Camila
— ¿estás seguro de esto? – le pregunto a mi mejor amigo Luciano.
— Sí – dice poniendo los ojos en blancos.
— Tengo miedo de que algo salga mal.
— Camila, si no quieres ir está bien. – dice dándome la mano – seguirás siendo mi mejor amiga.
Suelto un gran suspiro, estoy nerviosa y tengo miedo por él.
— Solo estoy asustada, son carreras de autos ilegales – digo resaltando ilegales.
— Lo sé, pero todos en algún momento lo han hecho, mi padre, mi hermano, hasta mi abuelo.
— Si tú lo dices – estoy sobre su cama esperando a que se haga de noche – iré, pero no esperes que me quede hasta al final si algo pasa.
— Sabes que eso no será así, serás quien llame a la ambulancia si algo sale mal. – besa mi mejilla
Me cuenta contra quien correrá esta noche, al parecer es un gran tipo y con mucha experiencia. Cuando es hora bajamos las escaleras mirando con cuidado de no toparnos con su familia.
Saca el auto del garaje y vamos rumbo a su magnífica carrera.
Cuando llegamos me deja en un lugar seguro, se asegura que la gente de su confianza se quede junto a mí.
— ¿estarás bien pequeña? – dice tomando mi cara entre sus manos y mirándome directo a los ojos, Dios como deseo que me bese.
Asiento con la cabeza, mientras una sonrisa tira de sus labios. Se muerde el labio y mis ojos van directo a su boca. Esto está mal Camila, es tu mejor amigo.
Cierro los ojos cuando lo siento más cerca de mi boca, susurra en mis labios y la adrenalina de mi cuerpo esta al cien.
— Volveré pronto – dice por fin besando mi cabeza.
Dejo salir un suspiro de alivio o de dolor.
— Gana esta maldita carrera y volvamos a casa – digo dándole un ligero empujón. – destrózalos.
— Lo hare – dice riéndose por fin.
Esa noche gana la carrera y las noches siguientes también… una semana después fue su padre quien lo saco de este lugar con un gran tirón de orejas.