La tumba del otoño

5


 

 


Cuando salió de la ducha se sintió aliviada, el espejo le regresó la imagen de una Neeve despreocupada. Vio que había adelgazado considerablemente desde la muerte de sus padres, cada vez más y más, pero había atribuido el bajo peso a la mala alimentación del orfanato, siempre avena con agua y pan. La ropa le quedaba a la medida así que si bajaba más se preocuparía, hasta entonces estaba bien.
     Al entrar en su cuarto lo primero que vio fue una sombra circular en la cortina. Seguramente era un animal merodeando la ventana, un animal circular, claro. 
     Neeve cerró la puerta tras de sí y con cuidado abrió las cortinas para encontrarse con un ave grande, regordeta y de plumaje amarillo. Tenía un pico muy pequeño azulado y unas grandes patas, sus alas eran de tamaño promedio y las batía con desesperación. Los pequeños ojos oscuros del animal la miraron mientras agitaba su cuerpo y picaba la ventana. El ave quería entrar. 
     Neeve quitó el pestillo y abrió la ventana para que el ave entrara. Esta se posó sobre el pequeño espacio que tenía dentro de la habitación, una tabla para poner cosas. Neeve no había visto un ave tan rara, era casi una esfera amarilla con las plumas brillosas y una cara minúscula. El ser le transmitía total escencia de paz e inocencia. El ave era un tesoro sacado de unas ruinas, era un ave muy hermosa como para estar entre las cenizas, debía venir de casa o tenía un refugio cercano. 
     —¿Cómo puedes sobrevivir en este horrible lugar?
     Aunque afuera había rayos de un sol falso y poca calidez, el ave estaba espléndida y hermosa, Neeve así lo veía cuando el ave le regresaba la mirada a los ojos. Entonces el ave de momento se quedó estática y empezó a hacer un sonido extraño como si quisiera escupir algo.
     Y pasó tan rápido que Neeve no tuvo tiempo de respirar. 
     ¡PUFF! 
     El ave voló por los aires y no en el sentido de emprender vuelo. Explotó sin dejar más rastro que sus plumas volando por los aires. Neeve vio las amarillentas plumas caer con suavidad delante de ella. Ya no estaba. Explotó delante de ella con tan sólo hablarle. ¡El ave había explotado!
     Neeve sintió que iba a gritar de horror, ¿cómo un animal podía explotar sin dejar tras de sí una masacre sangrienta? Contuvo su grito cuando miró las plumas intactas caer delante de sus pies. Era lo último que quedaba de un ave hermosa que la había mirado a los ojos. ¿El ave quería entrar sólo para morir? Neeve miró el brillo que desprendían las plumas con la iluminación, eran perfectas y livianas, había muerto dejando eso como evidencia de su existencia. Neeve sintió que el pecho se le oprimía, aquella ave se había ido en un abrir y cerrar de ojos...
     «Tal vez si no le hubiera hablado». 
     Pero ya era tarde, el ave había desaparecido y el hubiera no existe, y Neeve se sentía culpable de la muerte de un ser inocente.
     Entonces vio que las plumas formaban un patrón extraño. Eran símbolos como los que había visto en el rótulo del pueblo. Era el idioma de Dryden, mismo que ella hablaba sin razón aparente, pero no sabía escribirlo ni entenderlo. El idioma distaba mucho del que ella estaba familiarizada, no tenía manera de sacar una proximidad. Se puso de rodillas y suavemente tocó las plumas, eran tan suaves como la seda y frágiles como un cristal. Era un mensaje, no sabía de quién, pero era un mensaje para ella y no podía entender qué decía.


 


     Si tan sólo pudiera leerlo en su idioma. 
     Vio que las plumas se movían de lugar, cambiaban de posiciones unas con otras y aparecían más para formar otro patrón. Otro mensaje. Un mensaje que Neeve podía entender.
     «En dos noches. Nehem», leyó en su mente.
     El mensaje, para nada común, lo había mandado Nehemias.
     ¿Qué pasaría en dos noches?
     Neeve sintió una extraña confianza. Nehemias era un ser diferente a ella, de apariencia humana, pero no lo era y sus semejantes se dedicaban a cazar humanos, y sin embargo, él se había quedado para tenderle una mano y ayudarla a resguardarse de la horda de personas que querían ver rodar su cabeza. Nehemias recurría a ella, la había conocido en tan solo unos días y confiaba en ella para una misión importante, una misión de salvación. Nehemias iba a salvar Dryden, iba a romper la maldición o lo que fuera que afectara el transcurso normal de la vida y contaba con Neeve. Ella tenía una enorme responsabilidad en sus hombros, misma que quería evitar, no poseía habilidades y era mitad humana, sentía que era diminuta a comparación de Dryden. Ella era Neeve, la chica que había vivido bajo el yugo de la iglesia y sus padres por dieciocho años, la chica que se mostraba pasiva ante Minos dejándose llevar por la corriente para camuflarse entre gente ciega, pero también era la chica que había cruzado el puente en un acto de estupidez y valentía, había encontrado a su hermano y desmentido su muerte a manos de los satanistas, se había mantenido con vida gracias a ese chico y ahora él la necesitaba. Y ella no iba a fallar.
     Con sus manos deshizo el mensaje y vio que las plumas se convertían en polvo para luego desaparecer, como una caducidad. Se puso de pie y miró los débiles rayos que provenían de esa planta, ella presenció lo potente que era y la capacidad que tenía Nehemias para hacerla crecer, él hacía un acto noble por su pueblo al igual que la otra chica huraña. El hecho de haber presenciado una salvación momentánea le dio un impulso de seguir adelante, iba a formar parte de la recuperación de Dryden. Una humana iba a contribuir al renacimiento de entre las cenizas de una especie mágica. 
     Aprendería a manipular el poder tal y como había dicho Emory.
                
            
          




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