La Última Flor Para El Invierno

ONCE

JANE DEE

Nunca pensé tener este nivel de celos en toda mi vida. Realmente me desconocía por completo cuando él estaba alrededor. Odiaba y amaba esa sensación y emoción que Blake me hacía sentir con que tan solo estuviese en la misma habitación que yo. Es por eso que le dije que, por órdenes de Raquel y Steve, este día estaría toda la jornada laboral detrás del mostrador y la caja registradora.

—Bienvenidas a Chispas Cake. ¿Han decidido qué van a ordenar?

—Hola —respondió una de las muchachas, sonriendo—. Sí. Sabemos lo que ordenaremos, pero nos gustaría que otra persona tomara nuestro pedido.

Me sentí mal conmigo misma. Quizás no sonreí lo suficiente cuando me acerqué. O quizás hablé con rudeza. O quizás no tengo buena presentación. O quizás…

—El chico del mostrador también es mesero, ¿no es así?

O quizás ellas solo quieren coquetear con Blake.

—Nos gustaría mucho que él nos atendiera —mencionó la otra chica que completaba el dúo dinámico de chicas bonitas y coquetas—. Agradecemos que te tomaras la molestia de venir, pero quisiéramos que él tomara nuestras órdenes.

No es que me tomase la molestia de ir con ellas, es mi trabajo.

—Lo siento. No será posible.

Ambas muchachas intentaron no borrar su sonrisa y una de ella abrió la boca para hablar, pero no se lo permití.

—No tenemos permitido tratar de forma diferente a cualquier cliente que tengamos. Y no quisiera ser grosera, pero si solo han venido aquí para ese propósito, les tengo que pedir que se retiren.

Una de ellas bufó.

—No estamos aquí para hacer lo que sea que hayas pensado, amiga —Mentira—. Intentamos pedirte que llamaras a tu compañero para que nos atienda y lo que recibimos es una especie de amenaza. ¿Estás bromeando?

—No creo que a tu jefe le vaya a agradar la queja que escribamos de la pastelería y sus empleados.

¿Era eso una amenaza?

Claro que era una amenaza. Era manipulación.

Me sentí molesta y con muchas ganas de gritarles a ambas chicas que lo que hacían estaba mal. Quería decirles que ni Blake ni nadie en esta pastelería estaba para cumplir sus caprichos amorosos. Un romance cliente-empleado de pastelería nunca funciona.

—No causaremos problemas —Leyó mi gafete y sonrió—, Jane.

Entré a la pastelería y me recargué en el mostrador, intentando tranquilizar el increíble enojo que tenía tan de repente.

—¿Todo bien?

—Será mejor que vayas a atender esa mesa —Señalé las afueras de la pastelería—. Al parecer no les gustan mis servicios de mesera.

Blake salió del mostrador para después acercarse a la mesa de ambas muchachas. No quité los ojos de aquella escena debido a que la chica de la derecha no paraba de sonreír coquetamente hacia Blake. No fue hasta que vi que la segunda chica le tocó el brazo, entonces me di cuenta que no era enojo lo que sentía. Eran celos. Una vez más estaba celosa. Y no me gustaba para nada. Aborrecía mucho el ver que dos hermosas mujeres coquetearan con Blake mientras se suponía que debíamos trabajar.

—Desde que Blake está aquí, la clientela femenina no ha dejado de incrementar.

—Hmm-hmm —Sentí la mirada de Rachel sobre mí, pero no quería verla porque mi atención seguía en lo cómodo que se veía Blake con esas chicas—. Raquel estaría molesta si ve lo que está haciendo.

—¿Qué? ¿Escribiendo órdenes? ¿Rechazando las citas que le piden?

—¿Citas? —Esta vez hice contacto visual con ella—. ¿Le han pedido citas?

Rachel asintió.

—Aunque lo hayas enviado al mostrador, no significa que lo hayas salvado de las carroñeras y carroñeros que quieren su número telefónico —Enfatizó y sonrió. Me pregunté si Blake le había dado su número a cualquiera de aquellas personas. Por alguna razón me preocupé—. Linda, linda Jane, no hay nada de lo que debas preocuparte. Nadie te quitará a tu hombre.

—¿De qué estás hablando? —Exclamé—. No digas tonterías. Blake no es mi hombre.

Rachel carcajeó y me dio un medio abrazo.

—Tranquila, los hombres son muy ciegos con este tipo de cosas. Nunca se dan cuenta hasta que se los dices —Recargó su cabeza en mi hombro mientras entrelazaba su brazo con el mío—. Sabía que Blake te iba a encantar en cuanto lo vi en la oficina de Raquel. ¡Steve me debe dos cajas de chocolates!

Alzó sus manos, orgullosa. Le dediqué una mirada desaprobadora y la quité en cuanto vi que Blake había regresado y las muchachas de la mesa de afuera se habían marchado.

—¿Y bien, B? —Indagó Rachel, alejándose de mí y recargando un codo en el mostrador—. ¿Esta vez qué les dijiste?

—Que tengo novia.

Sentí que a mi corazón lo pinchaban con miles de agujas. Rachel se percató de ello y comenzó a reír con nerviosismo.

—¿Novia? ¿Eso es real?

Blake nos esquivó y volvió al lugar en el que antes estaba, detrás de la caja registradora. Bajó su cabeza para concentrarse en el dinero que había fuera de la caja y Rachel y yo nos sentimos desesperadas por las acciones de Blake. Estaba lista para asumir que él no había mentido con lo que le había dicho a las chicas de hace un rato. Sin embargo, él me miró fugazmente antes de regresar su vista al dinero y decir:




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