Después de lo sofocante que fue encontrar aquel taxi, solo esperaba poder llegar a la estación y relajarme, no obstante, sabía que ese día no era para mí. Como de costumbre el taxista me dejó en la puerta de la estación, sin ninguna ayuda baje mi maleta y camine rumbo a la zona de espera. Pasaron unos cuantos minutos cuando la señorita del megáfono dijo; Autobús A.D.O con hora de salida de las 6 a.m. rumbo a Tulum, Playa del Carmen y Cancún pasar abordar por el estacionamiento número 4.
A paso acelerado camine hasta el estacionamiento y fue ahí cuando me percate que el conductor tenía abierto la parte delantera del bus y en su mano sujetaba un enorme palo, el cual estaba utilizando para golpear una diminuta palanca, al parecer estaba atorada, pero unos segundos después comprendí que aquello controlaba la puerta, al parecer por la cara del conductor aquello no tenía remedio, en ese instante sentí que todo se había arruinado. Ya que yo debía llegar a tiempo a playa del Carmen si no perdería mi barco que me llevaría rumbo a Cozumel.
El conductor nos miró un poco avergonzado, pero su rostro se iluminó, enseguida corrió a prestarle a un guardia su silla y la colocó junto a la ventanilla, él subió en ella hasta llegar a la ventanilla, el logro meter la mitad de su cuerpo en el bus y con ayuda del palo trató de apretar el botón que abriría aquella condenada puerta. Tras unos largos minutos, la puerta se abrió y eso para mí fue como si las puertas del paraíso se abrieran, en el fondo sabía que aún tenía posibilidades de alcanzar el barco.