Talk
Escucho un pitido que me retumba la cabeza, cuando la toco siento la tela de lo que creo que es una gasa, así que abro los ojos. Veo borroso mientras miro mi mano, momentos después visualizo varias banditas en mis dedos. Enarco una ceja, sorprendido, la confusión va en aumento. Observo lo que está haciendo ruido, es una especie de aparato médico, entonces me doy cuenta de que estoy en el hospital.
Las cortinas en la ventana se mueven, un aire relajante llega hasta mí, pero la poca tranquilidad se va cuando se abre la puerta del cuarto. Me rompe el tímpano el sonido de ese chirrido, pienso que mis sentidos están desorientados.
—Hola. —Llega delante de la cama el hombre que se me presentó hace nada.
¿Quién? ¡Ah, el dios! Es lo último que me acuerdo, pero creo que ya viene a mi memoria lo que siguió. En resumen, me agarró a palazos con sus poderes, muy gráfico para recordarlo ahora.
Me siento.
—¿Has venido a terminar el trabajo? —Frunzo el ceño.
Deon se ríe.
—¿Ves muchas pelis de acción, no?
—Soy actor, ¿qué esperabas? —Enarco una ceja.
—Actriz —me corrige.
—¿Te encanta molestarme con eso, verdad?
Vuelve a reír.
—Todo lo que te haga sufrir es motivo para aprovecharme.
—Si no vas a matarme, ahí está la puerta. —La señalo.
—Dime quién te convirtió en hombre. —Sonríe.
—No.
—Bueno, de todas formas lo descubriré pronto. —Hace una pausa—. Hagamos un trato, te prometo que serás hombre para siempre si no te metes en los planes de Odyssey, o como tú lo conoces Rouge.
—¿Y a mí qué me importa ese tipo?
—Te importa y demasiado, tu mera existencia solo está destinada a destruirlo, pero puedo evitarlo.
—Ah, te gusta —expreso sin interés—. Déjame decirte que está detrás de otro, así que ya puedes rendirte.
Se carcajea.
—¿Se nota mucho? —Se agarra la mejilla—. Pero no me importa que esté encaprichado con ese mortal, yo quiero ayudarlo.
—Ah, estás obsesionado, peor.
Mantiene su sonrisa amplia.
—Ay, Taeri, eres una joyita perdida, pudimos hacer tantas cosas juntos.
—No creo que puedas hacer nada con ese pelo mal teñido. —Sonrío también.
—Me encanta porque no me tienes miedo, incluso a pesar de que hace tan poco te lastimé de una forma brutal. —Suspira feliz—. Se nota que tu esencia sigue intacta, como los viejos tiempos y nuestras batallas épicas.
—Para mí te confundiste de persona.
Se acerca hasta mí, subiendo a la cama, entonces intento retroceder, pero de todas formas logra aproximarse hasta mi rostro.
—En absoluto, eres totalmente tú. —Toca mi mejilla y se muerde el labio—. Qué triste y patético que la gran guerrera no se sienta importante en esta vida, cómo me aburre tu bajo autoestima. —Sus dedos surcan hasta mi barbilla—. Dime, Taeri, ¿quién te hizo tanto daño y por qué no fui yo?
—Apártate o te pegaré tan fuerte que olvidarás que eres un dios —digo fríamente sin inmutarme a sus provocaciones—. No te tengo miedo.
—Por supuesto que no. —Sonríe de lado—. Talk no se siente vulnerable, pero Taeri obvio que sí.
Cierro y abro los ojos un momento, entonces veo como mi cuerpo ha vuelto a ser de chica, así que el miedo se apodera de mí.
—¿Lo ves? —sigue con su monólogo, ya que no le respondo, luego toca mi cabello pelirrojo—. En todas tus vidas siempre has sido una mujer valiente, pero en esta te miras patética ¿Qué pasó? Cuéntame.
Lo empujo y logro levantarme de la cama, lo observo enfadado.
—Mira esa ira acumulada —continúa porque me mantengo callado—. ¿No quieres contarme? Parece que fueron varias personas las que te hicieron daño. Ellos te hicieron odiarte, pero no te preocupes, puedo lastimarlos por ti, entonces estarás en deuda conmigo. —Sonríe con malicia.
—No necesito nada de ti —digo.
Me dirijo a la puerta, pero no logro abrirla, me sobresalto cuando veo su mano al costado de mi cabeza, apoyándola justo en la pared, para bloquearme el paso, pero no me giro a mirarlo.
—Eres tan terca ¿Qué tan difícil puede ser pedirle un deseo al dios de los deseos? Es muy fácil, lo juro.
—Te diré algo. —Hago una pausa, tomo aire para suspirar, me doy la vuelta, sonriente, para proseguir—. Tus deseos tienen muchas consecuencias, así que son malísimos, por lo tanto, es mejor hacerlo por mí mismo, gracias.
Entrecierra los ojos.
—No entiendes las posibilidades que te estoy brindando.
—Oh, sí, porque Odyssey no terminó convirtiéndose en un desquiciado cuando te pidió salvar a su amor, ¿cierto? —me burlo viendo su gesto disconforme—. Sí, leí el libro donde se cuenta tu capricho por él.