La Última Sombra

30. El Palpitar del Corazón

 

Sus labios volvieron a despegarse y sin poder evitarlo volvió a escapar un prologado bostezo.

Se tallo un poco los ojos buscando despertar del todo. Últimamente le parecía escuchar varios gritos que se filtraban por las paredes, era algo extraño, llevaban allí por lo menos cuatro meses y jamás había escuchado un ruido, no hasta hacía tres noches atrás. Al principio pensó que solo eran imaginaciones suyas, en aquella oportunidad habían conseguido levantarlo. Sabiendo que le sería imposible volver a conciliar el sueño, decidió levantarse e ir por un poco de leche, recordaba haber leído algo de que la leche ayudaba para volver atraer el sueño.

En cuanto escucho pasos detuvo su andar, despacio levanto el rostro, justo para observar como una mujer de cabellos oscuros avanzaba hacia él, no pareció darse cuenta de su presencia, ya que continuó caminando, antes de perderla de vista, su mano se movió con rapidez logrando coger por el brazo a Rouse y así deteniendo su avance.

—¿Te encuentras bien? —preguntó al comprender que Rouse estaba llorando. Ella agitó la cabeza, se soltó de su agarre y oculto su rostro bajo aquella mata de cabellos oscuros.

—Si... todo está bien —respondió en tono bajo, lo que realmente le puso en alerta, fue el hecho de detectar miedo en su voz.

—No, nada está bien —levantó la diestra, por un segundo pensó que ella se la apartaría, no fue así, con lentitud le aparto el cabello dejando a la vista su rostro, en cuanto lo observó comprendió de donde habían venido aquellos gritos, sintió la ira correrle por todo el cuerpo—. Voy a matarlo.

—No —antes de que consiguiera marcharse, sintió la cálida y tierna mano de Rouse cerrándose alrededor de su brazo, así evitando que se marchara.

—No voy a permitir que continúe golpeándote —masculló entre dientes buscando controlar un poco su ira. Cuando parecía estarlo consiguiendo en su mente se formaba el rostro de Rouse y aquel golpe morado que se extendía por todo su lado izquierdo, obligándole a mantener un ojo cerrado.

—Él lo hizo porque yo me lo merecía —sentenció Rouse, lo que termino por causar una gran confusión en su mente, por ello es que terminó volteando a verla.

—Por favor, no lo defiendas, lo que te hace está mal —dijo entre dientes, controlar su ira era un trabajo ciertamente complicado.

—Está mal porque tú lo dices —exclamó Rouse dejándole en libertad, retrocedió dos pasos saliendo de su alcance.

—¿Qué?, por supuesto que no —le salieron las palabras por mero instinto.

—Entiende una cosa, tú no eres nadie para mí, ¿De acuerdo? —Se defendió—, ¿Quién eres tú?, el niñito de papá —masculló con enojo, algo que le dejo muy aturdido y sin palabras—, yo no te he pedido ayuda, fuiste tú quien vino a nosotros llorando y pidiendo ayuda, así que, deja de meter tus narices donde nadie te lo ha pedido.

Sin esperar a por una respuesta, Rouse se giró y comenzó a caminar. Mientras lo hacía, Alex detecto algo, se estaba apretando con una mano uno de sus costados.

—¡No sé qué es lo que tú sientes por él —gritó buscando que ella lo escuchara, necesitaba ser escuchado—, pero de algo estoy seguro, él no te ama y tarde o temprano te darás cuenta!

‹‹Solo espero que no sea de una manera dolorosa››, se guardó aquellas palabras para sí. Rouse hizo como si no le hubiera escuchado y continúo con su camino.

Ya por la mañana, Thomas el muy cínico, se presentó en el gimnasio como si no hubiera roto un plato, a decir verdad llevaba una deslumbrante sonrisa. Alex apretó un poco más la pesa que sostenía en su mano, lo que más deseaba en el mundo, era levantarse y desfigurar aquella desagradable cara, pero recordó las palabras de Rouse, por lo cual se contuvo de hacer una locura.

Sabiendo que ya no podría continuar con el ejercicio, decidió levantarse, se limpió el exceso de sudor y buscando no verlo, caminó directamente hacía la puerta.

—¿Ya terminaste, A? —Preguntó Thomas mientras levantaba una pesada barra de metal, unido a ello le había agregado más peso en forma de aros—. Hoy lo has hecho muy rápido...

Le fue imposible el poder contenerse, se giró, caminando con pasos lentos se acercó a Thomas quien estaba plenamente concentrado en poder levantar todo aquel peso, por lo cual aprovecho eso a su favor, cogió la barra con ambas manos, lo que provoco es que Thomas perdiera el equilibrio y la barra cayera directamente a su pecho, por lo que terminó abriendo los ojos de par en par.




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