La sombra de Lilkam

Capítulo 9

Milej esperaba a su hermana en las afueras del pueblo. Cuando la divisó, pudo darse cuenta que se veía tranquila, y se imaginó que había sido capaz de hablar con Lena. Lilkam caminaba con aire despreocupado hacia su hermano y le hizo señas con la mano para llamar su atención.

—Ya le expliqué lo que debe hacer. La veré en Arekim en dos días, tenemos que estar allí para la víspera de la Noche de la Luna. —aseguró Lilkam.

—Entonces debemos irnos ahora para dar el mensaje —agregó su hermano.

Emprendieron el viaje de regreso a su hogar para encontrar la forma de hacerse con unos caballos y llegar a Arekim. Tenían fe en que llegarían en dos días, justo al mediodía.

No pretendían contarle a nadie lo que habían averiguado hasta ahora, para no provocar ningún alboroto antes de tiempo. Lilkam necesitaba pruebas de lo que decía para convencer a la gente y para su suerte aún conservaba la cualidad para manejar el fuego y la luz.

Caminaban manteniendo una conversación alegre mientras se aproximaban al pueblo cuando se encontraron con Kaile que les cerraba el paso amistosamente.

—Jovencita, no pensé volver a verla —dijo él, con una gran sonrisa que ruborizó a Lilkam.

Ella le sonrió nerviosa. No tenía planeado encontrarse otra vez con aquel hombre y mucho menos que la hiciera perder tiempo. Milej mientras tanto lo miraba con recelo, disgustado con la interrupción y sobretodo molesto por la confianza con que le había hablado a su hermana.

—Lo siento Kaile pero ahora no puedo detenerme —dijo ella con el ceño fruncido, e intentó avanzar para que otra vez el joven interpusiera su caballo en el camino.

—Dime si puedo ayudarte, otra vez —agregó. Cada palabra que pronunciaba aumentaba el odio que Milej estaba formando en su interior.

—No creo que puedas ayudar en lo que tengo que hacer, por favor no me retrases —insistió ella, mientras le regalaba una sonrisa amable solo para persuadirlo.

Kaile observó a Milej que se encontraba detrás de la joven y abrió el camino. Lilkam con un gesto con la mano le hizo entender a su hermano que debían avanzar esta vez. Kaile se apresuró en bajarse del caballo para acercarse a ella, antes que se alejara, y se puso a caminar a su lado.

—Necesito llegar a Arekim ¿Crees que puedas conseguir un par de caballos para mí? —Le sonrió cómplice mientras miraba a Milej de reojo.

—Casualmente me quedo atrapado en este pueblo un par de días, creo que puedo conseguir lo que quieres —Esta última frase la remarcó alzando un poco la voz, desatando una silenciosa antipatía entre Milej y él. Lilkam se dio cuenta de la situación pero no tenía muchas opciones por el momento, así que los ignoró.

—Mi hermano Milej y yo debemos partir ahora —dijo ella. Enfatizó de quien se trataba su acompañante, e intentó suavizar la extraña tensión que empezaba a invadir el ambiente.

Kaile se volteó hacia Milej y le hizo un gesto cordial intuyendo que sería la piedra de tope en la incipiente amistad con la joven, que lo deslumbraba desde que la había conocido en tan singular circunstancia.

—Mi nombre es Milej ¿Cuál es el tuyo?

—Soy Kaile, hijo de Kardón el comerciante de pieles.

Kaile era conocido como un jovencito rebelde que siempre conseguía lo que quería, y que por eso su padre desde pequeño lo instruyó en el arte de la persuasión. Comerciante astuto por naturaleza, sería muy difícil negarle algo.

Milej se dio cuenta de lo difícil que sería librarse de él, además, se sintió celoso de ver esta nueva amistad de su hermana. Lo vio como un intruso en el escaso tiempo que tendría para disfrutar juntos el tiempo que Lilkam estuviera convertida en humana.

A Kaile no le importo que Milej estuviera allí, porque pensó que un niño tan delgado y pálido no podría contra él. Ya se había encantado con Lilkam y ahora que el destino la ponía literalmente de nuevo en frente, no la dejaría ir así como así.

—El problema —dijo Kaile— es que tengo solo dos caballos en este pueblo, y no puedo prestárselos a menos que vaya con ustedes.

Lilkam y su hermano se observaron desconfiados.

—Debo estar allí mañana.

—Tengo tiempo de sobra mientras llegan mis pieles—reconoció Kaile. La miró con ternura y tocó su hombro, ella dio un paso hacia atrás porque esa muestra de afecto la ponía nerviosa, sobre todo al saber que no veía más que a Lena, y no a ella.

—¿Podemos ir por ese caballo?— dijo Milej, que se encontraba un paso detrás de su hermana. Avanzó y la tomó del brazo.

Kaile asió las riendas de su caballo y los adelantó para guiarlos por donde debían ir.

Milej evitaba dirigirle la palabra a Kaile, y este hacia todo por incomodarlo al hacer preguntas personales. Mientras tanto, Lilkam intentaba poner un poco de cordura en las conversaciones, sin embargo, se sentía dividida por los dos.

Amaba a su hermano e intentaba resistir los encantos de Kaile, aunque sentía una extraña atracción por él que no sabía, ni quería explicar. Eso hizo el viaje hasta el pequeño establo muy tenso. Trataba de no imaginar cómo sería el largo viaje hasta Arekim. Por eso se le ocurrió que lo mejor sería amistar a estos dos hombres o el viaje sería insoportable.




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