Sin prisa, Alexandria subía las escaleras en el interior del faro.
Llegó a la cima del faro. Estaba claro que la construcción había sido modificada pues la pared estaba sellada para que la luz de la linterna no pudiera salir. Además de la puerta en la que ella había entrado, había dos vitrales arriba que creaban una forma puntiaguda hacia el interior de la construcción. A la derecha había una mesa con el tablero de ajedrez de Kháli encima. La luz provenía del exterior y era demasiado tenue, por lo que el lugar estaba muy oscuro.
Justo frente a ella había una ventana muy pequeña la cual no podía ver bien, pues la silueta de Fausto cubría parte de ella.
Tres entradas. Una salida.
A pesar de la sonrisa que tenía el Alfil traidor, ella podía notar que estaba muy enojado.
-Realmente quisiera saber, – dijo Fausto comenzando a rodear el faro, - ¿Cómo hiciste para que ningún Foilok entrara al almacén en que estaban los Peones?
Alexandria no respondió a su pregunta, en su lugar optó por decir: - Valerie está dentro de un Foilok ahora. No creo que muera, pero estar entre tanta baba puede que sea incómodo.
Esta vez fue Fausto quien permaneció en silencio.
-Aunque ambos sabemos lo que le hará el Imperio Negro cuando retorne a ellos. ¿Qué estás esperando? - preguntó ella ladeando la cabeza cuando su enemigo no dijo nada. - ¿El Imperio Negro te dijo que los esperaras aquí? - Una mueca le confirmó que estaba en lo cierto. El tono de Alexandria era casual cuando añadió: - Las marcas de traición han nublado tu juicio, ¿no ves que te dejaron encerrado para caer en nuestra emboscada?
Sudor comenzó a correr por su frente.
-No me sorprende que no lo hayas podido ver. Toma tiempo ajustarse a ya no ser un Guerrero… eso me han dicho.
Una chispa de furia se vio en los ojos de Fausto. -¡Lo lograré! – exclamó - ¡Seré parte del Imperio Negro! ¡Mataré a todos los Peones y me darán la bienvenida, ellos me lo dijeron! ¡Tú tuviste que arruinarlo!.
-Y el Imperio Negro solo siguió jugando contigo. Te cerraron las puertas desde tu primer fracaso.
-¡No fracasé! ¡Hice que 8 Peones traicionaran al Imperio Blanco! ¡Eso jamás había sucedido!
-Pero esa no era tu tarea, ¿cierto? Tu tarea era matarlos.
-¡Y lo hubiera hecho si no hubieras llegado tú!
-Entonces lo intentaste con estos ocho Peones nuevos, pero tampoco pudiste. Ya están en manos de las Piezas Mayores. Es imposible que llegues a ellos ahora.
-¡Por favor! – vociferó en tono sarcástico. – Ya lo hice una vez con adultos, puedo hacerlo de nuevo con adolescentes. ¡Fue tan fácil! ¡Ocho Peones traicioneros! ¡Pasaré a la historia con solo ese hecho! ¡Llegaré a ellos, marca mis palabras! ¡Y seré parte del Imperio Negro! – lanzó una carcajada - ¡Tan fácil que fue engañar a todos ustedes! ¡Nueve traidores de dieciséis Guerreros! ¡Y no se dieron cuenta hasta que fue demasiado tarde!
-Pobre Fausto, – dijo Alexandria deteniéndose al lado del tablero, lo cual hizo que también él dejara de caminar por precaución a lo que ella iba a hacer. - Nunca me engañaste. Alguien como tú no podría. Tampoco esos Peones traidores.
-¡Estás mintiendo! ¡Imposible que supieras todo y no dijeras nada! – gritó Fausto con incredulidad y luego formó una sonrisa nada convincente. - Si lo sabías, ¿Por qué no hiciste nada?
-Si los confrontaba ¿qué iba a suceder? Ustedes lo negarían simplemente. ¿Un juicio después? ¿marcas de traición para todos? Y luego buscar a otros que lo sustituyeran. También pensé sobre tus acciones, no tenían sentido, aunque los ocho Peones atacaran, no tendrían oportunidad contra las Piezas Mayores y tú sabías eso. Entonces lo supe, querías matarlos al mismo tiempo y ese sería tu pase de entrada al Imperio Negro.
Fausto parecía más y más estupefacto, Alexandria continuó hablando.
-Así que decidí anticiparme a tus movimientos. Los maté yo para que el Imperio Negro no te aceptara y así ocho nuevos Peones nacerían. Congelé los Árboles para que no pudieras matar ni uno solo, y a pesar de lo que crees nunca fue mi intención dejarlos congelados por dieciocho años..
Fausto movía la cabeza de un lado a otro. No era posible todo lo que estaba escuchando.
Alexandria continuó, -Trece, una edad en la que ya no eran niños, pero tampoco está presente todavía la rebeldía de la adolescencia. Una nueva generación de Guerreros. ¡Míralos! Trece años y Kháli junto con Reff pueden utilizar la Ayuda; Cai es fuerte, su sentido de protección es grandioso, Gertrude no tardará en desarrollarlo; Jim ha creado un lazo con su yegua, ya ha empezado a practicar con su espada y Rochelle es buena en la esgrima; en cuanto a Alan y Diana, hay que trabajar un poco, pero tendremos tiempo. Además de todo, el lazo entre ellos es fuerte, se quieren como hermanos y luchando contra ti, solo ha logrado hacer ese lazo más estrecho. - Lo miró fijamente. - Creíste que lo tenías bajo control, pero lo cierto es que fracasaste desde el momento en que decidiste traicionarnos.
Fausto seguía sin poder creerlo. –No, – repetía. – No, eso no puede ser.
-Eso no es todo, - Fausto conocía bien a Alexandria como para reconocer que estaba orgullosa de algo. - Heriste mi vientre de forma grave, pero ¿De verdad crees que soy tan ingenua para no haber notado el veneno de Ceiba en mis venas? Sabía que para curarme iban a necesitar mi ánima y yo no la tenía conmigo.