—¿Estás segura? —preguntó mi hermana mientras cerraba su casillero— Sabes que no es fácil mantener un poder así y tu deseándolo —dijo mientras amarraba su largo cabello rubio, dejando su solo su flequillo suelto.
—Imagina ser como aquellos chicos que te contaron, ¡Tenían poderes! —grité mientras Marissa miraba su casillero cerrado— ¿No sería genial ser elegida y tener poderes como un ser sobrenatural?
Ella suspiró mientras se acomodaba la blusa del uniforme.
—Ten cuidado con lo que deseas —dijo mientras se paraba frente a mí— Cada poder requiere responsabilidad, mantenerlo oculto del resto y saber utilizarlo bien, no es tan fácil como te lo pintan —suspiró— Ya deberías ir a clase, es tu primer día.
Abrí mi casillero, tenía mis libros y demás cosas allí. Pero algo estaba mal, había algo de menos; faltaba uno de mis cuadernos, justo en el que tenía copiadas las leyendas sobre los chicos con poderes sobrenaturales que me contó mi hermana.
—A veces me arrepiento de haberte contado algunas leyendas sobre el tema —dijo mientras sacaba su teléfono— si me necesitas llámame.
Cerré el casillero frustrada.
—Está bien —me limité a decir.
Alguien había robado mi cuaderno, no podría ser Marissa, ella me las contó después de todo. Las cosas no desaparecen por sí mismas, "No tienen ni patitas ni alitas" como diría mi maestra del preescolar.
Le copié el peinado de mi hermana, me hice una coleta y dejé mi flequillo suelto.
Mis primeros días de clase fueron normales. La semana siguiente llegó un chico nuevo, usaba lentes, tenía el cabello castaño y ojos grises. Entró al salón cuando todo el grupo ya estaba en sus respectivos lugares, el profesor estaba escribiendo algo en el pizarrón le señaló que se sentara a mi lado. El salón es bastante simple, tiene las típicas sillas y mesas, no hay mucha decoración solo unas cortinas verdes. Apenas tiene lo necesario en carteles y poca decoración.
Todos lo observaron entrar y sentarse a mi lado, parecía apenado. Dejó su mochila a un costado de la silla, sacó un cuaderno y una cartuchera e inmediatamente se puso a escribir.
No sé qué paso aquella vez pero al mirar por la ventana el viento corrió la cortina y observé durante unos segundos el cuaderno que días antes me habían robado, lo tenía una chica.
No pude ver bien quién era, pero supe que no desapareció de casualidad. ¡Alguien me había robado mi cuaderno en mi propio casillero!
Los días pasaban y se me hacían eternos, aquél chico siempre se sentaba a mi lado pero jamás me hablaba. Empezaba a creer que él solo se sentaba allí por obligación y no porque quisiera. Como me quedaba en una habitación con varias chicas decidí preguntarles al respecto, ¿El problema? Una de esas chicas era mi hermana y no estaba segura de si aceptaría que hablara de chicos; para ella yo siempre sería su hermana menor, una niña indefensa a la cual debía proteger. Eso normalmente me frustraba, solo nos llevamos dos años de diferencia.
Esa noche les iba a preguntar a las chicas, Marissa no llegó esa noche, supuse que estaría estudiando con alguno de sus amigos lo cual me daría libertad de preguntar sin temor.
Cuando todas las chicas estaban, a excepción de mi hermana, pensé que era el momento adecuado para preguntar.
Encendí la luz de la habitación, como a ninguna nos gustaba el rosa acordamos pintar la habitación de verde manzana. Teníamos nuestras camas con un color que nos identificara, la mía era morada, la de mi hermana era azul, la de catalina era roja y la de Ariana naranja. Cada una tenía una mesita de luz con sus cargadores y demás cosas, obviamente una foto y la lámpara de noche.
Había una ventana donde decidimos colocar cortinas verdes, más oscuras que las paredes. Cada una tenía un ropero con su respectiva llave, no es por la desconfianza entre nosotras, era una medida de seguridad por si alguien entraba a la habitación. Al menos nos daría tiempo de llegar a detenerlo porque una de nosotras colocó una alarma que nos notificaba en los celulares.
—Chicas —las llamé, todas me miraron extrañadas
—¿Sucede algo Kaela? —preguntó Ariana, la pelirroja del grupo.
—¿Alguna conoce a un chico de lentes, cabello castaño y ojos grises? —pregunté, creo que fue demasiado rápido, de haber estado esa vez Melissa se hubiera enojado.
—En toda la escuela, con esas características hay un total de... —dijo Catalina, nuestra rubia color dorado, mientras usaba una calculadora y un cuaderno, no sé si de verdad lo estaba calculando o solo se hacía la nerd como solía hacerlo— veintitrés chicos, contando que uno está en la clase de Melissa.
—Eso no me ayuda —dije decepcionada.
—Necesitamos más información, ¿Sabes su nombre? ¿Clase? No sé, cualquier cosa —preguntaba Cata.
—Está en mi clase pero no sé su nombre, desde que entró a mi salón ha actuado extraño —dije avergonzada, ¡Era mi compañero, se sentaba a mi lado y no sabía ni su nombre!