La última canción

Capítulo 43

Prende fuego a la lluvia. 

Legarda. 

El día está lo suficientemente gris como para sentirme de la peor forma posible. Los días grises en Londres se viven de la peor forma posible, el pueblo es aburrido desde que las normas cambiaron y los toques de queda llegaron para quedarse para siempre, si eres vampiros debes de salir a ciertas horas y estar alejado de los mortales, pero si eres mortal tienes la libertar de salir todo el día hasta antes de las siete de la noche ya debes de estar dentro de tu casa para que así los vampiros puedan hacer su vida y vivir en un ambiente de paz y armonía según el rey Hamilton. Aún recuerdo cuando Darleen, nos decía que los mejores recuerdos siempre son los más peligrosos que perduraran dentro de nuestros recuerdos para siempre.

Oh, mi querida Darleen, llevas demasiado tiempo dentro de la oscuridad que ahora tus recuerdos son tan borrosos como antes.

Me senté en el suelo frente al gran ventanal que tenemos en medio de la casa con una de las guitarras que tenemos, mi cuaderno en donde escribo casi siempre cualquier cosa que venga a mi cabeza por ejemplo en este preciso momento tengo miles de palabras volando por mi cabeza y mientras las escribo se van formando versos de lo que podría ser una canción o algo así, aun no tiene del todo una forma, a penas y estoy comenzando a unir algunas estrofas para que lleve un ritmo constante en las últimas palabras de cada una de las oraciones.

El tiempo sigue pasando y tú simplemente no sales de mis pensamientos. Quisiera ser igual de fuerte como tú lo fuiste, al enfrentarte a siete ejércitos al mismo tiempo, hacer promesas de que regresarías la paz y terminaste siendo destruida por las mismas personas que te dieron la mano cuando más perdida estabas, Darleen. ¿Cómo es que has podido cargar con tanto durante tanto tiempo? ¿Por qué jamás bajaste la cabeza cuando te humillaban? Cierto, por qué tú eras fuerte, si te caías te ponías de pie sin importar que tan mal estuviera la situación, fuiste tú quien me salgo de morir, fuiste tú quien me dio una razón más para seguir con mis sueños y llenarte de orgullo, aunque en realidad tú jamás fuiste muy expresiva que digamos, aun así, compartiste tiempo conmigo como si el tiempo nunca hubiera sido un impedimento para decir adiós. El fuego que podía observar a través de tus pupilas siempre me hacía creer que nunca me dejarías.

Me prometiste un mundo en dónde todos pagarían por el daño que me habían hecho cuando era pequeño, pero nunca me avistaste que tú no formarías parte de ese mundo que con mucha ilusión me contabas por las noches cuando tenía pesadillas que sería. Siempre me prometías que estaría a salvo de las garras de la oscuridad si no apagaba mi mundanidad. Ahora mismo quiero hacer desaparecer esa parte que aún me hace un mortalmente vulnerable, despreciable, sensible e incluso que me hace sentir, aunque yo no quiero hacerlo.

Dejarte ir.

Es el momento de dejarte ir, aunque te necesite.

No siempre se puede vivir de recuerdos. No es sano quedarse siempre en el mismo lugar.

Comencé a escribir un par de oraciones mientras recordaba su rostro. Su sonrisa maliciosa y perversa que por lo general siempre pintaba de colores grises y oscuros su rostro pálido, pero al mismo tiempo hacía que el color de su mirada se le iluminara y la seriedad que perdurada en su rostro disminuyera dándole un semblante menos aterrador. Solo dos veces la vi con su cabello blanco como la nieve tan diferente, pero al mismo tan único como ella, y después de eso siempre fue castaño y vaya que ella lo odiaba ya que siempre lo llevaba recogido rara la vez olvidada recogerlo y cuando lo hacía ella simplemente parecía alguien más, otra mujer más hermosa e imperfecta ocultando su odio a ella misma por no ser lo suficientemente bonita como sus hermanas.

«Necesito ser yo quien te lleve a casa (nena),

Una vez más,

Prometo que después de eso, te dejaré ir,

Bebé, no me importa si lo ves en tu corazón (nena),

Todo lo que realmente me importa es que te despiertes en mis brazos,

Una última vez,

Necesito ser yo quien te lleve a casa.»

Estaba tan inmerso sumido dentro de mis pensamientos que cuando levante la vista de la libreta mire de reojo los pies de Mitchell moviéndose de un lado a otro nervioso, hasta que lentamente fui elevando mi mirada hasta detenerme en sus ojos y mirarlo fijamente a los ojos. Parece un maldito acosador intentando mirar más allá de mis dedos moviéndose y garabatos escritos que le causan demasiado curiosidad sino lo conociera tan bien.

—Necesito que me des tú opinión sobre algo que he escrito, ¿quieres? —Se que no debo de preguntarle, pero siempre suelo olvidar que solemos ser directos de vez en cuando, sobre todo cuando no estamos seguros de si al resto del grupo le gustara el resultado.

—Vale, vale. Que yo soy todo oídos —exclamo.

Deje la libre sobre el suelo mientras colocaba la guitarra sobre mi regazo. Acomodé algunas de las cuerdas que sentí que estaba un poco sueltas y comencé a tocar los primeros acordes que se venían a la mente que pegarían bastante bien con la melodía. Esa es la parte difícil de encontrar una buena melodía que pegue con la letra, pero constantemente recuerdo una del pasado que Darleen tarareada por los pasillos.

Y sin más deje que la letra de la canción comenzará a fluir:

«Era un mentiroso

Me entregué al fuego

Sé que debería haberlo luchado

Al menos estoy siendo honesto

Siéntete como un fracaso

Porque sé que te fallé

Debería haberlo hecho mejor

Porque no quieres un mentiroso

Y lo sé, y lo sé, y lo sé.




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