Ese día había estado lleno de emociones y situaciones profundas para ella, había dedicado toda la tarde a descargarse en su piano, tocó con tanto fervor que se le habían entumecido los dedos, cosa que no pasaba desde mucho tiempo atrás. Su hermano se había incluido en un dueto horas después, tocando historia de un amor, sin saber por qué esa canción en específico, ambos perdidos en su propio mundo y fue hermoso, sobre todo cuando Aaron agregó el sonido de las cuerdas de su violonchelo, estaban sincronizados y parecían practicar para una presentación o eso es lo que pensaban el resto de las personas de esa casa; sin saber el verdadero motivo oculto por el cual tocar esa pieza, hacía expresar mucho de lo que guardaban en su interior para esos jóvenes músicos. Aaron estaba tan concentrado tocando aquel instrumento, nunca dejaba de verse imponente y el momento que hacía surgir aquellos dulces sonidos, parecía inalcanzable, con su expresión entregada y su cabello dorado bailando sobre su rostro cuando se movía desenfrenadamente al ritmo de aquella música, creada por sus propias manos, en aquella sala, era una figura impresionante, imposible de ignorar; mientras que los hermanos que compartían color de ojos, sus manos chocaban de vez en cuando sobre aquel teclado, cuando esto sucedía, solo se limitaban a regalarse una mutua sonrisa, Aria quiso llorar a momentos, pero se reprimió aquellas ganas porque momentos como este con su hermano no pasaban a menudo.
Luego de tocar aquella pieza extendida por más de 20 minutos, se detuvieron, Aria solo miraba al frente, y su hermano veía de reojo a Aaron, tocando algunas notas con las cuerdas del violonchelo; cuando ya habían dejado por hecho que había acabado la práctica, el sonido de las cuerdas se fue intensificando y vocalise se hizo presente en la habitación, rápidamente los hermanos buscaron sus ojos, era la pieza favorita de su padre, el corazón de Aria se comprimió y buscó entre sus partituras las notas, mientras su hermano secundó la melodía, no necesitaba leerlas, las conocía de memoria, a pesar de tener tanto tiempo sin tocarla. Aria permaneció de pie, observando aquella escena, en un ambiente impregnado de nostalgia y secretos no revelados, lleno de angustia y… ¿Anhelo? Ahora era a su hermano a quien observaba, una agradable visión, sin duda un chico por el cual se hubiera fijado, aunque no entendía el por qué siempre usaba camisas largas a suéteres, como si tratara de ocultar algo.
Era más alto que ella y su cabello oscuro le hacía contraste a su piel blanca, tenía pecas en el rostro al igual que ella y eso le daba una imagen infantil, y sus cejas pobladas resaltaban sus enormes ojos grises, su nariz era grande y perfilada, sus facciones masculinas, y su voz era grave, podría ser cantante, se lo había dicho las veces que lo escuchaba cantar, pero siempre decía que prefería estar al fondo y ser el alma de las canciones, lo miró, aquellas notas lo estaban atravesando como un puñal, lo sabía, sin embargo seguía tocando de manera abnegada, como si así estuviera tratando de comunicarse con una energía imperceptible para todos los demás, menos para ella, que sabía perfectamente con quien trataba de entablar una conversación a través de aquellas notas. Sus manos eran agiles y precisas en el piano, eran grandes, de dedos largos y fuertes. Quiso guardar aquella escena en su memoria, su hermano en su máximo esplendor, con el alma desnuda ante el piano, el único lugar donde no sentía miedo de ser lastimado.
Luego todo aquello terminó y fue a abrazar a su hermano, la tomó con fuerza, sus brazos temblaban a su alrededor, sabía que se estaba conteniendo, que no quería llorar, que quería ser fuerte ante ella, pero su respiración era entrecortada y sus manos titubeantes acariciaban con torpeza su cabello, ella no pudo ser fuerte por mucho tiempo, pero fue su hermano quien pronunció el primer quejido, no se atrevería a verlo, no quería que pensara que lo veía como alguien débil, así que solo se apretó a él con más fuerza mientras trataba de reprimir su llanto.
