La Tríada - Libro 6 de la Saga de Lug

PARTE I: TIEMPO PERDIDO - CAPÍTULO 4

Emilia escuchó pasos que se acercaban y cerró la puerta de su habitación abruptamente. Apenas unos segundos más tarde, escuchó un par de golpes suaves en la puerta.

—Un momento, por favor— dijo, tratando de que no le temblara la voz.

Respiró hondo varias veces, se alisó el cabello y abrió la puerta.

—Hola— le dijo una mujer de pelo castaño, largo y enrulado que llevaba una bandeja.

—Hola— respondió Emilia tímidamente. Dedujo enseguida que esta era la mujer a la que no le agradaba su presencia en la casa. Le pareció reconocerla de alguna parte.

—Mi nombre es Juliana— dijo, al tiempo que Emilia se hacía a un lado para dejarla entrar en la habitación—. Te traje el desayuno— explicó, apoyando la bandeja sobre la cama.

Emilia se dio cuenta de que a Juliana le perturbaban sus ojos de distinto color. Vio que trataba de evitar su mirada pero al mismo tiempo deseaba estudiar el raro fenómeno. La chica estaba acostumbrada a que la gente reaccionara así y había aprendido a ignorarlo. Aunque sin saber por qué, sospechaba que la turbación de Juliana ante su presencia iba más allá de su heterocromía.

—Gracias. Soy Emilia, Emilia Morgan— ensayó una sonrisa—. ¿Dónde estoy?

—En mi casa— respondió Juliana—. Lug te trajo anoche. ¿Amaneciste bien?

—Bien, sí, gracias. ¿Qué pasó?— preguntó la chica.

—¿Qué pasó?— repitió Juliana—. Eso es lo que a mí me gustaría saber.

—No entiendo.

—Lug dice que te perseguían unos tipos armados y que te dispararon. ¿Alguna idea de por qué?

—No, no lo sé. Pensé que Lug lo sabría, él me salvó de ellos… pero no entiendo.

—Estás en serios problemas, Emilia. Y la única forma en que Lug puede ayudarte es sólo si dices la verdad, ¿comprendes?

—La verdad es que no entiendo nada de lo que me está pasando, lo juro— aseguró la otra.

Juliana suspiró:

—Será mejor que tomes tu café antes de que se enfríe— dijo, dando media vuelta para irse.

—¿Hice algo malo?— preguntó Emilia.

—¿Perdón?— se volvió Juliana hacia ella.

—Veo que mi presencia en su casa la incomoda y no sé por qué. ¿Hice algo malo? No recuerdo mucho lo que pasó después de que me subí al coche de Lug.

—No, no hiciste nada malo— dijo Juliana—, todavía…— murmuró luego para sí.

—Entonces… ¿Por qué…?— intentó la chica.

—Sólo toma tu desayuno— la cortó Juliana.

—Lug los puso en peligro a ustedes al traerme aquí, ¿no es así?— dedujo Emilia—. Esos hombres… ¿Cree que vendrán aquí?

Juliana abrió la boca para contestar, pero fue interrumpida por Lug, que entró en la habitación, seguido de un hombre flaco y alto, de pelo negro y ojos marrones de mirada vivaz e inquisitiva, que llevaba un portafolio marrón. Emilia observó que Lug vestía una camisa blanca, unos pantalones negros y botas altas de cuero, también negras. Al menos ahora se veía como una persona más normal.

—Buenos días, Emilia— le sonrió Lug amigablemente—. Este es el doctor Polansky. Está aquí para examinarte.

—Ah…— dijo Emilia, mirándose la pierna. No estaba segura de cómo ellos iban a tomar el hecho de que la herida de bala había desaparecido por completo.

—No querida, no vengo a revisar tu pierna— dijo Polansky enseguida—. No soy esa clase de doctor.

—No entiendo— dijo ella, desconcertada.

—Termina tu desayuno tranquila mientras preparo mi equipo— le dijo Polansky.

—¿Equipo? ¿Qué van a hacerme?— preguntó la chica con cierto nerviosismo.

—Tranquila— la apaciguó Lug con las manos en alto—. Estás a salvo aquí.

—¡No entiendo nada! ¡No entiendo lo que me está pasando!— se llevó Emilia las manos a la cabeza, sollozando—. Primero pierdo quince días de mi memoria, luego unos hombres me atacan sin razón, usted me rescata y… y la herida… tenía una herida de bala en la pierna, pero ahora no existe. Ya no estoy segura si todo esto es una alucinación o… no lo sé… no lo sé…

—¿Quince días?— murmuró Juliana, cruzando una mirada preocupada con Lug.

Lug no dijo nada. Solo abrazó a la llorosa Emilia y la guió hasta la cama, sentándose junto a ella.

—Toma mi mano— le pidió Lug—. Te ayudaré a tranquilizarte para que puedas entender, ¿de acuerdo?

Emilia asintió con la cabeza, dándole a Lug su mano izquierda, mientras se secaba las lágrimas con la mano derecha. Lug cerró los ojos y se conectó con la mente de Emilia. Juliana le lanzó una mirada desaprobadora, pero Lug la ignoró. En menos de un minuto, la respiración de Emilia se hizo más lenta y acompasada, su mente se esclareció, su corazón se tranquilizó.




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