Aleisha fue al banco, retiro el dinero que le presto Alex, en total una suma exacta de mil dólares. Salió con dirección a casa, ahora tenía como pagarle a Aron, la iba a dejar en paz. Llego a casa, no tenía como pagarle a Alex, estaba ante un ser tan bondadoso, no tenía nada que ver con ella y se había dispuesto a ayudarla. Era un hombre no como el resto. Tenía que descubrir que era lo que lo hacía especial en él.
Pero estaba claro que no era su atracción física
También lo deseaba un poco
Como cuando el pronuncio su nombre con tanta dulzura.
Tenía que esperarse un poco más, era como la juez de un gran juicio, tenía que ver cómo era. Para dictar su veredicto.
Si era como el resto de los hombres, o terminaba siendo alguien especial.
Ninguno de los hombres con los que antes estuvo, le gustaba estar con ella por más de lo que necesitaban. Le decían que era algo quisquillosa.
No tardaba en molestarse, pero enseguida entendió como los hombres solo la miraban por el cuerpo. Otra razón para odiarlos con toda su alma, aunque no tenía que incluir a Alex.
Fácil los cuestionamientos de la chica hacían de su cabeza una verdadera tormenta huracanada, pensando en las miles de veces que tendría para buscar un hombre de verdad.
Entonces sentía temor.
Estaba convencida de que encontrar un hombre podría ser más difícil que encontrar oro en Alaska. Pero tenía que intentarlo por eso no se había rendido, esperaba que Alex quien hasta ahora estaba rompiendo todas las normas y saltando las alarmas, dirigiéndola a un panorama que no conocía: fuera aquel hombre que la llevara a ver estrellas.
Haciéndole el amor.
Y no solo poniéndose encima de ella.
Se debatió en la mente, como seria en algunas partes de su vida, si él hubiera estado un poco antes de conocerlo, seguramente fueran ya esposos, sin necesidad de desconfiar tanto.
La dejaba sin respiración aquellos actos de caballerosidad.
Pero también le perturbaban.
Estaba confundida su cabeza, era unas mezcolanzas de dudas, cosas que nunca fueron realidad y las que se estaban poniendo en la mesa.
Paulatinamente Alex había roto una barrera que los demás hombres no podían, se estaba ganando la confianza de la chica, entonces su sufrimiento se estaba disipando, cuando estaba con él, ella no se sentía como una mujer de buen cuerpo, como los otros decían. Sino como una niña, como una adolescente que estaba jugando con su enamorado. Cuantas veces deseo revertir el tiempo solo para conseguir que alguien la besara con caricias después que no tuvo más opción de separarse del único novio que tuvo, aquel estaba dispuesto a darlo todo por ella.
Ella se dejó tumbar en el sillón pensando en todas las cosas que estaban sucediendo.
Hoy tenía algo de trabajo, entonces sería fundamental que estuviera lista para las seis y media de la tarde, tenía que ayudar a su tía en algunas labores.
El bar también le consumía tiempo.
Pero no podía escaquearse porque necesitaba el dinero.
Tendría que encontrar alguno que otro trabajo para mantenerse en la ciudad todo el tiempo posible.
Almenos hasta que pudiera mantenerse algunos meses sin preocupaciones.
Aura, era una de las pocas amigas fieles, en las que creía Aleisha, venia de vez en cuando, como lo estaba haciendo hoy.
Toco el timbre y disparada Aleisha fue a ver quién era.
La figura era sutil y esbelta, cabello claro, y ojos oscuros. Alta y con las trenzas del cabello amarrada.
—Vaya viniste.
—No pongas esa cara, siempre vengo.
Amabas chicas pasaron a la sala.
Aleisha puso te en la tetera.
—¿Cuéntame tus problemas?
—Encontré a un chico.
—Otro.
No todo el mundo conocía a Alex, por eso, Aleisha elevo un poco el tono de voz, con seriedad. No le gustaba que compararan a Alex con otro.
—No ningún otro, él es…
Temió en completar la palabra.
—¿Es que?
—No es como el resto.
Hizo que la desesperación de sus palabras, pareciera obscena.
—¿Estas enamorada?
—No.
—¿Cuál es tu preocupación por ese chico entonces?
Aleisha se inclinó delante de ella poniendo sus ojos encima del vestido que cargaba y mirándola a los ojos.
Quería decirle que era el chico más elegante y bondadoso que conoció.
—Él no es igual a los patanes con los que estamos acostumbradas a salir.
—Ósea es un hijo de papi.
—En lo absoluto No.
No conseguía las palabras indicadas para describir la personalidad de Alex, se estaba pasando de bueno con ella, era como un príncipe azul que pasaba en las tardes a verla.