Kháli se sentó atrayendo consigo a Cai y Jim, con cada brazo rodeó el cuello de uno de ellos como si así pudiera protegerlos. La mujer seguía esperando una respuesta, no hizo ademán de moverse. Kháli pudo ver que la que los había atacado estaba hasta el fondo de la habitación. Además de ellos no había nada, la construcción era de madera. Entraba suficiente luz por una ventana sin cristal.
– ¿En dónde está tu tablero de ajedrez?, – preguntó de nuevo.
Kháli sentía que le faltaba la voz. Esa mujer era mucho más pequeña que la otra, pero de alguna forma, su rostro apacible la intimidaba aún más.
-Responde - insistió.
-Eh…¿En mi casa?
La de cabello negro giró ligeramente para ver a la otra al fondo.
La rubia evadió la mirada, pero cuando el silencio se hizo insoportable, exclamó: -¡Agh! ¿Qué querías que hiciera? ¡Cuando los encontré, estaban en un bosque! ¡Sé lo que estás pensando! Probablemente ellos tengan el tablero, ¡Pero no noté que ellos tuvieran el ajedrez! ¡Les di una paliza a ambos! ¿Y lo único que te importa es que no recuperé el tablero? ¿No puedes darme un poco de crédito al menos?
-¿Crédito? Tu deber era traerlos sanos ANTES de que Fausto los encontrara. En lugar de eso traes a dos inconscientes y a una que no confía en ti. Además Fausto huyó otra vez.
-¿Quién es Fausto? - la pregunta salió de los labios de Kháli antes de que pudiera detenerse.
Las mujeres no lo notaron.
-¡Pero traje a tres! Es uno más de lo que esperábamos, – indicó la rubia exaltándose cada vez más, – y uno menos que buscar.
-Tienes vidrio en la cabeza, – fue lo único que dijo la de cabello negro antes de salir y cerrar la puerta detrás de ella.
La rubia suspiró. -Me llamo Rita, – dijo acercándose y sacudiéndose el cabello para dejar caer los fragmentos de vidrio. – Sé que estás confundida, – agregó sentándose frente a ella y cruzándose las piernas, – pero lo que les dije es cierto, no es nuestra intención lastimarlos
Kháli no dijo nada. Intentaba obligarse a dejar de temblar. Los brazos que rodeaban a sus amigos se movían ligeramente sin cesar. -¿Sabes a dónde se llevaron esos gemelos a mi padre?, – fue lo único que se atrevió a preguntar.
La rubia negó con la cabeza-…No lo sé… - hizo una pausa y añadió: - pero si alguien puede encontrarlo, es Alexandria
-¿Alexandria?
-Así se llama mi compañera. Es tan extraño conocer a alguien que no ha escuchado de ella.
Kháli inhaló profundamente. Relájate. Sus piernas la escucharon. Sus brazos no.- ¿Por qué nos buscaban esas personas? ¿Y por qué nos atacaste y nos trajiste aquí? ¿Qué es lo que quieren?
-...Yo no los ataqué… – gruñó Rita – mi plan era traerlos aquí para hablar.
-Y en vez de eso traes a dos inconscientes y a una sangrando, – intervino la mujer de cabello negro que en ese momento entraba sosteniendo con una mano una pequeña botella con sustancia blanca y con la otra un pañuelo blanco.
Rita cruzó los brazos y gruñó por segunda vez – No me esperaba que hubiera tres.
-Sí, fue una suerte que Cai estuviera con ellos – dijo Alexandria. Cuando estuvo frente a Kháli, bloqueándole la vista, Alexandria se inclinó y se posó sobre una rodilla. La sensación de admiración y respeto regresó a su pecho.
-¿Cómo sabes su nombre? - le preguntó Kháli.
En lugar de responder, Alexandria le indicó: – Déjame ver tu herida – Vertió la sustancia blanca sobre la mano que se había lastimado en algún punto del forcejeo. No sintió nada más que calidez. Le envolvió la mano con el pañuelo, luego se levantó y retrocedió unos pasos.
-k’astajik, - murmuó Alexandria.
Kháli frunció el ceño, era un lenguaje que no sonaba a nada que había escuchado con anterioridad y se sobresaltó cuando Jim se sentó lentamente.
-¿Qué-qué sucede?, – preguntó este restregándose los ojos. - ¿Dónde estamos?
-¿Lo despertaste solo con decir una palabra?, – Kháli frunció el ceño - ¿Cómo hiciste eso?
-¿Por qué no despertó el otro?, – interrogó a su vez Alexandria.
Todos contemplaron a Cai, luego Alexandria se fijó en Rita que veía a todos lados excepto a ella.
-Rita, ¿Por qué no despertó Cai?
Kháli se fijó en su nuevo amigo, respiraba, eso quería decir que estaba vivo, pensó aliviada.
-Puede ser… -infirió Rita – que…sea porque…le lancé un poco… ¡solo un poco! de… polvo para dormir.
-¿Polvo para dormir? ¿Le lanzaste polvo para dormir a un Peón?
-¡Dijiste que podía utilizarlo!
-Contra un posible enemigo. No contra un chico de 13 años.
-¡Hubieras visto cómo luchaba! – exclamó ella emocionada y agitando los brazos, golpeando en el aire. – Daba puñetazos por todos lados y esquivaba mis golpes; cuando lo agarraba, se liberaba fácilmente. No creía que los otros dos me dieran tanta pelea como lo hicieron, mucho menos cruzó en mi mente que otro chico me forzara tanto. El polvo para dormir fue la única opción si quería traerlo ileso, ese muchacho estaba decidido a sacar a sus amigos del costal o morir en el intento. – parecía orgullosa y molesta al mismo tiempo con todo lo que decía.