La Última Risa

Introducción

Es de esperar de que no crean en el extraño aunque simple relato que me dispongo a escribir. Estaría realmente desquiciado si lo esperara, cuando mis sentidos rechazan su propia evidencia. Pero no estoy loco y sé muy bien que esto no es un sueño.

Mi propósito consiste en poner de manifiesto, simple, y sin comentarios, una serie de episodios muy poco comunes. Los acontecimientos y consecuencias de esos episodios me han aterrorizado, me han torturado y, por fin, me han destruido. Pero no intentaré explicarlos. Si para mí han sido horribles, para otros resultarán menos espantosos que barrocos. Más adelante, tal vez, aparecerá alguien cuya inteligencia reduzca mis fantasmas a lugares comunes; una inteligencia más serena, más lógica y mucho menos excitable que la mía, capaz de ver en las circunstancias que temerosamente describiré, una vulgar sucesión de causas y efectos naturales.

Todo comienza en la edad media en el siglo V con el origen del bufón, cuya función era contar historias, cantar y tocar instrumentos. Los bufones vivían en sus castillos actuando en banquetes y fiestas como cómicos. Su esplendor fue a finales del medievo y durante el Renacimiento.

Los bufones ocuparon un lugar especial en la historia medieval. Ellos eran considerados «privilegiados» en la Corte. Elegidos por su sentido del humor o su sentido del absurdo para dar entretenimiento al rey y a la realeza. Ya que a los bufones se les daba libertad de acción para decir cualquier cosa en «broma», ellos eran a veces los únicos miembros de la Corte habilitados para expresar una opinión honesta acerca de las situaciones locales.

Cuando los reyes y reinas europeos gobernaban imperios volátiles y en disputa, la risa era casi un lujo.

Hay diferentes versiones sobre el origen del término bufón; por citar uno, algunos entendidos lo considerar en la palabra de “buffo”, término latino que designaba a los que aparecían en el teatro con los cachetes inflados para recibir bofetadas y con el ruido del golpe exagerado obtener un efecto más cómico en la gente. No es lo mismo que los juglares y trovadores, siendo éstos músicos callejeros o gente más refinada cuya razón social no era la de hacer reír, exclusiva del bufón.

Cuando imaginamos una fiesta medieval, la mayoría de nosotros nos imaginamos a un bufón corriendo entre los invitados haciendo malabarismos o contando chistes obscenos mientras los juglares tocan sus laúdes. Pero en los siglos XI y XII, el título de “minstrel”, que significa “pequeño sirviente”, era el nombre que se le daba a una amplia gama de artistas, incluidos cantantes, músicos, malabaristas, acróbatas, magos o bufones.

Los bufones podían insultar a la realeza como parte de sus actos, pero tenían que trazar una línea cuidadosa. A pesar de que muchos reyes era intensamente leales a sus bufones, ocasionalmente los bufones eran desterrados, o incluso ejecutados, por cruzar la línea y ofender al rey con sus burlas.

Y así es como comienza nuestro relato, con un joven llamado Jean con tan solo 18 años en el siglo XXI, a poco de sentir lo que para el sería un momento de su vida que vendría a ser peor que mil infiernos.

 

 

 

 

 

 

 

 

LA ÚLTIMA RISA



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En el texto hay: misterio, suspenso, terror

Editado: 24.06.2023

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