La Tríada - Libro 6 de la Saga de Lug

PARTE XV: JUEGOS PELIGROSOS - CAPÍTULO 74

El general Munster vio su teléfono móvil encendiéndose para anunciar una llamada del teniente Torres. De inmediato, se sacó los auriculares con los que había estado escuchando la conversación entre Liam y Rory, y presionó la pantalla para aceptar la llamada.

—Más vale que sea importante— le gruño Munster a Torres—, estaba en el medio de algo.

—Nunca lo molestaría con trivialidades, señor— le respondió Torres del otro lado de la línea.

—Dime qué novedades tienes— le ordenó el general.

—El forense identificó los cuerpos quemados que encontramos anoche junto al tronco caído en medio del camino que lleva a la base: son los dos soldados que puse a vigilar al hijo de Suarez en el hospital.

—¿Estás seguro?

—Sí.

—¿Cómo murieron exactamente?

—Los daños en los cuerpos son consistentes con un rayo, señor.

—¿Un rayo le dio a los dos? ¿No es eso un poco improbable?— inquirió Munster.

Muy improbable, señor, pero el forense no encuentra otra explicación. Hay marcas de neumáticos que parecen haber frenado de golpe frente al tronco, pero no hay señales del vehículo.

—¿Por qué estaban volviendo a la base?

—En su última comunicación, dijeron que habían atrapado a alguien que salió de la habitación del niño, alguien a quien nunca vieron entrar en primer lugar. Lo estaban trayendo a la base para interrogarlo, tal como yo les había ordenado que hicieran.

—Y supongo que no había señales de esta persona en el lugar donde encontraron los cuerpos— dedujo Munster.

—No, señor, pero fui al hospital y conseguí un video de seguridad. Se lo estoy enviando ahora mismo.

Munster despegó el teléfono de su oído, esperó unos segundos a que se descargara el video y lo reprodujo. No tenía sonido, pero en él se veía claramente a los dos soldados llevando a un muchacho a punta de pistola hasta el ascensor.

—¿Quién es este hombre?— preguntó Munster a Torres.

—No fue difícil identificarlo— le respondió Torres—. Está en la base de datos de la policía por violencia familiar, aunque los cargos fueron retirados. Su nombre es Augusto Miguel Cerbara.

—¡El Alquimista!— exclamó el general, entre sorprendido y perturbado.

—Según lo que se ve en el video, el muchacho no parece ser capaz de ofrecer mucha resistencia a nuestros hombres. Creo que recibió ayuda para escapar— opinó Torres—. Si hubiese sabido antes a quién estaban trayendo, les habría enviado refuerzos, habría tomado otros recaudos… Lamento que se nos haya escapado, señor.

—No te preocupes por eso, Torres. Tengo otro plan en marcha con el que lo recapturaremos y desbarataremos todos los planes de nuestros enemigos.

Torres suspiró, aliviado: Munster no era muy afecto a perdonar errores en sus subordinados.

—¿Qué hay de Suarez? ¿Te encargaste de él?— inquirió el general.

—Sí, ese asunto ya está solucionado.

—¿Y el niño? ¿Aún no despierta?

—Bueno…— dudó Torres—. Cuando fui al hospital, me informaron que el niño ya no estaba allí.

—¿Qué?

—Los doctores piensan que su madre se lo llevó.

—Tienes que averiguar dónde está ese chico, Torres.

—Justamente ahora voy en camino a su casa para comunicarle a su madre la muerte de su esposo en un accidente de tránsito— respondió el teniente—. Averiguaré todo lo que pueda sobre el niño.

—Bien, Torres— asintió Munster con satisfacción—. Eres el más eficiente de mis hombres.

—Hay una cosa más…— titubeó Torres—. Algo que no va a gustarle— trató de preparar al general para la mala noticia.

—¿Qué cosa?

—Fui al departamento que me indicó, a buscar a la chica…

—¿Y?

—También escapó, señor— dijo Torres, despacio.

—¡Maldición!— exclamó Munster dando un puñetazo contra una pared—. ¿Cómo?

—No lo sé con exactitud. La puerta de entrada al departamento estaba sin llave, pero no estaba forzada. Sin embargo, la puerta del baño parece haber sido rota a patadas desde adentro y hay vidrios rotos del espejo desparramados por el piso.

—¿Encontraste alguna señal de que haya escapado con ayuda?

—No, nada— negó Torres—. Tal vez escapó por sus propios medios— sugirió.

—Si fue así, no hay muchos lugares a los que puede ir a esconderse— murmuró Munster más para sí que para Torres.

—¿Quiere que ponga gente a buscarla, señor?

—No, Torres, está bien, yo me encargaré. Infórmame sobre la entrevista con la esposa de Suárez en cuanto puedas.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.