La Última Sombra

5. Guardasombras

 

Se había quedado completamente solo, el hombre de la máscara se había marchado en cuanto termino su trabajo. Kaebu continuaba jadeando e intentando recuperar su respiración.

Levantó la mirada, sus azules ojos se movieron de un lado a otro, aquella habitación era totalmente oscura, sino no fuera porque la puerta era blanca, sabía que se perdería con facilidad en aquel lugar. Mientras más miraba la habitación, más preguntas se iban formulando en su mente, no entendía cómo era posible que sintiera el aire golpeándole el rostro, que viera aquellas nubes tan negras amenazando con desatar la peor de las tormentas, aquel muerto paisaje.

Su mirada se detuvo de pronto, su atención quedó totalmente clavaba en aquella espada con pomo en forma de mano y con hilos rojos enredados en sus dedos. Tragó saliva, no sabía que iba hacer con aquella espada, realmente sentía que no se la merecía, aun con todo eso, Haitachi parecía habérsela legado, por lo tanto, no podía dejarla botada allí.

Apretando los dientes y llevándose una mano a su costado, logró ponerse en pie, al hacerlo, su cabeza dio unas cuantas vueltas, su mano libre se abrió un poco en un intento de estabilizarse, logró ver varias lucecitas brillando frente a él, hasta que pasados algunos segundos se desvanecieron al igual que el mareo, se alegró que aquellos síntomas se fueran, aunque lamentaba el hecho de que aún continuaba sintiendo todo el cuerpo pesado, así que haciendo un enorme esfuerzo, se inclinó tomando la funda entregada por Haitachi.

Un gruñido escapo de su interior al levantarse, se mordió la lengua para soportar el dolor, giró y caminó por aquel suelo tan oscuro como la mismísima noche, avanzó hasta detenerse a unos centímetros de la espada.

Un suspiro de resignación escapo desde lo más interior de su cuerpo, se inclinó apretando los dientes, sus yemas acariciaron aquel cuero duro y maltratado, su puño la cogió con determinación, se levantó con la espada en la mano, justo en ese momento se olvidó del dolor, el entrecejo se le frunció.

‹‹Es muy ligera››, fue el primer pensamiento que paso por su cabeza al tener la espada en la mano, no pesaba demasiado, no tanto como aquella que había tomado de la Habitación de Meditación, ni siquiera se acercaba a la que le había entregado Haitachi para que se defendiera, no, aquella espada era diferente, no solo en su fabricación, debía haber algo más, mientras examinaba la fina hoja manchada de sangre, logró sentir como un calor se encendía en su mano, ascendió tal cual fuego por todo su brazo y se extendió por todo su cuerpo, aquella sensación lo relajo, le hizo desaparecer todo el dolor, todas sus preocupaciones, cerró los ojos y disfruto de aquel reconfortante calor, en tan solo unos segundos, se vio embargado por una interminable confianza.

Y así tan repentinamente como había llegado, la sensación se esfumo devolviéndolo a la realidad, junto a todos sus atosigantes pensamientos, y su interminable dolor y cansancio. Aspiró aire, un suspiro escapo hacia el exterior, abrió los ojos y levanto la espada, la hoja aún estaba manchada de sangre, su sangre, sin pensárselo mucho, cogió parte de su camisa y la estiró, lanzo un tajo con la espada que corto sin problemas la tela, Kaebu la sujeto con precisión, la doblo en diferentes partes, la acerco hacia la hoja y le limpio aquella sangre, solo basto con que la pasara una vez, para que la hoja volviera a brillar con intensidad. Un tanto sorprendido por este hecho, Kaebu dejó caer la prenda de ropa manchada de sangre, levanto la funda y guardo la espada.

—Espero no interrumpir nada —Kaebu giró el rostro con tranquilidad, allí en la entrada de la puerta se encontraba el Anciano Baruj, con su calva, las arrugas perlando su rostro y aquella extensa barba grisácea.

—No, simplemente estaba guardando la espada —le aseguró Kaebu mientras levantaba la funda con la espada.

—Así que te has quedado con Guardasombras —dijo un poco sorprendido Baruj.

—¿Guarda que...? —interrogó Kaebu con el ceño fruncido.

—Guardasombras —respondió con paciencia Baruj, levanto su huesuda mano y apunto con uno de sus dedos la espada que Kaebu mantenía en su mano derecha—, así se llama la espada, Guardasombras, aunque ahora que es tuya, posiblemente quieras cambiarle el...

—No pienso cambiarle nada —le interrumpió Kaebu con seriedad, aquella espada le había pertenecido a Haitachi, un hombre que se había ganado todo su respeto—, si su nombre es Guardasombras, entonces así será llamada.

—Entonces así será. Creo que sus antiguos poseedores te lo agradecerían... si pudieran —cerró los ojos y tomó un poco de aire—. Pero esa no es la razón por la que he venido aquí...




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