Taino-Ren no podía negar que se sentía un verdadero privilegiado por tener la oportunidad de poder entrenar y poseer conocimientos que mostrar a dos de los Guardianes elegidos por la Profecía. Por otro lado, le parecía increíble, y en cierto modo le daba lástima, que no fueran más que unos críos los que estaban ahí, frente a él. Pensaba que realmente se necesitaba gran entereza y madurez para ser capaz de afrontar algo tan formidable y temible como era el destino que se les había marcado a esos dos jovencísimos hechiceros. Él mismo, a sus veintidós años, aún se sentía estremecer cuando pensaba en la Sacerdotisa del Oeste, Yoelia, la asesina de su querido Maestro. Pero había algo aún peor, algo que sin remedio le erizaba la piel, y era el pensar en el hecho de que probablemente llegase el día en que tuviera que verse sin remedio frente a frente con la Bruja que, según el Arcano, podría provocar el fin del maravilloso mundo al que tanto apego tenía.
No tuvo más remedio que dejar de divagar y regresar todos sus sentidos a la realidad pues Kyo le lanzó una fuerte patada, obligándole a volver a ponerse en guardia y forzar en exceso una de sus piernas, la cual sintió que se le quebraba. No pudo contener un leve gemido como queja a causa de la molestia que había experimentado y se tambaleó hasta apoyarse en el tronco del árbol que tenía más próximo. Los dos chicos corrieron hacia él bastante preocupados.
–¡Lo siento de veras, Ren! –exclamó Kyo sin perder tiempo mostrando clara culpabilidad en su rostro–. No era mi intención golpearte con tanta fuerza.
Taino-Ren le hizo un gesto y sonrió con la intención de indicarle que no se preocupara.
–Tranquilo chaval, no ha sido tu culpa. No debí distraerme.
–Creo que lo mejor será que volvamos –sugirió Naga mientras le examinaba con cuidado la rodilla–. No tiene mala pinta, pero aún así te vendría bien reposar el resto del día.
Todos convinieron que regresar al lugar donde Dasten y Liveo les esperaban era la mejor opción, así que se pusieron en marcha sin perder más tiempo. El camino de vuelta fue algo más lento ya que debían aminorar la marcha para no dejar atrás a Ren, quien tenía uno de sus brazos alrededor del cuello de Kyo para poder avanzar con menor dificultad y algo más de rapidez.
Cuando se aproximaban a la cueva donde habían hecho noche les pareció escuchar la voz del Director, que notaron teñida de enfado e incluso de cierta agresividad. Les extrañó mucho ya que no era muy típico de él elevar la voz más de la cuenta o sonar mínimamente amenazante. Y aun más difícil era pensar que pudiese haber tenido una riña con Liveo, con lo tranquilos que eran ambos.
Naga decidió acelerar el paso repentinamente, adelantándose a Kyo y Ren, que cojeaba. Sentía como si algo le oprimiese el pecho, algo que le hacía respirar con pesadez. Cuando se abrió paso entre la espesa maleza que se alzaban ante ella vio a Dasten y Liveo, ambos de pie uno al lado del otro. Pero algo le llamó la atención al instante: su extraña su actitud. Se mostraban claramente tensos y sus caras reflejaba verdadera turbación. Naga recorrió con los ojos el camino en dirección a lo que los dos hombres observaban con tan evidente desconfianza. Observó y divisó entonces una figura robusta y que iba vestida con curioso atuendo. Era enorme y tenía un desagradable aire de malicia y peligrosidad, cosa que pudo confirmar cuando el extraño volvió la mirada hacia ella y le dirigió una escalofriante sonrisa que le hizo estremecer todo el espinazo.
Ante la intención del hombre de acercarse a la chica, Dasten le gritó –más bien imperó– para que se marchara. Mas no les dio tiempo a reaccionar pues aquel extraño se movió con tanta rapidez que les desconcertó. En lo que dura un pestañeo Naga le vio frente a ella, a unos dos palmos de distancia, cuando él alargó el brazo con la envidente intención de atraparla.
Sin previo aviso notó que algo tiraba de ella hacia atrás con tal fuerza que incluso le lastimó. Miró de quién se trataba y fue a Kyo a quien halló a su lado, que aun la tenía sujeta posesivamente del brazo y no parecía ser consciente del vigor de su agarre. Ante aquel suceso el desconocido retrocedió sobre sus pasos y se alejó varios metros, espacio que Kyo aprovechó para, corriendo, arrastrar consigo a la chica hacia el lugar en que se encontraban Liveo y su tío. TainoRen no se movió y permaneció entre la maleza, donde el joven hechicero le había dejado; pero el extraño se percató enseguida de su presencia y en un abrir y cerrar de ojos se hizo con él. Quizá pretendía utilizarlo como rehén para alguna clase de chantaje, pero lo cierto fue que permitió al muchacho desembarazarse de él sin mayor complicación. Dado su anterior accidente en la pierna, el rechazo al abrazo del hombre le hizo caer de rodillas sobre la tierra, momento en el que el corpulento individuo le propinó una fortísima patada en el estómago, llegando a lanzarle a los pies de Kyo, quien le socorrió presto.
–Patético –dijo con ofensivo desdén–. ¿Y éste es el experto en artes marciales, pupilo del gran Kurumo? Menuda decepción.
Ante el sonido del nombre de su Maestro, Taino-Ren le lanzó una mirada cargada de verdadera repudia y esputó en su dirección, desafiante; reacción ante la que el hombre rió con verdadera gana.
–¿Se puede saber quién eres tú? –preguntó Kyo palpitante de aversión en su voz.
–Lord Faidon –respondió el bárbaro con expresión peligrosa–. Mi Señora,
el ser más poderoso de toda Gaia, os manda saludos.
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Editado: 10.10.2024