-Resolveré esto Ari –dijo con dificultad- Lo prometo- besó su frente y luego salió de su habitación. Se abrazó a sí misma y miró al suelo- Te quiero bonita-escuchó decir desde la puerta y lo miró unos segundos, estaba apoyado en el marco de madera con sus mejillas aún rojas y sus ojos brillantes, tratando de esbozar una sonrisa que parecía más bien una mueca- jeg elsker deg så mye min kjære bror – pronunció esas palabras y fue una especie de bálsamo, para ambos, los ojos de su hermano se iluminaron por un momento y le sonrió con mayor amplitud. No se imaginaría entonces que sería la última vez que vería la sonrisa de su hermano en mucho tiempo.
Todo era confuso, un sueño detrás de otro y cuando ya parecía haber despertado, caía nuevamente en cuenta de que estaba soñando, logró divisar un pasillo escasamente iluminado por la luz que generaba el fuego de unas antorchas, comprobó que estaba descalza y que era un simple sueño, a pesar del frío que penetraba hasta sus huesos, caminó por el piso de piedra y siguió el camino de las antorchas, hasta llegar al lugar donde se abrían dos caminos, uno que parecía ir recto, pero estaba en penumbras y el otro giraba a la derecha y bajaba por unas escaleras, decidió ir por el ultimo ya que estaba iluminado, una vez a bajo, comenzaba a notar el espacio más pequeño y con muros mucho más gruesos, en este punto el suelo solo era tierra, atravesó el camino de una bóveda y todo comenzaba a ser más oscuro, ya no le gustaba ese lugar, se giró para irse, pero se encontró con un muro que le impedía regresar, debía avanzar. Escuchó el sonido de un susurro, parecían varias personas, se acercó con cautela, escondiéndose detrás de una columna que alguna vez fue de orden toscano. Pudo ver una simbología estructurada en la pared del fondo, eran extraños, pero ya los había visto alguna vez, trataba de recordarlo, pero su atención se desvió hacia el grupo de mujeres que estaban haciendo un circulo, estaban todas semidesnudas, de largo cabello rojo y susurraban algo que no lograba oír por completo. Entonces se hicieron a un lado, se extrañó muchísimo al ver a su hermano en el suelo, dentro de lo que parecía una especie de pentagrama, su corazón se aceleró y el miedo hizo presencia en su cuerpo, tapó su boca para no gritar ¿Qué estaba haciendo su hermano allí? ¿Qué intentaban hacer esas brujas? De pronto, su hermano comenzó a moverse y decir cosas de manera incoherente, hasta que abrió los ojos y una de ellas tomó su rostro con sus asquerosas manos y le sonreía, trataba de escuchar lo que decían, pero le era imposible, solo veía como su hermano se contorsionaba y gritaba cosas como: ¡Nunca! ¡Prefiero que me maten! ¡Jamás diré una palabra! Estaba tratando de idear un plan para ayudarlo, eran 9 brujas y solo ella, no le importaría sacrificar su vida por su hermano. De pronto una de ella lo golpeó fuertemente y comenzó a reír, a Aria se le hirvió la sangre y emitió un estruendoso grito, sintió por sus venas correr el calor de su fuego que exigía salir. Salió desde su escondite y llamó su llama interior, haciendo un círculo alrededor de su hermano, para que no se le pudieran acercar, él la miraba impactado, como si jamás lo hubiese imaginado ver algo así, la miraba cómo si fuera un monstruo y lo entendía, sabía lo que era, pero justo en ese momento, ayudaría a su hermano. Las demás brujas solo comenzaron a reír cual desquiciadas << ¿Acaso crees que lograrás algo con eso?>> dijo una de ellas, todas tan parecidas y tan diferentes << Él no es lo que dice ser>> dijo otra y su furia iba en aumento, comenzó a decir una especie de conjuro, en una lengua que su espíritu conocía, pero ella no. Llevó la vista hasta sus manos y el fuego comenzó a tornarse azul, emanó de ellas una onda expansiva y todo se convirtió en oscuridad << Te ha engañado todo este tiempo>> fue lo último que llegó a escuchar.
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Editado: 16.07.2018