La Sed de los Vampiros

Capítulo 2

Todos los sábados el orfanato se encargaba del huerto y los animales que quedaban en una pequeña granjita que nos habíamos creado. De ella el 80% lo vendían al pueblo y el resto lo dejábamos para nuestro consumo. Aunque en estos tiempos era difícil ya que el frío nos dificultaba sacar provecho de nuestras cosechas.

Tía Sara se quedó con los niños ordeñando las vacas, mientras que tía Jasmine, tres chicas más y yo nos dirigimos hacia una tienda cerca de la plaza en la que vendíamos lo que habíamos recolectado, que no era mucho, pero de algo nos tenía que servir.

Entramos a la tienda con las cajas en las que venían algunos vegetales y en otra leche y miel.

— Dejen todo allá atrás—.dijo señalando el almacén— Alba y Leah se encargarán de acomodar todo en el almacén y sacar lo que tenemos propuesto vender hoy. Susana y Emily se encargarán de los clientes.

Dicho esto nos pusimos manos a las obras. Tía Jasmine coloco el letrero de abierto y al poco rato comenzaron a llegar los clientes. Leah y yo llevamos algunas cajas hacia atrás para acomodarlas.

—Yo me encargo de las verduras y los vegetales. Tú lleva eso a afuera, —apuntó una caja en la que venían pomos de cinco litros cada uno— y después regresa para que me ayudes con la miel y las coles—. Hice caso a la mayor y me dirigí hacia afuera con la caja que pesaba más que mi propia vida.

— Buenos días señor Castian —. Saludó tía Jasmine al cartero del pueblo que iba entrando al local. Era un hombre alto y guapo, pero humilde y muy amable.

— Buenos días, señorita Jasmine. — le respondió este con una sonrisa. Rose y yo siempre tratábamos que ellos quedaran juntos, pero después de que este se casara nos dimos por vencido. Hubieran hecho una linda pareja, pero tía Jasmine siempre había sido muy penosa.

— ¿Qué le trae por aquí?— preguntó Jasmine— No venías a comprar desde que te casaste. Llegué a pensar que ya no querías saber de mí—. Me asombró su atrevimiento.

— Me alegra informarle que no es el caso—. dijo acercándose donde ella para quedar uno frente a otro— Siempre ha sido un placer hablar con usted, pero últimamente he estado muy ocupado ya que he ofrecido mis servicios a los nuevos huéspedes de la mansión del lago.

Al oír lo que dijo dejé de sacar los envases con la misma velocidad para escuchar mejor.

— ¡Oh!— exclamó tía Jasmine—¿Se refiere a los jóvenes Vacirus?

—Ellos mismos—. Confirmó.

— ¿Se les ofrece algo a los señores?— El señor Castian asintió.

— Necesitan una entrega para esta tarde. — dijo entregando un sobre a Jasmine.— Es necesario que se entregue esta tarde.

— No tengo quien pueda hacer este envío. Solo me traje a cuatro chicas y todas están muy ocupadas.

—Yo puedo ir— Me ofrecí dejando de acomodar los envases.

—¿Estás segura de que podrás? — preguntó tía Jasmine.

— Por supuesto. —dije sonriendo. —Perfecto.— dijeron Castian y tía Jasmine al mismo tiempo y rieron al ver su coincidencia de palabras.

Rápido corrí al almacén para ayudar a Leah con lo que faltaba por acomodar y luego las cuatro nos dividimos el trabajo: tía Jasmine se encargó de la venta de carne, Leah se encargó de la cajera, Susana y yo nos hicimos cargo de sacar más productos según se fueran acabando y Emily estuvo todo el tiempo afuera vendiendo telas y algunas figuras de cerámica y madera que hacían los chicos por entretenimiento.

A la tarde, después de cerrar el local, tía Jasmine preparó una carreta con todo lo que había pedido esa gente que se hospedaban en la mansión, que consistía en cinco libras de carne de cerdo, dos botellas de leche, un pote de miel, varios tipos de verduras, y condimentos.

—Sigue este mapa que te llevará hasta un camino de tierra... —la tía Jasmine me daba órdenes para llegar a la mansión. Algo que no sabía es que había un camino.

— ¿Cómo es que tú y Castian saben de esta mansión, pero la mayoría de los habitantes no? — pregunté curiosa a lo que tía se detuvo de explicar para mirarme a los ojos.

— No todos saben de esto, porque decidimos guardar en secreto la mansión para evitar que los turistas fueran a molestar a la familia Vacirus.— dicho esto me entrego el mapa y me dio su bendición para que llegara bien.

Ya con todo listo arranqué por el camino que llevaba al bosque. Todo en el pueblo estaba tranquilo, como siempre. No era una gran ciudad como Nueva York o Los Ángeles; este pueblo estaba en una zona rural, muy apartado de las grandes ciudades por lo que la mayoría de los habitantes — incluyéndome—no habíamos tenido contacto con personas de otros lugares a excepción de los turistas que venían en busca de aventuras y se iban completamente decepcionados. Es que ya ni el alcalde se debía de acordar de nosotros.

Al llegar al final de la carretera, pude ver un camino entre los árboles y seguí a paso lento para evitar que se votara la leche. El bosque comenzaba a tornarse oscuro según nos íbamos adentrando.

Mientras más nos acercábamos a la casa, más estrecho se hacía el camino, así que en cierto punto tuve que detener la carreta debido a que si seguía se podía trabar o Pino, el caballo, podría salir lastimado.

— Quédate aquí—. le dije al caballo amarrándolo de un árbol.

Tomé una canasta con tomates y avancé por el estrecho camino. Mi plan era llevar esto y que después alguien viniera a ayudarme a llevar lo demás. Si vivían en una mansión eran ricos, y si eran ricos tenían criados, así que comencé a caminar hacia la casa de la familia Vacirus.

Un quejido de animal herido me hizo detenerme. Me quedé estática en mi lugar sin mover un músculo.

Otro quejido y luego risas. Pensé que serían cazadores, así que fui por donde se escuchaban los sonido para toparme con algo que me heló la sangre y a la vez hizo que se me cayera la canasta: Habían dos chicos. Uno rubio y otro pelinegro. Los dos estaban sobre varios animales haciendo algo extraño. Uno de ellos se dio cuenta de que estaba allí y se giró a verme. Sus ojos tenían un tono rojo vino que hacia juego con la sangre que corría por su pálida mejilla.




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