Camila
Dos semanas después
Estaba reunida con el abogado de Ethan, estábamos en su pequeña oficina junto a sus padres y mi hijo. Un golpe sonó en la puerta y Luciano entro sentándose a mi lado.
— Bueno ya que estamos todos aquí leeré el testamento del señor Clark. La mitad de sus vienes son para su esposa e hijo, la otra mitad para su hermano Luciano – dice mirando entre los dos, no me importaba si no me dejaba nada, solo quería que no me sacaran de mi casa.
— Eso es todo – pregunta Luciano impaciente.
— No, también dejo escrito quien sería el tutor de su hijo Nicolas Clark.
— Perdón, pero – digo sin entender nada – eso no puede hacerlo, yo soy su madre.
— Efectivamente usted es su madre, pero usted misma firmo un papel que sede todos sus derechos legales sobre el niño a su padre.
— Eso debe ser un error, yo jamás firmaría algo así.
— Aquí esta su firma – dice mientras me entrega un papel – puede quedárselo es solo una copia, como decía el tutor legal del pequeño Nicolas es su tío Luciano Clark.
— No – digo riendo – eso debe ser una broma.
La madre de Ethan pone su mano en mi hombro tratando de tranquilizarme.
Estoy no puede ser verdad, es una mierda.
— Necesito que firmen los documentos que les he puesto en frente, otra cosa. Ethan dejo estipulado que el tutor de Nicolas debía vivir con él, por lo que señor Luciano desde ahora tendrá que decidir si volverá a florida o se llevará a su sobrino con usted.
— Luciano – digo mirándolo a los ojos – por favor, no me quites a mi hijo.
Él firma el papel y se pone de pie tomando la pequeña mano de mi hijo y llevándolo hacia un lado. Firmo el maldito papel sin despegar la mirada de ellos con miedo a que se lo lleve.
Mi hijo se ríe de algo que le dice y le da un abrazo luego vuelve corriendo a mi lado, Luciano se despide el abogado y de sus padres, luego se va.
Luciano
— Esto es una mierda – digo dando vueltas en mi departamento.
Mi amigo Clemente está sentado en el sofá con una cerveza en la mano
— ¿Qué vas a hacer? – pregunta dándole un trago a su vaso.
— No tengo idea, como me voy a llevar a un niño de tres años al otro lado del mundo.
— Eres su tutor, legalmente puedes hacerlo.
— Legalmente sí, pero moralmente no. Como lo voy a alejar de su madre.
— En eso tienes razón – dice dándole otro sorbo a su vaso. – deberías tomarte un trago, y pensar bien.
— Eso no me ayudara Clemente, necesito estar sobrio para tomar esta decisión.
Como mi hermano fue capaz de dejarme de tutor de su hijo y no habérmelo dicho antes.
— Deberías hablarlo con Camila, para esta hora ya debió leer el papel.
— Ella no aceptara irse conmigo a Europa.
— Quizás no, pero al menos podría acompañarte arreglar las cosas.
— ¿Cómo que arreglar las cosas?
— Ay, Luciano, llevamos meses hablando de tu regreso, ¿qué más necesitas? esta es tu señal.
— Debo irme – digo por fin.
Me despido de mi mejor amigo y voy directo a casa de mi hermano, cuando estaciono veo un auto de color rojo en la acera de al frente. Me bajo de mi auto sin dejar de mirar a la mujer que está dentro de este, tiene cabello rojo y está llorando desconsoladamente. Dudo en acercarme, pero mi caballerosidad me lo impide.
— ¿estas bien? – le pregunto.
— Oh dios mío – dice secándose las lágrimas – me has asustado.
— Lo siento no fue mi intención ¿puedo ayudarte en algo?
— No, esta todo bien. Gracias, debo marcharme. – dice poniendo en marcha el auto.
Se aleja rápidamente y me quedo mirando sus focos traseros hasta que desaparecen.
Un grito me saca de mi estupor y veo a mi sobrino corriendo hacia mí.
— Tío Luciano – dice Nicolás saltando a mis brazos.
— Ey, chico – digo sonriendo, veo a su madre acercarse hacia nosotros. – hola.
— Hola – dice dudosa - ¿llegaste hace mucho? Estábamos en el parque.
— No, acabo de llegar hace unos segundos. Necesito hablar contigo.
— Claro, entremos.
Cargo todo el trayecto a mi sobrino en mis brazos, mi mente vaga por los recuerdos que tengo sobre su madre, imaginando que podría ser mi hijo si no hubiese sido un cobarde.
— Cariño ve a lavarte vamos a lavarte las manos – le dice Cami a su hijo. – si gustas puedes esperar en el salón.
— Gracias – digo
Cuando vuelve lo hace sola ¿Dónde está Nicolás?
— Lo deje viendo una película – dice respondiendo mi pregunta silenciosa
Asiento con la cabeza, no sabiendo por donde comenzar
— ¿Qué es lo que quieres hablar conmigo? – pregunta luego de un rato
— ¿Leíste el papel que te entrego el abogado?
— No he tenido tiempo. – dice triste – no sé en qué momento firme ese papel Luciano, lo juro jamás lo había visto hasta hoy.
— ¿Crees que te engaño?
— No lo sé, confiaba en él.
— Deberías leerlo, quizás ahora sea un buen momento – asiente y camina hacia la cajonera sacando una carpeta.
Lee en silencio mientras ruego a que no descargue su furia conmigo otra vez.
— Esto es legal – dice llorando – te vas a llevar a mi hijo ¿es por eso por lo que estás aquí? Luciano no puedes separar a mi hijo de mí.
— No quiero hacerlo, pero debo ir a Europa y quiero que vengan conmigo. Solo serán unos días.
— No, no puedo dejar mi trabajo.
— Camila, si no vas tendré que llevarme a Nicolás conmigo. No me arriesgare a que servicios sociales me lo quite.
Comienza a llorar más fuerte, se acurruca en el sofá y apoya su cabeza en sus rodillas temblando. Mis manos quieren sostenerla y prometerle que todo estará bien.
Cuando por fin se calma me mira directo a los ojos.
— ¿vas a volver a florida? – pregunta por fin
— Lo hare, lo hare por Nicolás y por ti – digo tomando su mano, mi cabeza quiere decirle te amo.