Una fuerte lluvia llegó a la prada; la tierra cada vez más se humedecia. Hasta que llegó la humedad a las raíces de las flores, el agua entró en la semilla y una gran eclosión se hizo notar, sus raíces brotaron a todas direcciones un gran brillo salió desde la tierra que todas las flores quedaron impactadas con tal acontecimiento desconocido.
Diana el diamante, no paraba de llorar de alegría y emoción, sabía que era el gran momento de volver a la cima a su hogar.
Ya la gran flor estaba por salir y entré sus primera hojas llevaba a Diana en la cima como una corona mostrando la llegada de nueva gran flor.
–¡Diana, lo hicimos, funcionó! –El brote exclama–
–Lo hicimos su majestad, no puedo esperar a verte crecer, querido amigo.
–Se siente bien, ¿cierto? –Diana pregunta–
–Es lo mejor que he experimentado en mi vida, se siente tan bien ser para lo que naciste y no sólo conformarse con ver un hermoso paraíso que te consume lentamente.
-Así es. Es hermoso crecer y vivir para lo que uno nació, pero a veces uno comete errores involuntarios que nos orillan a una vida totalmente distinta que pareciera difícil solucionar, pero no lo es. –Responde Diana–
–Si no lo es, aunque me di cuenta tarde de lo que yo quería y debía hacer, no perdí la fe nunca ni las esperanzas que lo lograría.
–Pero si no hubiera sido por tu ayuda no lo hubiese logrado, querida amiga.
–Eso es otra cosa muy importante, y unos de los problemas más desalentadores de la vida es estar o sentirse solo. A veces uno no tiene apoyo, o están totalmente solos; cómo tú lo estabas y es difícil lograrlo, si, pero si no lo intentas nunca no llegará la ayuda a tu vida.
–Así que todo esto, es gracias a ti amigo por ser valiente; desde que supiste que tu misión era estar abajo para después crecer tan alto como los árboles. No paraste hasta conseguir germinar después de mucho tiempo perdido.
–Y si te hubieras quedado allá arriba en las nubes, yo estaría allá abajo todavía. Así que tú eres mi salvación.
–Gracias, Diana, estoy muy contento de conocerte, estoy muy agradecido. –Responde el brote–
Los días pasaron y el brote crecía más y más hasta convertirse en la gran flor, incluso creció más que la misma reina y en la cima de la gran flor y Diana el diamante brillaba con más fuerza en lo alto que sus grandes destellos de colores llegaban hasta el cielo.