La Última Sombra

6. La Isla de los Vivos

 

—No de nuevo —se le escaparon las palabras. Sus ojos azules se movieron de un lado a otro, una vez más le resultaba imposible ver nada, oscuridad era todo lo que le rodeaba, ni siquiera podía estar seguro si se encontraba volando o tocando una superficie. Lo único que estaba claro, es que si su cuerpo no dejara escapar aquella luz blanca, se perdería con facilidad en aquel inmenso lugar negro.

—¡Hay que darnos prisa! —resonaron las palabras por aquel lugar, por un momento Kaebu se imaginó estar dentro de una cueva, hasta que comprendió que aquello era prácticamente imposible, a menos que pudiera volar de un lugar a otro.

—¡Eso es lo que trato de hacer, y lo haría mejor si no me presionaras! —escuchar por segunda vez una voz expandiéndose por todo el lugar, le hicieron entender que no estaba loco y que realmente había escuchado algo. Con el entrecejo fruncido, se giró buscando encontrar de donde provenían aquellas voces.

Giró de un lado a otro, hasta que logró dar con una pequeña motita de luz blanca que se lograba distinguir en la lejanía. Guiado por su curiosidad, pero aun recordando que había sucedido la última vez que intento acercarse a una persona con aquella luz brillante, fue que comenzó a moverse con pasos lentos, procurando no hacer el menor de los ruidos, para así no asustar a aquellos desconocidos.

Al encontrarse a un metro de distancia, Kaebu se detuvo, ya que desde su posición era sencillo ver a tres niños, todos estaban acuclillados, se formaban en un pequeño grupo, parecía estar moviendo las manos, pero Kaebu no estaba seguro de ello, ya que solo les podía ver las espaldas. El que estaba en medio tenía el cabello rubio claro, el de la derecha un poco más largo y rojo desvaído, el de la izquierda un tanto enmarañado y negro. Kaebu tragó una gran cantidad de saliva, por un momento lamento el no traer a Guardasombras en su mano.

Se mantuvo inmóvil por algunos segundos, miró fijamente las espaldas de los niños, al parecer estos no se había percato de su llegada, parecían estar muy concentrados en lo que fuera que estuvieran haciendo. Con manos temblorosas, levantó el antebrazo limpiándose el sudor de la frente. Una parte de su cuerpo le aconsejaba retirarse de aquel lugar, que no era seguro, que lo mejor que podía hacer era volver a la oscuridad, una parte un tanto más pequeña, le impulsaba hacia delante, a que buscara respuestas, a que saciara esa curiosidad que le hacía temblar las manos.

Titiritando como si el frío se le hubiera metido dentro, comenzó a avanzar dando pequeños pasos, se detuvo tras dar seis pasos, jadeaba, no es que hubiera caminado demasiado, sino que la adrenalina del momento estaba en su punto máximo, sabiendo que ese valor pronto se terminaría, volvió a caminar hacia delante.

—¡Oigan! —Dijo intentando no alarmar a los niños, se detuvo en seco cuando los tres pequeños se levantaron sin girarse, su pecho ascendía y bajaba con una gran velocidad, por un momento temió que el corazón se le fuera a escapar del pecho—, ¿Qué hacen aquí?

Su voz tembló demasiado al hacer la pregunta, por que supuso que los niños no le respondieron ya que no comprendieron sus palabras. Un grito escapo de su interior al escuchar una fuerte pisada en su oído, sus manos actuaron por instinto y le cubrieron sus dos orejas, aun así, le fue imposible no escuchar aquellas potentes pisadas.

Apretando los dientes, fijo su mirada en los tres niños, justo en ese momento vio que ellos se estaban girando, cualquier color que tuviera su piel se esfumo al instante que miró aquellos rostros sin ojos, sin nariz y sin boca. Los niños parecieron mirarse los unos a los otros, y sin que Kaebu se lo esperara, comenzaron a correr con gran velocidad. Estaba demasiado impactado para entender lo que acababa de suceder, por tal motivo, fue que solo pudo contemplar como los tres niños desaparecían en la inmensidad de la oscuridad.

Su cuerpo se contorsionaba con violentos temblores, su aire salía y entraba con velocidad alarmante a sus pulmones, un destello de luz le hizo dejar de mirar el lugar por donde los niños habían escapado, movió despacio sus azules ojos, pronto quedaron fijos en un animal que estaba tendido en el suelo.

Al principio le resultó imposible identificar de qué animal se trataba, su atención se había centrado en una sola cosa, le habían abierto el canal, los intestinos del animal colgaban de manera grotesca sobre su piel manchada de un rojo oscuro. Aun le quedaba pelaje café oscuro, sus ojos continuaron subiendo, no quería continuar viendo los intestinos, el estómago ya le estaba dando vueltas, las náuseas estaban ascendiendo por su garganta y aunado al miedo que controlaba su cuerpo, decidió apartar la mirada.

Lo boca del animal estaba entre abierta, un líquido blanco escapaba de su interior manchando su pelaje café, sus ojos estaban abiertos y habían sido devorados por una capa lechosa, miraba sin ver hacia arriba. Sintiendo claramente como el vómito ascendía por su garganta, Kaebu se llevó una mano a los labios buscando no vomitar. Fue entonces que su mente comprendió lo que estaba sucediendo, aquellos niños estaban revolviendo el interior del oso muerto.




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