10/09/2010 - 11:27 AM
Un chico universitario había cometido uno de los crímenes mas atroces sin remordimiento alguno, poco después fue llevado al foco a uno de los departamentos policiales mas importante de la isla. Horacio Fernández y Alfonso Chaindez en ese momento estaban interrogando a aquel joven para sacarles las respuesta que ellos necesitaban para meterlo en prisión, pero todo lo que el asesino decía era confirmar lo obvio, que el había asesinado de manera siniestra a un niño y su madre simplemente por mor motivos que una sociedad políticamente correcta no entendería.
Javier, era culpable, eso se entendía, pero los oficiales de policía solo querían saber algo ademas del cruel asesino, algo que el había visto y que ellos no pudieron entender. Ambos oficiales sacaron de su bolsillos y empezaron a fumar frente a Javier solo para enviarle el humo de frente y incomodarlo mas de lo que ya estaba.
—Muy bien, solo queremos lo importante, no nos tienes que decir si lo hiciste o no, pero queremos entender tus motivos. No podemos solo aceptar que fue un simple “por que si” —decía el oficial de policía Chaindez—.
—El se metió solo en problemas —exclamo el joven victimario—Esos zapatos de verdad no lo merecía, solo eso, ese maldito niño atormento mi existencia desde que lo vi.
—Solo tengo una pregunta, ustedes eran los únicos en la casa, ese día —replicaba ahora el oficial Fernández—, notamos algo particular que nos molesto, pero no podemos confirmarlo hasta que tu nos los diga.
—No se de lo que hablan, fui el único, solo y nadie mas.
—Por que no puedo creerte —replicaba Horacio—, de verdad nos ves cara de idiotas, tan solo eres un crio de 19 años.
—¡TENGO 18!
—Cierra la boca —decía Alfonso—. Escucha atentamente, ahora mismo eres nuestra perra, quizás tus ideales los entendamos, mi compañero al igual que tu, tienen esa maldita y siniestra crueldad contra los hombres y mujeres de piel negra, sois ambos unos racistas despreciables, pero mi compañero lo compensa con su sentido de la justicia y honor, el quita de su mente esas ideas tan nefastas para hacer su trabajo. Pero tu solo eres un pedazo de mierda que no tiene motivos verdaderos…
—¿Y bien? Eso era todo —suspiraba Javier—, si no tienen mas que decir, puedo ir a la cárcel a pudrirme en silencio, por favor.
—Quizás no compañero, veras, si a nosotros se nos da la gana —interpuso Horacio—, podríamos llevarte a la inyección letal.
—Pero… Eso no es legal.
—Y que nos importa eso a nosotros.
Pronto Horacio Fernández sujeto por la camiseta roja de calavera a aquel nervioso joven de 18 años, sula mirada del oficial Fernández se volvía mas peligrosa, como la de Paulo, el no queria juegos, el solo buscaba la verdad, y no se calmaría hasta que se la entregaran de una vez por todas.
—Me tienes hasta aquí de la molestias, solo quiero nombres y apariencias, luego de eso yo mismo te enviare a una celda llena de hombres de piel negra, para que ellos mismo te enseñen la peor de las lecciones.
—Compañero —dijo Alfonso— Ya te estas pasando, calmate un poco.
—No me voy a calmar Alfonso, este hijo de puta conoce la verdad y yo mismo se la sacare si es necesario.
—¡QUE VERDAD —ahora respondía Rojas—, NO SE DE QUE DEMONIOS HABLAN!
—Bien, mi compañero —exclamaba el oficial Chaindez—, tiene asuntos que resolver con tus compañeros.
—¿Que compañeros?
—Mejor dicho compañero.
—Sigo sin entender nada de lo que hablan.
—Hombres de traje, sombreros de copa y mascaras blancas como el rostro de la mismísima parca
—No… Se de que.
—Estamos hablando de las personas que te acompañaron en el asesinato, tu socio —decía estremeciéndose Horacio—, colega... Estamos hablando de la sociedad.