El despertador suena y comienzo a palparlo para que deje de emitir ese fastidioso sonido. No consigo lo que quiero, así que lo lanzo y puedo volver a sentir paz. Suspiro pesadamente y quito la sábana que cubre mi cuerpo.
Odio levantarme temrano r las mañanas, aunque sea para ir a la universidad y me guste mi carrera, pero madrugar nunca se me ha dado muy bien. Siempre me despierto de muy mal humor.
Veo mi reflejo en el espejo del baño y parezco un zombie. Debajo de mis ojos tengo unas pequeñas ojeras. Eso me pasa por acostarme hasta tarde leyendo historias de romance irreal, porque en la vida real los hombres no son así y lo digo aunque tenga novio. Recojo mi cabello en un moño alto y meto a la ducha. Al salir me pongo un pantalón de jean, una blusa blanca de encajes y unas botas de tacón negras. Hago hondas en mi cabello y me aplico maquillaje suave. Tomo mi bolso y meto las cosas que voy a necesitar, en uno más pequeño arreglo lo que necesito para mi clase de natación.
Estoy estudiando biología marina, el mar siempre ha sido un misterio para mí, me siento muy atraída por el y por todas las criaturas que en el habitan. Nadar también me apasiona mucho y es algo que hago desde que tengo 12 años.
Tocan la puerta y dejo que pasen.
—Señorita Annelise, sus padres la esperan en el comedor para desayunar.
—Gracias por avisarme, Alicia, enseguida bajo —ella asiente y sale de mi habitación.
Miro mi reflejo en el espejo y sonrío. Soy de contextura delgada, pero tengo cada curva donde tiene que estar, mi estatura es promedio, a mis 20 años mido 1.67 m. Mi cabello es pelirrojo de nacimiento, mis ojos son marrones, mi nariz es perfilada, pero pequeña, mis labios son carnosos, pero no exagerados. No tengo muchos senos, mi abdomen es plano, pero no tanto y tengo buen trasero. Soy hija única, lo cual no es muy divertido.
Vuelven a tocar mi puerta y ruedo los ojos. Tomo mi bolso y la maletita más pequeña. Abro la puerta y Alicia tiene expresión de disculpa. Le sonrío y bajamos juntas.
—¿Cómo sigue Lucero?
Lucero es su hija, una linda niña de 9 años. Está un poco enferma, tiene anemia.
—Está muy bien, señorita, le envía saludos.
—Dígale que en la noche paso a verla, me gustaría hablar un rato con ella —asiente y desaparece por la cocina.
Me acerco al comedor y recibo una mala mirada de parte de mi padre. Beso la mejilla de mamá y le sonrío a él.
—Por Dios, Annelise. Llevamos mucho tiempo esperando por ti —me siento en el asiento que me corresponde.
—No es mi culpa que cueste un montón levantarse por las mañanas.
—Ese estruendo que se escuchó hace un rato fue tu despertador, ¿cierto? —pregunta mamá y asiento.
Sirven el desayuno y comienzo a comer.
—No te voy a comprar otro despertador, es el tercero que avientas en menos de dos semanas —me advierte mi papá.
—No es necesario, yo me ocupo de eso. Ya luego compraré otro —él suspira.
—¿Si te das cuenta que tienes 20 años y esas son actitudes de una adolescente?
—Exageras, a cualquier edad se puede estrellar un despertador contra la pared cuando está perturbando tu paz.
Mi madre niega con la cabeza con un brillo de diversión en sus ojos . Papá me mira mal.
—No me mires así, es la verdad —toma el puente de su nariz —Ya me voy, se me hace tarde.
—Que te vaya bien, hija. Por favor ten cuidado —asiento.
Beso su mejilla.
—Eh, Rubén, tómate la vida con más calma, te puede hacer daño —le advierto a mi papá y rueda los ojos.
—Dios, que voy a hacer contigo —lo escucho susurrar y no puedo evitar reír por lo bajo.
Me divierte molestar a mi papá. Es una de las personas que se toma las cosas en serio y son graciosas.
Me subo en mi auto, es un Nissan versa rojo, me pongo el cinturón de seguridad. Mi primera clase es en media hora y ya son las 6:00 A.M. Manejo un poquito más rápido de lo normal y llego 5 min antes que comience. Cuando me voy a estacionar una moto va saliendo y me choca el auto.
Me bajo rápidamente y al ver como quedó el auto una rabia se apodera de mí.
—Lo siento mucho señorita —Escucho una voz masculina a mis espaldas.
Me volteo rápidamente y tengo a un chico joven frente a mí.
—¿Lo siento mucho? ¿Eres bruto o qué? ¿Acaso tu licencia es ilegal y la sacaste en un lugar de mala muerte? ¡Mira como me dejaste el auto!
—No tiene derecho a hablarme así, un error lo comete cualquiera —tiene el seño fruncido.
Ruedo los ojos.
—Claro que tengo derecho, por Dios. Salir de un aparcamiento es una clase básica, ya sea para manejar autos o motos.
—Usted también tuvo la culpa, debió esperar que yo saliera.
—¿Qué? ¿Me estás tomando el pelo? Te saliste de tu área, a mí no me vengas con esas, espero que tengas seguro, porque tienes que responder por esto —me cruzo de brazos.
—No debería, porque es una maleducada, como se nota que es una niña de papi que cree que porque tiene plata, puede insultar a todo el mundo —me acerco a él.
—No soy una niña de papi y no me hable así, porque usted no me conoce. Yo no tengo culpa que sea un estúpido que no se da cuenta como debe manejar —se acerca amenazante.
—Deje de insultarme y mejor ya cayese, me tiene harto. ¿Nunca le han dicho que su voz es fastidiosa?
—Es usted un… —me interrumpe.
—Aquí tiene, no es mucho, pero no creo que necesite que le pague el arreglo —me tiende unos billetes.
Lo miro y ruedo los ojos.
—Esto no tiene sentido. Quédese con su dinero y mejor úselo para que no vuelva a cometer el mismo error como usted lo llama —me alejo y me subo al auto.
Se queda mirando en mi dirección y no se mueve. Me asomo por la ventanilla.
—¿Se quedó sordo o qué? Muévase que necesito el tiempo.
Suspira y cierra los ojos.
—Gracias por hacerme un caballero Dios mío, porque sino ya me hubiera sacado de quicio esta niñita —susurra.
—Lo estoy escuchando.
—Esa era la idea —se sube en la moto y arranca.
Lo veo irse y siento rabia. Se siente indignado cuando él fue quién me chocó, yo debería estar histérica en estos momentos.