Zephyr respiraba apresuradamente, su pecho le dolía por el esfuerzo que estaba haciendo al respirar tan agitadamente y comenzaba a sentirse mareado, pudo jurar que vio su vida pasar a través de sus ojos hace tan solo unos segundos. Aquella brujas habían estado de vuelta, querían asegurarse de que estaba cumpliendo con su parte y parece que de alguna manera se enteraron de que había avanzado bastante en su investigación, de alguna manera y entonces aparecieron ante él en aquel lugar repugnante y lúgubre, trataba de concentrarse lo más que podía, pero todo en él dolía horrores, no había comido desde hace horas, su estómago ya había dejado de rugir. Ellas solo se encargaban de mantenerlo hidratado, lo suficientemente débil para no escapar, pero lo suficientemente fuerte para seguir con él código.
Si podía interpretar el código que había creado su padre, sería más fácil leer el escrito que estaba en el mapa de las cuevas y luego, intentar identificar en dónde estaría específicamente, aunque él ya asumía que el collar estaría escondido en la cueva más profunda de toda Abjasia, Georgia, de seguro.
Ellas comenzaron a irritarlo de nuevo, entre comentarios y maltratos, ya no tenía fuerzas, aunque su costilla ya no estuviera rota, seguía adolorido y la mano donde estaba la maldición era la razón más fuerte de su dolor. Una de ellas lo notó también, se rehusó a responder cualquier comentario y siguió con sus patrones, se exasperaron, lo arañaron, le gritaron, otra vez, pero su mirada ya estaba vacía, al igual que su alma, había pensado tanto en esas pocas horas que fueron eternas, las sintió como un siglo, en medio de la húmeda oscuridad. Nuevamente lo abofetearon, haciéndolo sangrar, desencajándole la mandíbula, haciéndole más difícil el poder hablar. Una de ellas perdió el control y él pensó que ese sería el fin, cerró sus ojos, preparado para terminar con el dolor, pero eso nunca llegó, en el momento que volvió a abrir sus ojos, todas ellas habían desaparecido, dejándolo solo otra vez, pero en esta oportunidad se sentía distinta su soledad.
Entonces, lloró, finalmente, por la frustración y la impotencia, porque dolía demasiado, su cuerpo y su alma, su espíritu roto, lloró, porque no podía contenerlo más, porque era la única manera en que podía gritar lo que sentía.
Para él pasaron horas, cuando solo fueron minutos y realmente nada más le importaba, solo quería que su hermana y Aaron estuvieran bien. Se repitió a si mismo su promesa de que si salía vivo de esa situación, cambiaría mucho las cosas en el clan y sobretodo, cambiaría con su hermana, nunca más le ocultaría nada, sabía que eso no la protegería más. En ese momento, necesitaba abrazarla con fuerza y tal vez arrullarla entre sus brazos, poder protegerla de verdad, no como había creído hacerlo, no de una forma fría y soberbia, sino con el cariño y la paciencia que su hermana merecía y con respecto a Aaron, tratar de ser un mejor amigo. También debía decirle como se sentía de una buena vez, debía aclararle las cosas, eso si volvía a verlo.
Luego de atravesar su duelo interno, pudo calmarse un poco, ahora respiraba un poco mejor, pero se dio cuenta de lo cansado que estaba, sin embargo, siguió revolviendo papeles y escribiendo sus patrones en un pedazo de pergamino con una pluma, sus dedos estaban entumecidos de tanto repetir el mismo movimiento al escribir.
-No lo entiendo- dijo pensando en voz alta, dándose cuenta de que era muy incómodo hablar así, le dolía la mandíbula - ¿Por qué regreso al mismo sitio?- se dijo tocando la frente con la pluma, al notar que era una especie de ciclo. Parecía algo hecho a propósito, reconocía los símbolos híbridos entre los dos idiomas, solo pudo descifrar una corta frase: El lugar de los deseos comenzará donde la memoria no es capaz de recordar. No tenía sentido para él.
Sentía los ojos demasiado pesados como para seguir leyendo, se cerraban solo de vez en cuando, no supo en que momento había caído dormido en medio de tantos papeles, pero supo que se había rendido ante al sueño cuando el sonido de unos pasos acercarse lo despertaron, haciendo que se sobresaltara y desordenara más los papeles esparcidos por el suelo, si es que eso era posible. Haberse movido tan bruscamente le hizo recordar que todo en su cuerpo le dolía, buscó rápidamente a su alrededor algo que pudiera ayudarlo a defenderse, pero solo encontró su pluma, eso le serviría para algo. Los pasos se escuchaban cada vez más cerca y su corazón latía con fuerza.
Se mantuvo allí, esperando lo que viniera, con la pluma en su mano, hasta que apareció la figura del único ser que lo había ayudado en su desagradable estadía en ese lugar, Anastassia o más conocida como el pecado de la lujuria, a un par de metros de distancia, con un largo vestido oscuro y también estaba descalza, no sabía por qué, pero en ese momento le molestaba el sonido de todas sus joyas chocar entre sí, era algo molesto.
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Editado: 16.07.2018