Alba
Es increíble como la esperanza puede esfumarse en cuestión de minutos. La visión de Rose y yo llegando al pueblo y consiguiendo ayuda se había perdido al ver como Aiker se la llevaba lejos de mí. Intenté arrastrarme tratando de alcanzarlos, pero el dolor insoportable se extendía desde mi estómago hasta las piernas. No se en que momento había ocurrido, solo vi a una sombra acercarse a mí desde un costado y luego sentí un fuerte ardor a un lado de mi cuerpo. Las garras del animal rasgaron mi ropa, y mi cuerpo cayó al suelo al ser lastimado. La sangre brotaba de este y mis manos intentaban detener la hemorragia que amenazaba con desangrarme.
Intenté levantarme, pero el dolor me lo impedía. El no saber que le iba a pasar a mi amiga me tenía al borde de la desesperación. ¿Qué le iba a hacer Aiker? ¿A dónde se la había llevado? Tenía que levantarme. Tenía que buscar a mi amiga. Rose estaba en peligro, iba a perderla, no podía perderla; pero cada vez que trataba de levantarme el dolor me hacía caer de nuevo. Las lágrimas corrían por mi rostro debido a las fuertes punzadas en mi vientre. La sangre seguía corriendo y no podía hacer nada para detenerla más que presionar con fuerza sobre ella, esperando que milagrosamente se detuviera. Cerré los ojos con fuerza.
La nieve seguía cayendo y el frío se comenzaba a hacer presente, pero yo solamente sentía calor. Mi vista comenzaba a nublarse y vagos recuerdos de mi infancia aparecieron en mi cabeza. Pensé que este sería mi fin, pero no podía dejar a Rose sola, así que como pude me acerqué a un árbol y agarrada del tronco comencé a levantarme. Gruñí al sentir otra vez el dolor en mi interior, como si algo dentro de mí se estuviera rompiendo en mil pedazos. Aunque eso no me impidió levantarme.
Mi espalda estaba un poco curvada, pues no había logrado pararme firme. Traté de dar un paso al frente pero...
— ¡Agsh!— otra punzada me hizo caer de vuelta al suelo.
Me hice un ovillo en la nieve mientras sostenía la herida que había empeorado el sangrado. No lo podía creer. Realmente iba a morir así. Rose se quedaría sola, rodeada de todos esos demonios asesinos. Se iba a quedar sola en un mundo despiadado. Volví a gruñir, pero esta vez de rabia. No podía hacer nada para ayudar a la única familia que me quedaba en este jodido mundo.
—¡Rose! — grité con rabia hacia mí, hacia aquello que me había lastimado, hacia Aiker, hacia Dacian, hacia el fuerte dolor que me impedía levantarme— ¡Maldita sea, Rose!
Grité tan alto que mi garganta comenzó a arder. Los quejidos le hicieron compañía a las lágrimas que corrían por mi mejilla hacia el suelo cubierto de nieve. Me sentía tan vulnerable, perdida en el bosque. Estaba sola, otra vez. Si llegaba a pasarle algo a Rose no se que iba a ser de mí.
— Veo que estás sola, Alba—. Una voz familiar sonó a mis espaldas. El miedo se unió al sentimiento de tristeza y soledad.
Dacian estaba a poco metros de mí. Al girar mi rostro lo vi vestido completamente de negro. Traía pantalones negros y un abrigo que le quedaba por debajo de las rodillas. Sus botas también eran negras y me asustó esa visión tan oscura de él, ya que su cabello conectaba con todo su estilo, así como esa mirada plateada que me penetraba el alma.
Pensé que venía solo, pero una vista detrás de él me hizo desviar la mirada. Pensé que sería otro de los chicos, pero al ver la figura que había detrás de Dacian, la sangre se me heló.
Parado en la nieve, un animal enorme de piel plateada se elevaba. Era más grande que cualquiera de su especie. Sus orejas grandes y puntiagudas, su cuerpo cubierto de ese pelaje gris, cuatro enormes patas sobre las que se mantenía en pie. Miré sus ojos y esa mirada oscura, ¿De dónde la conocía?
—¿No lo reconoces?— me preguntó el pelinegro cuando mi vista regreso a él, pero yo apenas movía los músculos. Tenía miedo de que si hacía algún movimiento esa bestia me atacara.
— ¿Qu-qué? ¿Qué es eso?— pregunté con las lágrimas pinchando mis ojos.
— ¿De verdad no lo reconoces?— actuó indignado— Pobre, fue el más amable contigo y aún así no le recuerdas. Debe estar realmente dolido.—Volví mirar al animal y este gruñó haciéndome estremecer.— Parece que tienes un problema ahí—, apuntó mi herida— pero no lo culpes a él—, volvió a apuntar a la bestia— solo quería evitar que llegaras al pueblo.
—¿Por qué?— pregunté y Dacian comenzó a acercarse a mí, para sentarse al lado mío y recostar su cuerpo en el árbol a mi espalda.
—Porque...— se detuvo un tiempo en silencio y el enorme lobo se sentó en la nieve sin dejar de mirarnos— porque eres nuestra, al igual que Rose. Ninguna puede escapar de nosotros.
Esas palabras tan posesivas me erizaron la piel de mala manera. Sabía que Dacian me seguía culpando por todo lo que le había pasado, pero yo no recordaba haber hecho nada de lo que me acusaban. De seguro había traído a ese animal para que se encargara de matarme, así dejaría de ser una molestia para él.
¡Deja de pensar esas cosas!— me regañó esa voz en mi interior.
—¿Por qué te quedas callada?— preguntó — ¿O ya moriste?— esa pregunta salió con un tono parecido a la preocupación y se levantó para verificar que no estaba muerta, aunque comenzaba a sentir sueño— ¡Oye!— me llamó haciendo que mis ojos decaídos se abrieran al sentir las pequeñas bofetadas— No se te ocurra morir antes de que termine con mi venganza.
— No jodas—. Dije molesta y pensé que él se había molestado, pero al mirarle a los ojos vi diversión en ellos. Este tipo está loco.
— Que atrevida—, dijo con burla y de la nada me tomó del los brazos para levantarme. Varios quejidos salían de mí, debido al dolor que sentía.— vamos a dar un paseo.
Comenzó a caminar conmigo agarrada de la mano. Sentí una bajada, ¿Adónde me llevaba?
Apenas podía mantenerme en pie. Mis piernas temblaban, mi cuerpo sudaba y el dolor seguía en aumento. ¿Por qué demonios aún no estaba muerta?