Jim no dejaba de quejarse.
Cai estaba enojado. -Ya cállate.
Los tres iban en un autobús, tratando de comer lo que Cai y Jim pudieron conseguir: tortillas y sal. El camino era empedrado y lleno de agujeros por lo que el autobús no dejaba de dar saltos haciendo que la tortilla acabara en un ojo o en el suelo en lugar de la boca, además no habían tenido dinero para pasaje por lo que iban arriba del bus sobre lo que los ciudadanos llamaban parrilla.
-¿Cómo es que Fausto estaba en el tablero?, – preguntó Jim, la tortilla resbalando de sus manos. – Creí que había sido eliminado por traición.
-No estoy segura. Mencionaron algo sobre que nadie sabe que Fausto es un traidor, ni siquiera mi madre lo creía…por lo que ella dijo, entiendo que ella fue Alfil antes que Fausto, luego Fausto tomó su lugar y al traicionarlos mi madre regresó. Tal vez mi padre sepa más, - apretó su comida entre las manos.
-¿Crees que tu padre sabía que tu madre era un Alfil?
-Debió saberlo, por eso me contó la historia de los Guerreros... Como sea – prosiguió después de comer un bocado. – En este tablero aún no habían sustituido a Fausto.
Cai había terminado de comer y se sacudía las manos. -Ahora la pregunta más importante es ¿qué hacen los dos Peones en el hospital psiquiátrico?
Jim y Kháli se encogieron de hombros.
-Aquí nos bajamos, – indicó cuando el bus se detuvo.
Bajaron con cuidado, el chofer los notó pero pareció no importarle.
No podían hablar entre ellos, había mucho ruido que provenía de una gran cantidad de personas. Cuando lograron alejarse, Kháli preguntó::
-¿Dónde está?
-Debemos caminar todavía, – señaló un tramo que iba en dirección hacia arriba.
Al recorrer la colina, la cantidad de gente se fue reduciendo y el ruido aminorando.. Había ventas de comida y medicina durante todo el trayecto.
Finalmente llegaron a la cima. El enorme letrero que Kháli había visto en el holograma antecedía a un gigantesco portón de acero. Alrededor había un muro tan largo que se perdía de vista a su lado derecho.
-Viene mucha gente… – observó Kháli. El aspecto de la mayoría era andrajoso o descuidado.
-Sí, pero no dejan entrar a cualquiera, – comentó Cai, – menos a tres adolescentes.
Kháli miró el portón que se alzaba ante ellos y lucía cerrado hasta para el Guerrero más imponente. Pensó en Rita, quizás sus puños hubieran podido abrirlo. -¿Qué podemos hacer?
Los tres miraron a su alrededor. La incertidumbre los acechaba.
-...Podríamos intentar la palabra para ponernos de cabeza; - sugirió Kháli haciendo su mejor esfuerzo para que los nervios no hicieran que su voz y piernas temblaran. - Si lo revierto rápido caeremos del otro lado…
-Y si no, continuaremos hasta el cielo. - Jim se estremeció. - Además nos podríamos lastimar al caer.
-¿Qué otra idea se te ocurre? No entran vehículos en los que nos podríamos ocultar.
-Tal vez la respuesta es la más simple… debemos intentar pasar por la puerta.
-Que no nos dejarán entrar solo así… – repitió Cai con tono cansado.
Kháli lo detuvo al hacerle notar que no había nadie en la entrada – El portón está cerrado…, ¿Por qué no hay vigilancia? Tal vez Jim tenga razón y podamos entrar más fácil de lo que creemos, – giró para dirigirse a Cai. – Cuando te conocimos estabas sobre un árbol; ¿Puedes escalar uno de los que están junto al muro?
Cai asintió e inmediatamente escogió un lugar oculto y comenzó a trepar,
-¿Qué ves? - le preguntó ella cuando vio que llegó a la cima, solo suficientemente audible para él.
-Hay como cincuenta policías adentro.
-¡¿Tantos?! - Ella y Jim habían comenzado a trepar también, lo hicieron más lento e inseguros. Cuando lograron llegar a salvo con Cai pudieron confirmar que él decía la verdad.
-No parecen estar vigilando, - observó Jim.
Los policías estaban sentados o caminando en parejas o grupos, conversando, ninguno parecía estar pendiente de su alrededor. Vagando también había pacientes, estas personas llevaban ropa vieja muy holgada que les colgaba hasta los pies y hacía que se ensuciaran. Bajo el sol estaban otros pacientes recostados en el suelo, parecía no dolerles recibir quemaduras ni lo caliente del concreto en el que estaban..
Kháli se acomodó intentando no hacer ruido. -¿Por qué hay tantos policías?,
-Ya he escuchado sobre este hospital, – dijo Cai, una mano sujetaba una rama y la otra sujetó un brazo de Kháli. – Al lado de este hospital hay otro, – señaló a su izquierda; a lo lejos se podía ver una construcción aún más lúgubre. – Es una prisión. Algunos reos de ahí son enviados a este hospital para ser tratados por sus problemas mentales. Con cada reo que mandan, envían a uno o dos policías para que lo vigilen.
Entre los pacientes, había unos que tenían la mirada perdida, otros, a pesar de su ropa, parecían muy normales. Jim notó esto y preguntó: - ¿Cómo eligen a las personas que entran?