—¡¿Qué?! ¡Eso es ridículo!— gritó Govannon—. ¿Qué interés tendría Faberland en masacrar a Merkor y su gente?
—Eso es lo que quisiera saber— retrucó Vianney.
—¡Piensa, Vianney! ¡No tiene sentido!
—Faberland tiene una población en constante crecimiento, tal vez necesita más comida— opinó el regente.
—Faberland tiene campos de cultivo y acuerdos de comercio beneficiosos con todo el Círculo que exceden sus necesidades. ¿Acaso estás diciendo que Eltsen decidió de repente apropiarse de la pesca de Merkor?— planteó Govannon, exasperado, y luego a Franz—. ¿Hubo pillaje durante el ataque? ¿Fueron las riquezas de Merkor saqueadas?
—No— admitió Franz—, no parece faltar nada.
—Eso no significa nada— interpuso Vianney—. Podría ser un ataque estratégico, una forma de advertencia.
—¿Advertencia?
—Sí, una demostración de poder. Una prueba de que pueden aniquilarnos cuando quieran. Una amenaza para que acatemos su voluntad.
—¿Su voluntad? ¿Y cuál piensas que sea su voluntad?
—Tomar control de todo el Círculo— respondió el regente.
—¡Inaudito!— exclamó Govannon—. Faberland nunca ha estado interesado en conquistar tierras, incluso se ha mantenido siempre al margen de las guerras.
—Eso no es cierto— replicó Vianney—. Me he tomado el trabajo de leer los trabajos de Frido y sé bien que Faberland colaboró en la guerra contra los Antiguos. Y si no me equivoco, la última gran guerra, que involucró a las fuerzas de la Nueva Religión, fue llamada precisamente “La guerra de Faberland” porque fue allí donde se llevó a cabo. Sin mencionar que Faberland también fue parte de la Guerra de las Cúpulas, cuyos desastres climáticos son sufridos por el Círculo hasta el día de hoy.
Govannon guardó silencio, sus argumentos agotados.
—Pero, ¿por qué Merkor?— intentó razonar Alaris—. Si en verdad, y solo hipotéticamente, consideráramos que este ataque vino de Faberland: ¿Por qué atacar un lugar tan alejado y de tan poca importancia, sin ofender?
—¿Y por qué atacar por mar?— agregó Govannon de repente—. Faberland no tiene conexión con el mar, no posee flota de barcos, nunca ha desarrollado ninguna forma de transporte por agua.
—Pero Eltsen y Verles se conocen, se llevan bien— arguyó Vianney—. Verles podría haberle facilitado embarcaciones de sus pescadores de Hariak.
—¿Entonces estaríamos hablando de una conspiración? ¿No estamos yendo demasiado lejos con estas elucubraciones?— trató de calmar los ánimos Alaris.
Llewelyn se había mantenido al margen de toda la discusión, con el rostro serio y meditabundo. Su mirada no seguía a los interlocutores enzarzados en la controversia, sino que estaba posada en los otros dos cadáveres bajo las sábanas.
—No fue Faberland— dijo Llewelyn con total serenidad. La seguridad de su afirmación hizo callar a todos los demás.
—¿Cómo lo sabes?— inquirió Vianney.
—Por dos razones importantes— comenzó Llewelyn—. La primera es que la tecnología usada en esta masacre es inferior a la de Faberland. Faberland posee armas llamadas transmets que pueden causar este daño y mucho más, solo usando haces de luz concentrada. No necesitan imprácticos proyectiles de plomo.
Nadie lo contradijo.
—La segunda— continuó Llewelyn—, es que si Vianney realmente pensara que esto ha sido obra de Eltsen, habría convocado de inmediato a su Concejo de nobles, pero en cambio, nos llamó a nosotros. Y nos llamó a una reunión secreta en las mazmorras.
—¿Qué quieres decir, Llew?— preguntó Govannon, desconcertado.
—Quiero decir que la insinuación de Faberland como responsable fue solo una prueba para ver cómo reaccionábamos, pues en realidad, Vianney piensa que es nuestra escuela la que está involucrada en esto. ¿Pasamos la prueba, señor regente?
—Sí— admitió Vianney—. Lo siento, pero tenía que asegurarme.
—¿Asegurarse de qué?— inquirió Govannon.
—De que no sabíamos nada del asunto y no somos cómplices del ataque— respondió Llewelyn—. Su hubiésemos aceptado la acusación contra Faberland, Vianney habría inferido que estábamos desviando la atención de nosotros mismos.
—Eres tan inteligente como tu padre, Llewelyn— sonrió Vianney—. Me alegro de haber aceptado tu mediación en ausencia de Lug.
—Gracias por el cumplido, Vianney— aceptó Llewelyn con una inclinación de cabeza—. Y ahora, creo que es tiempo de que nos cuenten el resto de la historia y nos muestren de quiénes son los otros dos cuerpos.
—Adelante, Haldor, muéstrales— ordenó el regente.
El médico obedeció, descubriendo los otros dos cadáveres. Los tres visitantes palidecieron al reconocerlos.
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Editado: 14.10.2019