La sombra sobre las flores

Capítulo 9

El domingo por la mañana Valentín y yo estuvimos a cargo del turno. En mi caso había cambiado el horario de la tarde por el de la mañana a pedido de Nadia, de esa manera ella podría participar en la salida sin preocuparse por tener que levantarse temprano. Tal como se propuso salieron después de que recibiéramos nuestro sueldo y, tal como planeé, no fui con ellos. Acusé tener un examen el día lunes y a nadie le pareció sospechoso, pero sabía que el verdadero problema lo tendría si quisieran organizar una nueva salida en vacaciones académicas. Tenía que preparar una excusa que sonara válida para ese momento, estar precavido lo haría convincente, y no pensarían que no quería hacer amistad con ellos.

Valentín llegó con cara de sueño como siempre que le tocaba trabajar por la mañana y entramos seguidos por el séquito de clientes ansiosos. El comienzo de la jornada fue atareada, la gente quería poder llevarse una película antes del almuerzo, así la verían mientras comían o relajados luego del postre. Los padres apuraban a sus hijos para que se decidieran, otros murmuraban que debían darse prisa para comprar las cosas que les faltaban antes del cierre de las tiendas. La fila en la caja se hizo larga y demasiado pronto hubo un nuevo incidente con un hombre acompañado por un niño. El cliente, de unos cuarenta años, apoyó las películas que eligió en el mostrador y cuando Valentín le pidió su tarjeta de socio se sintió ofendido, pero no por el pedido sino de quien venía.

—¿Tanto te cuesta hablar como hombre? —reclamó de forma inesperada.

En esa ocasión las personas en la fila escucharon fuerte y claro el planteo, y todos callaron para poner atención a semejante osadía. Incluso el cliente que yo atendía volteó a mirar con cierto asombro, ignorando su vuelto que quedó en mi mano. A Valentín también lo tomó por sorpresa pero no demoró en responder.

—¿Y a usted qué le importa?

Al hombre no le agradó ser enfrentado y reaccionó de mala manera.

—Me importa porque este es un lugar familiar —reprochó levantando más la voz antes de empujar las cajas de las películas para que cayeran de nuestro lado del mostrador.

Observé paralizado como las cajas caían en un momento que pareció suceder en cámara lenta y temí que Valentín las levantara para tirárselas por la cara al cliente. Pero nada de eso ocurrió, quedaron en el suelo.

—Se puede ir si no le gusta —respondió él con resentimiento pero bajando la voz.

—¡Claro que me voy!

El hombre tomó la mano del niño y casi lo arrastró con él mientras salía indignado. Las personas de la fila no supieron cómo reaccionar y el silencio se mantuvo a pesar de su partida. Valentín solo tomó aire antes de levantar las películas del suelo y hacerle señas al próximo cliente que se demoraba en acercarse a causa del suceso. El que estaba conmigo tomó su vuelto y me dedicó una expresión de pena por todo el mal momento antes de irse. Entonces me di cuenta de que mis manos temblaban.

De a poco los murmullos entre la gente regresaron, con la delicadeza o con la incomodidad suficientes para no hablar sobre lo que presenciaron. Hasta que una chica, visiblemente alterada por lo ocurrido, decidió compartir lo que pensaba con Valentín cuando él la atendió.

—No le hagas caso a ese loco —dijo con determinación—. Tú no hiciste nada malo y él es un desubicado.

Valentín asintió con seriedad.

—Gracias.

El videoclub se fue vaciando de a poco con la llegada del horario del almuerzo y mi compañero anunció que se tomaría su descanso. Más temprano de lo habitual y con prisa por salir a la calle.

Quedé angustiado y asustado por todo lo que ocurrió. Y, por sobre todo, con una gran sensación de impotencia. Impotencia porque cualquiera podía sentirse con derecho a increpar a Valentín, impotencia por mi miedo a involucrarme con la situación, impotencia porque una extraña le dijo lo que debía haberle dicho su compañero. Deseé que le hubiera tirado las películas por la cara, un deseo en esencia egoísta para calmar mi culpa.

Valentín regresó y su seriedad no disimulaba del todo su malestar, pero no se quedó detrás del mostrador, se alejó, como era costumbre. Porque para él yo no era muy diferente a ese hombre que quiso humillarlo o a nuestros compañeros que lo dejaban de lado. Empezó a acomodar las cajas de las películas desordenadas por el toqueteo de la gente, ensimismado, sin poner verdadera atención en lo que hacía.

Lo observé con esa opresión que me provocaba mirarlo; su aislamiento me absorbía. Su realidad era un presagio de la mía y, si tenía suerte, una extraña me diría que no hice nada malo, y eso sería todo, no tendría ni podría aspirar a nada más.

Salí a mi descanso dolido, la agresión de ese hombre representaba algo que parecía que nunca dejaría de ocurrir, pero el aire fresco no calmó mi cabeza. Fui a la estación de servicio a comprar una bebida pensando en la extraña que no temió darle una palabra de aliento a Valentín y regresé al Blockbuster con una compra extra.

Mi compañero estaba en el mostrador mirando sus manos, concentrado, siempre se miraba las manos en sus momentos de reflexión. Sin saber cómo decir lo que nunca lograba decirle, puse una lata de Coca-Cola y un chocolate frente a él. Miró de reojo sin decir nada porque tenía derecho a desconfiar de mí y de todo el mundo.

—Es una disculpa —expliqué sonrojándome.

—¿Por qué? No hiciste nada.

Titubeé antes de responder.

—Es por eso. Por no hacer nada.

Quedó desconcertado pero tomó el chocolate y lo contempló antes de abrirlo. Me sentí aliviado con eso, no rechazaba mi disculpa o lo que él interpretara que fuese. Partió la pequeña barra y me ofreció la mitad, aunque mi estómago se sentía como una piedra, acepté.

Casi no hablamos después de eso, pero Valentín se quedó allí, detrás del mostrador, conmigo, sin intentar ir a deambular por el resto del local. Con una expresión cansada bebió la gaseosa y siguió mirándose las manos, el dorso de ellas, inclinando su cabeza con delicadeza mientras fruncía el ceño. Quise poder decirle más, hablar con la misma audacia que la chica extraña, borrar el mal recuerdo que nos quedaría del hombre trastornado.



#18877 en Novela romántica

En el texto hay: drama, gay, boyslove

Editado: 11.11.2024

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