La última hechicera

El Corazón del Bosque

Cada paso que daba sobre la senda iluminada resonaba como un eco profundo, no en el bosque… sino dentro de ella. Era como si la tierra la reconociera, como si los árboles susurraran su nombre desde tiempos olvidados.

Cada paso que daba sobre la senda iluminada resonaba como un eco profundo, no en el bosque… sino dentro de ella. Era como si la tierra la reconociera, como si los árboles susurraran su nombre desde tiempos olvidados.

La luz la condujo hasta un claro oculto, donde una piedra antigua, cubierta de símbolos grabados con precisión mística, reposaba en el centro. Alina se detuvo frente a ella, sintiendo cómo la llama en su mano palpitaba con fuerza.

Eiran se colocó a su lado, sin decir palabra. No era necesario.

Alina extendió la mano hacia la piedra. Apenas sus dedos rozaron la superficie, los símbolos se encendieron con la misma tonalidad que su magia: azul y morado. Una onda de energía se expandió desde el centro, sacudiendo las hojas, silenciando los pájaros… y despertando algo más.

Del interior de la piedra surgió una figura etérea: una mujer de cabello largo flotando como si estuviera bajo el agua, con ojos tan profundos como el cielo nocturno. Su voz fue un susurro que no necesitó palabras para ser entendida.

—Alina… hija del renacer. Heredera de las llamas primeras. No olvides quién eres.

La visión se desvaneció en un suspiro de viento.

Alina cayó de rodillas, atónita, el pecho ardiendo con una mezcla de poder y miedo. Eiran se agachó junto a ella, tomándola por los hombros.

—Esa era una de las guardianas del origen. Te ha reconocido. La magia no está muriendo, Alina… está despertando contigo.

Por primera vez, lo creyó.




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