—Buenos días —Casandra termina de bajar los escalones, el ama de llaves tenía una enorme sonrisa, al parecer había amanecido de mejor humor —¿Retiro el plato? ¿Señora?
Casandra suspira, una noche más que no cenaba su esposo.
—No creo lo pruebe el Señor Baillères, salió antes del amanecer con una maleta, le escuché decir que iba a navegar el fin de semana con la Señorita Ferrer, ya sabe los dos solos.
Casandra sintió una punzada de dolor en su corazón, ¿realmente valía la pena seguir en este matrimonio?
Camino hacia el jardín, solo en medio de las flores se sentía mejor.
*****
—¿Estás seguro que es el lugar? —Amaia pregunta a Hector, el hombre trabaja para la familia Arrubal desde que ella es una adolescente, había sido escolta de alguien poderoso en su juventud, no recordaba el nombre, pero luego el hombre murió de un infarto, así que Hector llegó a su familia, era leal, alguien en quién Amaia podía confiar, de hecho además de su padre, confiaba en Hector.
—Si Señorita —el chófer se detiene un poco atrás del enorme portón, Hector va abrir la puerta para bajar y ayudar a Amaia, cuando el portón se abre, ven salir un auto despacio y pueden ver que quién conduce es Aitana, para luego tomar velocidad al asegurarse que no venía otro auto —¡Siguela! —ordena Hector al chófer, él iba en el asiento del copiloto.
El corazón de Amaia salta emocionado, tanto, que ella lleva su mano a su pecho, al fin la había encontrado.
Siguieron el auto que iba a alta velocidad, Amaia iba sentada en el asiento de atrás, llevaba el ceño fruncido.
—¿Conseguiste su número? —pregunta a Hector, el hombre saca su móvil del interior de su chaqueta, marca un número y pasa el teléfono a Amaia.
El número sonaba, pero Aitana jamás levantaba.
—Se dirige a la costa —indica Hector, Amaia mira a lo lejos el mar, pero también la carretera que era de dos carriles por el enorme acantilado a su izquierda, por suerte a esta hora no había mucho tráfico.
—Suena el claxon o trata de arrebasar su auto—ordena Hector, se gira hacia el asiento de Amaia —Al parecer el auto no va bien, se ve que hace mala maniobra.
Amaia marca nuevamente el número de su hermana, pero esta no responde.
Escucha el golpe adelante de ella y luego el frenazo que da su chófer haciendo que se golpee la cabeza en el costado de la puerta.
Levanta la cabeza y para su horror el auto de su hermana se ha estrellado, con un poste, Hector salta del auto junto al chófer.
Amaia se queda sin moverse en el interior del auto, habían recuerdos que había bloqueado siendo niña, un auto estrellado, echando humo, la conductora con la cabeza apoyada en el volante del auto, saliendo sangre de su cabeza, mientras la gente que se detuvo sacaba a dos niñas idénticas del asiento de atrás, una de ellas con golpes y sangre, porque se había quitado el cinturón, estaba aburrida y quería sacar un juguete de la bolsa que estaba a sus pies.
Amaia reacciona y baja del auto, corre hacia el auto de Aitana, la alta velocidad a la que iba su hermana habia hecho que al impactar contra el poste la parte de enfrente del auto quedara destrozada, Hector estaba sacando a Aitana del auto inconsciente, parecía un muñeco de trapo, su rostro bañado en sangre.
Las lágrimas de la mujer se atrevieron a salir después de dieciocho años, tomó la mano de su hermana, mientras Hector se estaba comunicando con el número de emergencia, siguiendo todas las indicaciones que le estaban dando, la ambulancia ya se dirigía hacia el lugar.
—Busca el bolso de la Señorita Aitana, todas sus cosas, revisa que no quedé nada —le ordenó Hector al chófer.
—Ignacio... —murmura Aitana, Amaia mira a Hector sin entender.
—Es su esposo —el chófer lleva el bolso, Hector abre el bolso y revisa que estén los documentos de la mujer y toma el móvil, se lo da a Amaia —Creo debería revisarlo, su esposo debe saber que acaba de sufrir un accidente.
Amaia asiente, toma la mano de su hermana y después de probar a desbloquear el teléfono con dos dedos de ella, este se desbloquea, permitiéndole ver el mensaje que estaba en la pantalla de un número que no estaba registrado
El señor Ignacio Bailléres acaba de sufrir un grave accidente en el yate en el que iba navegando.
Ahora entendía porque su hermana iba conduciendo a alta velocidad.
La ambulancia llega, revisan a la joven los paramedicos, la colocan en la camilla y la suben en la ambulancia, Amaia toma el bolso de Aitana y antes de subir a la ambulancia le ordena a Hector.
—Investiga el estado en el que está el esposo de Aitana —le entrega el teléfono que aun cargaba de Hector y el de su hermana.
—Si Señorita —Amaia sube a la ambulancia con su hermana, toma la mano de ella, y cierra los ojos.
—No puedo perderte ahora que te he encontrado —susurra a su hermana.
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—En coma —suspira Amaia, sus ojos observan a la joven que yace en la cama, su cabello negro oscuro, liso y largo estaba desparramado en la almohada, su piel blanca como la porcelana estaba más blanca aún por la palidez, pero el enorme morado en su pómulo izquierdo resaltaba en su delicado rostro —¿Cómo está el esposo?
—No hubo tal accidente, el Yate San Patrick está navegando muy bien, los guardacostas se comunicaron con el capitán y él indico que el Señor Baillères y la Señorita Ferrer estaban muy bien, tomando champaña en la cubierta.
Amaia vuelve un puño sus manos, sus ojos verdes destellaron de una manera aterradora.
—Hablé con la policía —Hector esta de pie, junto a la cama de la Señorita Aitana —No fue un accidente.
Amaia levanta la mirada para ver al hombre.
—¿De qué hablas?
—Cortaron los frenos del auto de la Señorita Aitana —un silencio sepulcral reino en la habitación, Amaia mira con una mirada vacía a Hector, los que la conocían sabían que la mujer estaba luchando por no matar a alguien.
—Comunícate con tus contactos de la policía de Elarion —Hector la mira sin entender —Pídeles que se comuniquen con la policía de Valdoria y que lleven el caso en completo secreto, que nadie sepa en Valdoria que la heredera Arrubal sufrió un accidente.
Editado: 27.11.2024