La sombra sobre las flores

Capítulo 41

Camino a la puerta me detuve en la cocina donde mi madre examinaba el contenido del refrigerador decidiendo qué cocinaría para la cena. Deduje que intentaba idear un menú que incluyera los ingredientes de mayor antigüedad antes de que estos se echaran a perder, así nos había enseñado a mi hermana y a mí, para no desperdiciar nada.

—Me voy —anuncié con sencillez y un fingido apuro.

Levantó levemente su cabeza al oír mi voz y tomé ese gesto como suficiente para confirmar que mi aviso llegó claro a ella. No quería intercambiar palabras al respecto así que me retiré de la cocina dejándola atrás. Se había convertido en algo habitual que me fuera por la noche y ya no era necesario crear excusas o dar explicaciones. Si mi mamá llegaba a reaccionar, me dedicaba una mirada de descontento, un suspiro de reclamo y una frase ambigua que intentaba provocar una discusión, pero si la tomaba desprevenida me ahorraba la escena.

Esa noche el factor sorpresa no me ayudó y mientras me dirigía a la puerta ella me siguió por unos metros.

—Jero —me detuvo llamándome.

Su voz sonó suave y volteé a verla con sospecha.

—¿Te guardo para cenar?

No tuve dudas que algo había detrás de esa pregunta, su amabilidad se me hizo intencional, y ese mismo pensamiento me llenó de culpa. Sabía que debía desconfiar pero desconfiar se sentía injusto si me hablaba con cariño.

Aunque nos estuviésemos llevando mal en el último tiempo, no quería eso para nosotros.

—Solo un poco, por si acaso —me animé a responder.

—¿No sabes si vendrás a dormir?

Actuaba, estaba seguro, y me puse incómodo.

—No lo sé.

—¿Saldrás con un amigo? —siguió.

Esa era la excusa de siempre y ella lo consultaba como queriendo llevar la conversación a un punto específico. Solo asentí.

Guardó silencio un momento, se me hizo, incluso, que fue un silencio dramático, adrede. Su expresión siguió siendo amable y paciente cuando volvió a hablar.

—¿Por qué mientes? —Por algún motivo no pude reaccionar a una pregunta tan directa y se aprovechó de mi torpeza—. Te conozco y sé que eres buen chico pero si mientes es porque algo está mal.

Seguí callado, decepcionado de la falsedad de su amabilidad con la que intentaba manipularme.

—Tú papá —continuó ella con una pena exagerada— sufriría si te viera tomar un mal camino. Además, deberías ser el ejemplo para tu hermana pero ella solo ve como su hermano desaparece por las noches sin decir a dónde va ni con quien está.

Me molesté. De nuevo usaba a mi papá como arma, sumando a mi hermana a su filo. Solo había dos caminos posibles de continuar el intercambio: decir la verdad o mentir. Pero bajé la mirada para proceder a la opción más fácil.

—Tengo que irme.

Volteé, ella no se movió ni discutió dejando que cayera sobre mí el papel de mal hijo para validar sus planteo y quejas.

Con la mano en el picaporte dudé sobre mi retirada, antes de irme ya me arrepentía de mi propio silencio. ¿Qué futuro podía prometerle a Valentín si lo único que sabía hacer era agachar la cabeza y mirar hacia otro lado?

El corazón se me aceleró y regresé al comedor. No podía seguir arrepintiéndome de lo que no decía ni de lo que no hacía.

—Es verdad que no salgo con un amigo, que miento cuando digo eso. Porque en realidad es alguien mucho más importante. Alguien que me hace feliz. Y porque me hace feliz no quiero compartirlo contigo.

Aunque se mostró confundida por mi enfrentamiento no quedó impresionada.

—¿No quieres compartirlo con tu propia familia? Entonces estás con la persona equivocada si es más importante que tu madre.

Miré nervioso a mi alrededor buscando las palabras que necesitaba.

—No es la persona equivocada —afirmé desesperado por la simpleza de mi respuesta.

Quería poder expresar lo que sentía de la manera correcta, con fuerza, ser contundente, para dejar de ser una mentira, una idea que no existía, un adorno en la vida de otros, pero algo me bloqueaba.

—Sin duda esa chica te está llenando la cabeza de malas ideas.

—No es una chica —solté sin pensar.

Me miró extrañada.

—¿Todo esto es por un amigo? ¿Con qué clase de gente te estás juntando? —preguntó preocupada.

Incluso en ese momento no podía sospechar la verdad, un hijo homosexual no era una posibilidad.

Sentí la garganta seca y las manos me temblaban, no podía echarme hacia atrás. No quería ni debía.

—Ya te dije que es más importante que un amigo —mi voz salió débil pero audible—. Soy gay.

Eso no le dio oportunidad a malentender palabras y guardó silencio asombrada.

Suspiré, de alguna forma liberado, como si algo me hubiera estado ahogando todo ese tiempo. Pero no me sentí ni más valiente ni más seguro, ni siquiera podía creer que se lo había dicho. Al percatarme de mis propias palabras mi cara comenzó a arder.

—Tengo que irme, no quiero que se me haga tarde.

Hui antes de que se recobrara.

***

Esperé inquieto en el mismo lugar de siempre, mi cabeza no paraba de plantear los peores escenarios y mi corazón latía queriendo reventar. Todo cambiaría. Me acurruqué contra la persiana del quiosco cerrado, mirando el piso, asustado y desolado. No me di cuenta cuando Valentín se acercó hasta que estuvo frente a mí. Me examinó con seriedad y, antes de que pudiera preguntar, quise excusarme.

—Creo que hice una tontería.

—¿Qué tontería?

Miré a nuestro alrededor.

—Le dije a mi mamá que soy gay.

—Eso no es una tontería —respondió preocupado.

Sentí mis ojos humedecerse, de repente quería llorar arrepentido de lo que había hecho.

—¿Se enojó?

—No sé, me fui antes de que dijera algo.

Valentín suspiró y pensó por un momento, un pensamiento del cual dependía mi vida.

—Quédate en mi casa esta noche. Tienes que calmarte.



#4134 en Novela romántica

En el texto hay: drama, gay, boyslove

Editado: 11.11.2024

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