Capítulo 4: Descubrimientos Inesperados

La carretera hacia el pequeño pueblo cercano al sanatorio era estrecha y sinuosa, flanqueada por frondosos árboles que parecían cerrar el paso, creando un túnel verde y oscuro. Alex avanzaba con cautela, sintiendo cómo el ambiente a su alrededor se volvía cada vez más denso, casi opresivo. La sensación de estar en un lugar donde el tiempo se había detenido no lo abandonaba, y aunque intentaba enfocarse en la misión que tenía por delante, no podía evitar sentir un nudo en el estómago.

El pequeño pueblo de Blackwood, que compartía nombre con el sanatorio, estaba prácticamente desierto. Las pocas casas que se alineaban en la calle principal parecían desmoronarse bajo el peso de los años, con fachadas agrietadas y ventanas cerradas que transmitían una sensación de abandono. No había nadie a la vista, ni siquiera algún animal callejero, lo que hacía que la atmósfera fuera aún más inquietante.

Alex aparcó su coche cerca de una antigua tienda de comestibles, cuyo cartel medio caído anunciaba "Provisiones y Más". Dudó por un momento antes de salir del vehículo, observando a su alrededor con desconfianza. No era la primera vez que se encontraba en un lugar remoto, pero había algo en Blackwood que lo hacía sentirse más vulnerable de lo habitual. Finalmente, tomó su cámara y decidió explorar.

La tienda parecía cerrada desde hacía mucho tiempo, pero cuando Alex empujó la puerta, ésta se abrió con un chirrido. El interior estaba oscuro y polvoriento, con estanterías vacías y un mostrador cubierto de telarañas. Sin embargo, lo que realmente capturó su atención fue un viejo hombre sentado en una silla al fondo, detrás del mostrador. Llevaba una gorra de lana raída y tenía el rostro oculto en las sombras.

—¿Buscas algo, joven? —preguntó el hombre, con una voz áspera y cansada, que resonó en el silencio del lugar.

Alex dio un paso adelante, un poco sorprendido de encontrar a alguien allí. La voz del hombre era la primera señal de vida que había percibido desde que había llegado al pueblo.

—Estoy buscando información sobre el sanatorio de Blackwood —respondió Alex, intentando sonar seguro—. Me dijeron que este lugar tenía historia, y quiero aprender más sobre él.

El hombre levantó la cabeza lentamente, revelando unos ojos que parecían haber visto más de lo que debería un ser humano. Lo observó en silencio durante un largo momento antes de hablar de nuevo.

—Ese lugar... es mejor dejarlo en el olvido. No te traerá nada bueno hurgar en lo que quedó de él. Los que se acercan demasiado a Blackwood rara vez regresan siendo los mismos.

Alex sintió un escalofrío recorrerle la espalda. A pesar de la advertencia, la curiosidad que lo había llevado hasta allí se intensificó.

—Necesito saber qué ocurrió allí. He encontrado algo que me conecta con ese lugar, y no puedo simplemente ignorarlo —insistió, mostrándole la fotografía que había desatado todo.

El hombre tomó la foto con manos temblorosas y la observó con detenimiento. Sus ojos se entrecerraron, y por un momento, Alex pensó que iba a arrojarla lejos. Pero en lugar de eso, el anciano le devolvió la fotografía y dijo, con un tono más suave:

—Esa es una sombra que nunca debería haber vuelto a ver la luz. Si realmente deseas respuestas, ve a la vieja biblioteca al final de la calle. Tal vez encuentres algo allí, pero ten cuidado, joven. Hay cosas que es mejor no desenterrar.

Sin decir más, el hombre se levantó lentamente de la silla y se dirigió hacia una puerta trasera, dejándolo solo en la tienda. Alex guardó la fotografía y salió del edificio, sintiendo que cada paso que daba lo acercaba más a un peligro invisible.

Siguió las indicaciones del anciano y caminó hacia la biblioteca. El edificio, una estructura de piedra con un aire solemne, parecía ser el único lugar en el pueblo que aún conservaba algo de dignidad. Las puertas, aunque antiguas, estaban bien conservadas, y al entrar, Alex fue recibido por el olor a libros viejos y madera. El interior era espacioso, con estanterías repletas de volúmenes antiguos y mesas de lectura dispuestas a lo largo de la sala.

En el mostrador, una mujer de mediana edad con gafas y un moño apretado estaba organizando algunos papeles. Levantó la vista al ver a Alex y le dedicó una sonrisa profesional, aunque distante.

—Bienvenido. ¿En qué puedo ayudarte? —preguntó con amabilidad.

Alex se acercó al mostrador, sintiéndose un poco más a gusto en el ambiente tranquilo de la biblioteca.

—Estoy investigando sobre el sanatorio de Blackwood. Me dijeron que podría encontrar información aquí —dijo, tratando de no sonar demasiado insistente.

La expresión de la mujer cambió ligeramente al escuchar la mención del sanatorio. Sus ojos se volvieron más cautelosos, y su sonrisa se desvaneció.

—Tenemos algunos registros históricos sobre el pueblo y sus alrededores. Si estás buscando información sobre el sanatorio, te recomiendo que revises los archivos locales. Están en la sección de historia, hacia el fondo de la sala —respondió, señalando hacia una esquina apartada.

Alex agradeció y se dirigió hacia los archivos. A medida que avanzaba, notó cómo la luz natural disminuía, haciendo que la atmósfera se volviera más sombría. Encontró la sección de historia y comenzó a revisar los documentos y periódicos antiguos que estaban almacenados allí. Muchos de los artículos eran sobre el pueblo, pero pocos mencionaban el sanatorio de manera directa.

Finalmente, encontró un artículo que le llamó la atención. Era un viejo recorte de periódico que hablaba sobre los pacientes del sanatorio y las extrañas desapariciones que habían ocurrido en la década de 1950. Los detalles eran vagos, pero había testimonios de personas que afirmaban haber visto figuras en las ventanas del edificio mucho después de que éste hubiera sido cerrado.

A medida que leía, Alex sintió que estaba acercándose a algo. El sanatorio de Blackwood no era simplemente un edificio abandonado; había algo oscuro y siniestro en su historia, algo que parecía estar esperando a ser descubierto.