La última sospecha

VII

Era feliz, muy feliz con el hombre que amaba y no dejaría que le arrancaran eso otra vez, Mark había ido por comida y abarrotes al pueblo, le había dicho que regresaría pronto, cuando él regresara le revelaría un secreto que haría que fueran aun más felices de lo que ya eran.

Se había levantado temprano y hecho las labores, para entonces no había mucho que hacer, así que se recostó en el viejo sofá que estaba en la salita, empezó a quedarse dormida cuando vio un reflejo de algo en la ventana.

Conocía esa figura, la había visto antes, ¿La había seguido hasta allí? ¿Es que nunca escaparía del fantasma de su hermana? Escuchó la llamada, quedamente, como un canto de sirena, su corazón se aceleró aun más, instintivamente se levantó de donde estaba y abrió la puerta, podía ver el celaje del vestido de Anabel bailando entre el bosquecillo de abetos, la siguió a través de la niebla por el sendero cubierto de hojas secas.

Esa voz la llevó lejos en el bosque cerca del molino de viento abandonado, la llamaba, pero por más que quería, era como un sueño del que no puedes despertar, en el que no puedes gritar ni te puedes mover.

La seguía, pero no tenia las fuerzas que se requerían, porque aun tenía secuelas de su enfermedad, se detuvo en la puerta y vio las hélices girar con parsimonia, pendiendo sobre su cabeza como si así cayera sobre ella la guillotina sobre su cuello, ese era el momento de su juicio, resignada subió cansada hasta el último peldaño, apoyándose de la pared de piedra húmeda de la torre. Al llegar, solo se podía ver el panorama a lo lejos y hacia abajo.

— ¿Qué es lo que intentas decirme? —nadie respondió— No me martirices más hermana, ¿Esto es lo que quieres? ¿Quieres que te acompañe? muéstrate —en un rincón apareció una figura entre sombras que se hacía cada vez más clara— ¿Anabel? —aquello la asustó, pero no seguiría huyendo acabaría con eso por una vez— Anabel, perdóname, tienes razón te he ofendido y lo siento tanto.

— Te perdono —esa voz le hizo un nudo en la garganta, pero aun no lo podía creer, así que trató de adaptar los ojos a la poca iluminación, para ver desde donde provenía— Pero, ¡No olvido!

— ¡Miranda! —desconcertada se alejo de ella.

— ¡No dejaré que te quedes con él maldita! —tenía algo en la mano, Sara sólo pudo ver una silueta que volaba en el aire hasta su rostro, la sangre la cubrió de inmediato, estaba atontada y casi no podía enfocar la vista.

— No lo entiendo...

— No importa, no es algo que alguien tan poco agraciada como tú, deba entender, tú ya no eres parte de su vida, como lo soy yo ahora, estos años hemos compartido demasiado para que creas que puedes aparecer nuevamente y llevártelo contigo ¡Bruja! —la tomó por el cabello y la arrastró hasta el balcón, la levantó y la empezó a exponer—. Todo acabará si me deshago de ti —Sara se dio cuenta de lo que pretendía, la lanzaría de lo alto; fue entonces cuando Miranda dio un gemido y se escuchó un golpe seco seguido de otro y otro, Sara se fue a un rincón, desde allí vio a Mark golpearla hasta la muerte, cuando terminó con ella se acercó a Sara extendiéndole los brazos, esta lo abrazó manchándose con las gotas de sangre frescas que se le habían salpicado en su chaqueta y en la cara como a un carnicero.

— Todo va a estar bien, no te preocupes —ella lo seguía abrazando como si su vida dependiera de ello.

— ¿Cómo supiste que estaba aquí? —preguntó aun llorosa.

— Te vi en el barandal del faro, pensé que habías decidido lanzarte, me has dado un susto terrible.

— ¿Qué pasará ahora Mark?

— No pasará nada —le contestó con el ánimo frío y calculador, a Sara le costaba creer lo que había pasado, lo miró como apretaba la mandíbula mientras se levantaban y la ayudaba a bajar.

Sara fingió más debilidad, con el fin de recostar la cabeza en su pecho, para escuchar los latidos de su corazón, que a diferencia de los suyos seguían en buen ritmo, le había quitado la vida a un ser, ¿Cómo podía estar tan quieto y apacible? no podía estar más confundida.

Algo no encajaba, era como si lo hubiese hecho tantas veces, dijo para sí, fue entonces cuando regresó en sus recuerdos a aquel momento en el que Anabel estaba agonizante con la mirada fija en la puerta y le había hablado, fue como si pudiera escucharlo otra vez, esas palabras que Sara había tomado la decisión de desechar inconscientemente, tan rápido como se las había dicho, porque su mente no soportaba esa realidad y esa verdad era la que la había estado torturando por salir, aquellas palabras que ella dijo una y otra vez retumbaron en su mente haciéndole temblar las piernas, lo que ella había dicho...lo que ella... había dicho...: "Mark... a-se-si-no"



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En el texto hay: misterio, suspence, romance celos sexo

Editado: 21.07.2021

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