La batalla había sido tan intensa entre Zelgadis y su contra parte, que el espacio que había sido creado por el soñante, estaba viéndose algo inestable, lo cual preocupó a Abeliel, aunque más lo estaba por el estado de ese albino… ¿cómo podía ser que estuviera peor que su contrario?, es más… ¡le enfadaba un poco con lo mucho que les tomó hacer que se recuperara!, no obstante, Zelgadis no iba a darle la oportunidad de regañarlo cuando todo terminara, porque ese peliblanco empezó a regenerar sus heridas con una rapidez espeluznante, lo que dejó boquiabierto a Abeliel, aunque la contra parte de Zelgadis no estaba demostrando ninguna emoción al respecto.
—Será mejor que retrocedas, porque voy a ponerme realmente violento —advirtió Zelgadis, quien hizo crujir sus nudillos, y Abeliel, ante este aviso, sintió que algo terrible le sucedería si no acataba la amabilidad de Zelgadis, de modo que se propuso hacerlo, aunque pese a su intensión, ninguno de esos dos decidió esperar a que estuviera a salvo, y entonces se lanzaron el uno contra el otro, haciendo chocar sus palmas, las cuales enlazaron sus dedos para empezar con un terrible juego de contra fuerza, e igualmente esta acción, la cual fue tan veloz e intensa que, de inmediato soltó una onda expansiva que mandó a volar a Abeliel por el impactante choque de manos.
—¡Ah! —Abeliel terminó por aterrizar contra el resto de escombros de una pared, recibiendo así el impacto con su espalda, y quedando bastante adolorido por ese golpe, así que le costaría incorporarse, aun así, eso no le impidió ser testigo de lo que vendría después. En los brazos de ambos Zelgadis las venas comenzaron a marcarse por la fuerza que implementaban, al igual que la sonrisa del original, hasta que el ambiente cambió a uno más denso; incluso a Abeliel le afectaba esta energía tan aterradora que comenzó a ser liberada, ¡y oh!, sorpresa, no era otro que Zelgadis el que soltaba toda esa enfermiza aura, la cual palideció a su oponente.
—¡Qué pasa! ¿Se te terminaron los trucos? —le consultó a su contrario, y como era de esperar, éste no contestó, así que, sin la necesidad de seguir con la charla, ese otro Zelgadis intentó intimidarlo usando la misma táctica, sin embargo, la energía de éste no era tan inmensa como la del otro; ¡se había dejado en evidencia que este sujeto poseía un límite!, por lo tanto Zelgadis vio la oportunidad, lo levantó como si fuera nada mientras sus pies se hundían en el suelo debido a la presión del ambiente, y transformó sus manos en garras para después lanzarlo en el aire a una cierta altura con la intensión de esperarlo cuando la gravedad hiciera lo suyo; iba a hacerlo picadillo. Para este punto la cosa hubiese sido sencilla de no ser porque no estaba tratando con un personaje común, ya que éste individúo también afiló sus garras antes de dar con Zelgadis, por lo que apenas llegó a él, hubo una nueva secuencia de chispas, las cuales eran disparatadas, e incluso gracias a esa habilidad lograba quedarse en el aire por el impulso de las arremetidas, aunque esta vez la impaciencia de Zelgadis se hizo más evidente, ya que por un lado, Abeliel no estaba tan lejos, por lo que en consecuencia se veía afectado por la energía de ambos, mientras que por el otro, había subestimado un poco a su contrincante, y ahora el tiempo le estaba jugando en contra, lo que no le daba el lujo de ver qué forma sería la más adecuada de derrotarlo sin levantar sospechas en Abeliel, por lo tanto, decidió jugársela, así que sin olvidar la presencia de ese ángel, hizo que sus garras fueran envueltas en una neblina desoladora, revelando una habilidad poco común en los demonios, y que obviamente, Abeliel fue capaz de notar pese a la velocidad infernal que utilizaban, dado que en cada respuesta quedaban algunas estelas de dicha energía, dejando de este modo a ese rubio impactado, pues reconocía esta estrategia, pero antes de que siquiera lograra pensar en alguien que congeniara con Zelgadis, de forma asombrosa, pronto se vieron las consecuencias de utilizar esa capacidad, y no eran para el dueño. ¡Aquel individuo sufrió variados roses en su cuerpo antes de que la negruzca masa lo rodeara en forma de aura, y entonces, decidiera tomar distancias de ese sanguinario demonio al que enfrentaba! Sin embargo, ya era demasiado tarde, porque las llamas negras lo habían alcanzado y se extendieron por todo su cuerpo como si hubiese sido bañado en gasolina, entonces Abeliel observó cómo ese ser fue consumido hasta las cenizas en medio de alaridos muy intensos, mientras que el que resultó victorioso se llevó una mano a la cintura y suspiró ya más tranquilo—. ¡Por fin! ¡Pensé que nunca terminaría! —declaró ese albino, quien luego se giró para ir a acercarse a ese ángel, al cual le extendió su mano en lo que apagaba toda esa aura desalmada que había acabado con ese sujeto; ahora era completamente seguro tocarlo—. Ven, ya no hay nada que temer.
—Ah… —soltó con pesadez Abeliel, pues las dudas que había despejado gracias a las acciones de Zelgadis, ahora regresaban a él con otra perspectiva; si bien confiaba ahora en él, no estaba seguro de la clase de demonio con el que se relacionaba, por lo tanto, lo primero que llegó a hacer fue tomar su mano aceptando de este modo su ayuda y, por consiguiente, después de ponerse de pie, se tomó el hombro que tenía lastimado para luego plantarle la siguiente cuestión—. ¿Cómo es que tienes esa cualidad…? —le dijo con un tono calmo, pero en la faz de ese precioso ángel se le notaba la severidad de su consulta.
—Qué interesante pregunta… —le contestó Zelgadis al soltarlo de su mano, y se cruzó de brazos como si estuviera pensando debidamente en lo que sea que iba a responder—. ¡No sé de qué hablas! —indicó él llevándose sus manos detrás de su nuca en lo que sonreía, pero antes de que Abeliel volviera a abrir la boca, le dijo—, creo que más importante que mis técnicas de combate, es esa herida en el hombro que tienes, además… —su tono cambió a uno más juguetón cuando miró entre cerrando los ojos el chupón que le había hecho al rubio en el cuello—, yo me preocuparía más de ese chupetón que te hice. ¿No lo verán acaso tus amigos? —sonrió ampliamente al imaginarse a Abeliel intentando dar explicaciones tanto a Leniel a Kadmiel e incluyamos en la ecuación a Alaniel, y enseguida vio cómo la cara de ese rubio se teñía de un amplio carmín, haciendo regocijar a Zelgadis por su reacción.