020